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JOYA DE LA CORONA
Por Pablo Vignone

Es la carrera que todos quieren mirar, aunque sea por TV, y la que, en sueños, todos ansían correr, para manejar un auto en un circuito único que ya tiene más de 80 años de vértigo. Es la carrera que nació como respuesta a la soberbia de las grandes naciones europeas y la que le sirvió a la familia reinante para mantenerse a flote ante el bombardeo económico de un armador multimillonario griego. Es el Grand Prix de Mónaco, la joya de la corona de la Fórmula 1, que este domingo disputará su 68ª edición, más de tres cuartos de siglo después de haber sido creado por un visionario.


¿Quién no soñó alguna vez con acelerar en la subida al Casino, doblar en la horquillita de la vieja Estación, doblar a fondo en el Túnel, encandilarse con las reverberaciones del mar viajando al borde de la Bahía? Mónaco, un circuito especial que sólo se utiliza una vez al año, el domingo posterior al de la Ascensión, fue el fruto de dos años de caminata de Anthony Noghes, el hijo del fundador del Automóvil Club de Mónaco (ACM). Y el dibujo que trazó junto a Louis Chiron, el piloto monegasco más prestigioso de la historia, ha sufrido pocas modificaciones desde entonces.
En 1925, Noghes viajó a París para una reunión de la Asociación de Automóvil Club, un antecedente de la FIA actual, pero las asociaciones de Francia, Alemania e Italia consideraron ridículo el pedido del representante del pequeño Estado de ser considerado un igual. “Para desaprobar sus objeciones –reaccionó entonces Noghes sin saber bien de qué hablaba– puedo informarles que el próximo año verán una carrera internacional en el territorio del Principado, que despertará el interés mundial.”

No fue al año siguiente: durante dos años, Noghes caminó las calles de Montecarlo para trazar un circuito. El 14 de abril de 1929, 17 coches se presentaron a la largada en el boulevard. “Lo más cercano a una carrera de carrozas romanas que se haya visto en años recientes”, opinó la revista Autocar. Había nacido un clásico. Al inglés William Grover y su Bugatti les tomó casi cuatro horas completar 100 vueltas al circuito de poco más de 3 kilómetros. Acá podés ver algo de esa carrera:

Quince años más tarde, peleando para la Resistencia francesa, Grover moriría en manos de la Gestapo.

El Grand Prix resultó una herramienta perfecta para que Mónaco compitiera con la Riviera francesa atrayendo turistas de alto poder adquisitivo, y en los días en los que el príncipe Rainiero libraba una sorda batalla con Aristóteles Onassis por el control del Casino, la principal fuente de recursos del pequeño Estado de los Grimaldi, los ingresos que proporcionó la carrera le permitieron al fin ganar el combate.

Transformado en el reducto del jet-set, el GP de Mónaco es la carrera en la que se congregan la aristocracia y la opulencia, en la que los equipos no sólo compiten por ganar la competencia, sino por el glamour de sus invitados. RedBull tendrá, en lugar de un motor-home, un boat-home: amarrar un yate por el fin de semana en alguna de las marinas de la Bahía cuesta 60 mil dólares.

Mónaco es la única carrera del Mundial de Fórmula 1 en la que la actividad comienza el jueves en lugar del viernes: es para que los turistas tengan un día más para gastar en el Principado. Los hoteles cobran estadías mínimas de una semana, aunque se duerma una sola noche.

Aunque los precios de las entradas sean los más exorbitantes del calendario, son las que primero se agotan. La “popular”, la colina que se extiende a la derecha de la Bahía, y que la separa del Palacio Real, cuesta 50 euros para el sábado y 85 para el domingo. Las más caras –casi todas las tribunas en la zona de los boxes– cuestan 85 euros el jueves, 245 el sábado y 499 el domingo. Vagamente, unos 2500 pesos… Y en los departamentos de los edificios circundantes con balcones a la carrera se organizan fiestas con champagne libre: en ese caso, un ticket puede costar hasta 5 mil euros.

Mónaco también es la única carrera en la que los chapuzones se computan como causas de abandono, junto a roturas de suspensión y caja, las más habituales en el demandante circuito en el que se cambia de marcha 10 mil veces durante la carrera. Alberto Ascari en 1955 y Paul Hawkins en 1965 terminaron con sus autos en el mar, despistados en la zona de la chicana. Otra excentricidad que hace único al Grand Prix.

TODOS PAGAN MENOS EL PRINCIPADO

De todos los Grands Prix del Mundial, a los que Bernie Ecclestone les sacude el fee por la cabeza (y Abu Dhabi o Bahrein pagan en decenas de millones de dólares…) Mónaco es el único que no abona un solo eurocentavo por tener a la F-1. Tampoco le cobra a Ecclestone por recibirla; el inglés abonaría lo necesario. Se queda con los ingresos publicitarios y el ACM con lo recauda por entradas.

Con esos ingresos, el Principado no dudó seis años atrás en hacer una inversión millonaria en la carrera, aun a riesgo de comprometer la belleza arquitectónica de Montecarlo, construyendo boxes permanentes en pleno boulevard portuario, que costaron 20 millones de euros.

Los nuevos puestos de abastecimiento no darán, como es tradicional, a la recta principal –en este caso el Boulevard Albert I– sino a la Bahía, por una sencilla razón: frente a ellos se levantó una nueva tribuna con capacidad para 10 mil personas. Si alguna quiere tener acceso a los boxes más exclusivos de la F-1, tiene que abonar 683 euros…

Para transformar las calles en el circuito soñado por cualquier aficionado al automovilismo, el ACM emplea 32 kilómetros de guardarrail, 810 toneladas de acero y madera para levantar las tribunas, y 16 mil metros cuadrados de alambrado tejido. En la carrera trabajarán 590 auxiliares de pista, y 220 bomberos tendrán a mano 500 extinguidores, uno cada 15 metros de pista. Además, se emplean 7000 gomas en desuso para contener los despistes.

Durante los cuatro días que dura el Grand Prix, las calles se cierran a las 6 de la mañana y los habitantes de los edificios linderos necesitan pases especiales para acceder a sus departamentos.

ESPECIALISTAS EN CORDONES

El circuito de Montecarlo es para especialistas. Por eso, su historia está cargado de múltiples ganadores, como Ayrton Senna, que lo ganó seis veces entre 1987 y 1993, perdiendo la edición de 1988 al desconcentrarse cuando llevaba un minuto de ventaja; o Graham Hill, que lo hizo en 1963, 1964, 1965, 1968 y 1969. Michael Schumacher, que vuelve a Mónaco después del papelón que protagonizó en 2006, su último año en la F-1 antes de su retiro de tres años, ganó 5 Grands Prix en Mónaco, en 1994, 1995, 1997, 1999 y 2001. Si no recordás lo que hizo Schumi en 2006, te lo refrescamos:

Después de 12 horas de deliberación, los comisarios deportivos le quitaron los tiempos a Schumacher y lo mandaron a largar desde el fondo de la grilla.

Dos argentinos ganaron el Grand Prix de Mónaco: Juan Manuel Fangio lo hizo en tres oportunidades (en 1950 con Alfa Romeo, en 1955 con Mercedes-Benz y en 1957 con Maserati) y Carlos Alberto Reutemann lo hizo en 1980 con un Williams.

Los últimos ganadores fueron Jenson Button (2009, Brawn-Mercedes), Lewis Hamilton (McLaren-Mercedes, 2008), Fernando Alonso (McLaren-Mercedes, 2007 y Renault, 2006), Kimi Raikkonen (McLaren-Mercedes, 2005) y Jarno Trulli (Renault, 2004).

12/5/2010



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3 COMENTARIOS

  1. Excelente esta nota sobre Monaco, distinta, muy buena. Soy un medico al que le gustan losautos pero no sigo de cerca a las carreras, solo voy una vez por año o dos a lo sumo a ver alguna de TC.

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