AL FINAL NO QUEDÓ MUY CLARO SI LE GUSTÓ O NO…

No solo fue la 18a victoria del año en 21 carreras, ni la que le permitió igualar el record de 53 triunfos en la Fórmula 1 que tenía Sebastian Vettel. Para el tricampeón mundial Max verstappen la experiencia de Las Vegas estuvo teñida de polémica desde el comienzo, aunque al final aflojó y acabó cantando el éxito del recordado Elvis Presley.

 

Frente a mensajes corporativos como los de Lewis Hamilton o Daniel Ricciardo, entusiastas defensores de la experiencia vegana, Max le pegó un fierrazo al último invento de Liberty Media prácticamente desde el arranque.

“Parece que este Grand Prix es 99 por ciento show y uno por ciento carrera”, afirmó el neerlandés antes de admitir que se había sentido como “un payaso” en la rocambolesca presentación del Las Vegas GP tres días antes de la prueba.

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A continuación desoyó la indicación de Stefano Domenicali, el CEO de la F-1, de asistir a la cena conmemorativa. Los 20 pilotos fueron “convidados” a asistir, pero concurrieron menos de la mitad. La rebeldía superó el 50 por ciento, pero pese a ello pocos se hicieron oír.

El sarcasmo de Max continuó cuando supo que los espectadores barridos de las tribunas el jueves antes de la FP2 a raíz de temas presuntamente legales, habían sido compensados apenas con vouchers por US$ 200 para gastar en la tienda oficial de Fórmula 1. “Además quieren que sigan gastando”, afirmó entre lacónico e irónico. “Si fuera yo, rompería todo”, señaló a continuación: acaso su mensaje más violento.

Más tarde amplió su punto de vista: “Me encanta la pasión y la emoción de estos lugares, y me encanta Las Vegas, pero no para conducir un coche de Fórmula 1”, apuntó. “Un Fórmula 1 realmente está vivo en un circuito de verdad. Me encanta tomar unas copas, apostar todo al rojo, comer algo rico, pero… ¿emociones, pasión? No está ahí en comparación con algunos circuitos de la vieja escuela. Me gustan más los circuitos de verdad, Spa, Monza… Ver a los aficionados allí es increíble y cuando me subo al auto me emociono y me encanta conducir por esos sitios”, comparó. Aunque ninguna comparación fue tan gráfica y despectiva como la que hizo con el circuito de Montecarlo: “Mónaco es la Champions League, Las Vegas es la National League (la quinta división del fútbol inglés)»

Insistió: “Cuando era niño, lo que me enamoraba era la emoción del deporte, y no el espectáculo que lo rodeaba. Como piloto de verdad, eso no debería importar. Un coche de Fórmula 1 en un circuito urbano no cobra vida, no es tan emocionante. Cuando vas a Spa-Francorchamps, Monza y ese tipo de lugares tienen mucha emoción y pasión”.

La preocupación por la velocidad de la Ferrari en esos ensayos libres capturó toda su atención y entre viernes y sábado se preocupó por encontrar el antídoto. Pese a que demostró deplorar la ocasión, no renunciaba a ganar la carrera. Por supuesto, enfundado en un buzo antiflama decorado como los míticos trajes de Presley…

Redujo la carga de su alerón trasero para la clasificación, sabiendo que perdía downforce pero que así podía competir en velocidad final con el monoposto escarlata de Charles Leclerc. Perdió la pole sabiendo que su auto podía estar mejor preparado para la carrera. Y eligió cometer una falta táctica -sacar al monegasco de la pista en la primera curva- porque la ventaja de correr las primeras 15 vueltas en aire limpio compensaba largamente la penalidad de cinco segundos que le endilgaron con justicia.

Pero la perdía, de todas maneras, porque calzado con gomas medias el RB19 no era match para la Ferrari. Fue el safety-car que produjo el toque que protagonizó con George Russell -una caso ejemplar de buena fortuna- le sirvió para volver a ponerse en contención por la victoria. Con gomas duras, el RB19 revivió, con menos carga que su compañero Checo Pérez lo dejó atrás y la decisión de Leclerc de no detenerse a cambiar neumáticos en el periodo de SC le facilitó el final.

“And I’m just the devil with love to spare
Viva Las Vegas, Viva Las Vegas”

En la vuelta de honor, comenzó a cantar el hit de Presley. Su participación en el “podcast de Max Verstappen”, como llaman en RedBull a la charla en cada “cooldown room”, en este caso a bordo de una limosina y sentado entre Leclerc y Pérez lo mostró juvenil y fresco como siempre: “Ahora vamos al night club. ¡Nos vemos mañana! ¡O no!”

Más tarde llegó el turno de la conferencia de prensa final, en la que, una vez despojado de toda la tensión y con el fin de semana ya atrás, aflojó el rigor: “Bueno, siempre esperé que fuera una buena carrera. Ese nunca ha sido mi problema. Hoy fue divertido. Eso es lo único que quiero decir al respecto; Creo que hoy fue divertido. Espero que todos lo hayan disfrutado”.

Y se marchó en su avión privado, en la misma noche del sábado, rumbo a Abu Dhabi, dónde hace dos años ganó su primer título mundial y dónde este domingo pondrá cierre a la temporada 2023. Seguro que se marchó sin escuchar la recomendación de Kevin Magnussen: “Me parece bien tener una opinión, pero en este caso quizás lo mejor habría sido guardársela”, apuntó el piloto de Haas. “Porque en definitiva, nos pagan bastante buenos salarios, vivimos una muy bunea vida, todo a causa de esto, y quizás deberíamos tener un poquito más de cuidado con lo que decimos”.

¿Viva Las Vegas? Mmmmmm…

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