NADIE SE LA QUISO PERDER.

No queda dudas de que las 500 Millas de Daytona, que abrieron el calendario 2018 de la NASCAR, fueron una verdadera fiesta, a tal punto que Chip Wile, el presidente de la categoría, estimó que se acercaron personas provenientes de 49 países y de todos los puntos de los Estados Unidos para vibrar con la 60° edición de una de las carreras más importantes del país junto con las 500 Millas de Indianápolis de la Indy.

Una vez más, se vendieron la totalidad de las 160.000 entradas para las tribunas por tercer año consecutivo, aunque se estima que hubo unas 200.000 personas que llegaron al autódromo en sus casas rodantes. Y la gente lo pasó bárbaro. Es que, entre las comodidades que hay para el espectador, hay pantallas gigantes con sonido de alta definición que les permitió ver la carrera sentaditos en una mesa bajo el solcito y picando algo tranqui.

 

Eso sí, si algo diferencia a los aficionados norteamericanos al automovilismo respecto a los seguidores argentinos, como es sabido por tantos, es la gran pasión que transmiten los nuestros. Los norteamericanos lo viven de una manera mucho más relajada y tranquila y no sólo disfrutan el evento, también de otras atracciones y de reunirse con amigos en el mismo circuito.

Lo mejor de todo es que el espectáculo en pista pagó con creces el precio de las entradas. La victoria fue para Austin Dillon que, increíblemente, sólo lideró la accidentada carrera en la última vuelta tras arrebatarle la punta -toquecito mediante- a Erick Almirola. Ah, y a modo de festejo, luego de la victoria se tatuó «Campeón de Daytona 500»… en la cola.

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Mirá la apasionante definición:

httpv://youtu.be/j9Fh2WZMQtQ

 

 

Por Carlos Saavedra (Especial desde Daytona, Estados Unidos).

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