EN UNA DE estas últimas tardes otoñales, el “gomía” caminaba por el centro de Morón.

Lo apuraba el reloj, llegaba retrasado a una reunión de laburo; tan rápido caminaba que, cuando vio su figura, tuvo que pisar el freno a fondo, y echarle un vistazo dos veces.

Por la otra vereda, alumbrada por el solcito, desplegaba un andar cansino y descontracturado, si bien ¡no podía ser de otra manera!, con el mismo porte altivo y hasta medio arrogante con que caminó los boxes del Turismo Carretera durante los años que fue dueño absoluto de la última palabra y ¡guay! de que algunos de sus soldados, le fuera a ir con una historia con la que no concordase. Eran los tiempos en que reinaba.

 

El corazón de Morón, su plaza en pleno centro

 

Para variar, impecable en su vestir, hasta medio fashion con un jean “achupinado” como usan ahora los “teen”  y los más grandes, zapatillas exclusivas bien modernas, una camisa leñadora al tono que le hacía lucir una buena figura y desde ya, el «lope» de prima con un color algo más intenso al que supimos conocer. Para colmo con 15 kg menos, habrá que acordarse que el tumultuoso y tormentoso 2015 que le tocó atravesar, también lo hizo a entrar a boxes. Pero a otros boxes, al quirófano de un prestigiso sanatorio para operarse del “bobo”, donde estuvo internado varios días y donde no pudo ser visitado por orden de un familiar, por sus ex compañeros de la ACTC .

Eso sí, a la pilcha que parecía no hablar castellano, la complementaba como para cuidarse del fresquito del otoño que puede ser traicionero, una vetusta campera, que a simple vista denotaba que tenía muchas, muchas; demasiadas carreras encima. Eso sí, el inconfundible logo de la ACTC del lado del corazón, aún se notaba. “Que es una campera vieja?; sí, pero no me importa nada, yo seguiré llevando al TC en el corazón por siempre”, lanzó como impostando su inconfundible voz.

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En el exilio teceísta, recluído desde su cruenta salida del TC muy cuestionado, ahora alejado de los avatares del TC,  la categoría más popular e importante del país; que supo ser “su” categoría, encaminó sus pasos hacia el interior de la cochera donde reposan algunos de sus fierros, premium varios, como corresponde a alguien con gustos sofisticados, buena billetera y pie derecho pesado para viajar casi siempre orillando los 200…

Nuestro confidente no resistió la tentación y cruzó la calle, el inesperado y repetino encuentro callejero, arrancó con cierta sorpresa mutua y un “¡hola, como estás!”, dicho casi a dúo.

“¿Cómo andan tus cosas?», mandó al toque nuestro friend; a lo que el respondió “muy bien, recuperado y con ganas de trabajar por el país”. ¿Ganas de trabajar por el país?, ¿a que se refería?.

De las reiteradas visitas a los autódromos y otros encuentros, en sus tiempos en el TC con el ex ministro del gobierno K, Florencio Randazzo y como una manera de seguir formateando su nueva vida, casi a los 70 pirulos, parece que ha resuelto incursionar en política junto al ex ministro oriundo de Chivilcoy, los pagos de los enormes hermanos Emilio y Pablo Satriano. Eso sí, más allá que no deje de monitorear y ocuparse de sus fuertes inversiones inmobiliarias en Morón, en el sur del país en la zona de Bariloche y hasta por ahí, en Punta del Este.

En un momento, aunque ni palabra nos mencionó, tal vez se le haya hecho agua la boca al amigo de la casa por preguntarle al hombre, acerca del tsunami dirigencial producido en la ACTC hace dos años que derivó en su salida luego de grandes turbulencias, o del Automovilismo para Todos e incluso, sobre el gran culebrón por el camión de exteriores que, aceleró la salida de su hijo de la órbita del TC.

Pero no; el ida y vuelta no pasó de una charla fugaz e informal; el hombre se perdió en la oscuridad del interior de la playa de estacionamiento, no sin antes lanzar “bueno, que sigas bien!”. Y casi al toque, mientras el amigo de Visión empezaba a retomar su camino hacia la reunión a la que llegaría irremediablemente tarde, salió Oscar Aventín, lo saludó y se perdió en el céntrico tránsito moronense al volante de una de sus impresionantes naves alemanas, de cuyo reproductor de sonido con todos los chiches, pareció escaparse el mítico What a Wonderful World, de la voz y la trompeta del genial «Satchmo”, Louis Armstrong.

 

Por C.S

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1 COMENTARIO

  1. Com se ganaa guita siendo dirigente de hasta un club de barrio mamaa mia como los afano a los pilotos este tienee inversiones en bariloche y punta seguro que no fue laburando no lo haces

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