“PERNIA ES TRISTE”
Esta era una frase que por fines de los 70 hizo famosa el recordado y desaparecido actor cómico Mario Sapag, en un programa cómico televisivo en tiempos que Vicente Pernia. El Tano buscaba su lugar como marcador lateral derecho de la selección argentina de fútbol, que se preparaba para el Mundial 78. Por entonces, su hijo Leo (nacido en 1975) era un chiquilín que iba detrás de una pelota, y no pensaba en los autos de carrera.
Pasó el tiempo y en el ocaso de su campaña como futbolista, papá Vicente pudo dar cauce a su otra pasión deportiva, que no era otra que el automovilismo. Llegó hasta el subcampeoanto de TC. Esa pasión por las carreras de autos también, tras probar en el fútbol aunque con menor suerte que su padre, la heredó Leonel.
En esta década sobre autos de carrera, Leo demostró muchas cosas, entre tantas que nunca era triste. Por el contrario, además de una capacidad conductiva en la que confió Victor Rosso para darle un Honda de TC 2000, mostró temple, combatividad (a veces en exceso) y una perseverancia a prueba de frustraciones.
“Nunca bajé los brazos, porque sabía que en alguna definición se me tenia que dar”,fue una de las tantas frases que Leo repitió, tras bajar del Renault Fluence en Neuquén con ese título de campeón que le había sido tan esquivo, y cuya emoción por conseguirlo no pudo canalizar totalmente, ante el acoso de productores televisivos y asistentes de la categoría para que apurase el paso y compliese con los compromisos de la TV.
“De no haber ganado el título de Super TC 2000, me hubiese quedado como una gran cuenta pendiente en mi campaña deportiva”, puntualizó para dar valor al gran peso de esa mochila que se había sacado, y que por encima de la validez de 5 subcampeonatos, arrastraba las frustaciones de dos titulos (2010 y 2015) perdidos en luchas mano a mano con dos campeones del nivel de Norberto Fontana y Néstor Girolami.
Esta vez Leo derrotó a otro gran campeón como Matías Rossi. No fue en una lucha mano a mano aunque durante 24 de las 26 vueltas, el Toyota número 17 resultó una permanente sombra del Renault Fluence numero 3. Esa sombra roja nunca tuvo el nivel de amenaza, y ni siquiera hubo un intento de superación. Matías pareció resignado ante una superioridad de su rival que ya se había mostrao el sábado cuando tras ganar la clasificación y la súper, elevó a 12 puntos la diferencia. “Cuando me puse detrás de Leo e intenté acercarme, me hizo 4 o 5 autos de diferencia”, argumentó Rossi sobre una superioridad que le quitó calor emocional a la definición del titulo, en una situación que estuvo acorde al escenario elegidos.
“Leo es un merecido campeón”, elogió Agustín Canapino ganador de punta a punta y sin problemas sobre un contundente Chevrolet Cruze, en lo que resultó una carrera tremendamente lineal. Tan destacable como su victoria fue el gesto del Titán en la ceremonia del podio, al cederle el escalón más alto a Pernía (terminó segundo) en honor a su flamante condición de campeón. No es común.
Leonel Pernía es un merecido campeón. Supo combinar eficiencia (3 victorias) y confiabilidad (llegó en las 13 finales) scbre el Renault Fluence que le entregó el equipo de Marcelo Ambrogio, y tampoco hay que olvidar el «sacrificio» de Facundo Ardusso para trabajar desde mitad de temporada en beneficio de las chances de Leo, sin que se le cayesen las medallas por ser bicampeón. También la justicia del título tiene que ver con su perseverancia para superar decepciones, y no abandonar el camino en busca del objetivo.
Por fin Leo Pernia es campeón del Super TC 2000. Por eso ya no le podrán decir como a su padre en fútbol que “es triste en el automovilismo”. Se ganó un buen lugar, que potencia su valor por no ser alguien nacido en la cuna del automovilismo
Fotos: Prensa Súper TC 2000.