FUE PRESENTADO EN LA ASOCIACIÓN ARGENTINA DE VOLANTES (AAV).
El libro «Los Benamo, 3 generaciones, la misma pasión», cuyo autor es Pablo Legakis, un escritor de la ciudad de Bahí Blanca, el mismo pago de la familia Benamo, narra la vida de hombres, apasionados de verdad por las carreras de autos. Manuel, «Manolo», desaparecido, quien pegó la primera acelerada, padre de Enrique y abuelo de Lucas. Los tres a sus tiempos, corredores de alma.

Visionauto reproduce el prólogo de «Los Benamo, 3 generaciones, la misma pasión», escrito por Ricardo Delgado, reconocido periodista con vasta trayectoria, y amigo personal de Enrique.
«En mis más de 50 años con el deporte-motor, la lista de gente conocida se me hace poco menos que innumerable. Colegas de la Argentina y el mundo, mecánicos, patrocinantes, organizadores, jefes de equipo, directores –técnicos y deportivos- y varios etcéteras más, hasta llegar al verdadero factótum de la actividad: El piloto de competición.
Uno de los perfiles más exacerbados en cualquier disciplina deportiva unipersonal, y quien debe aglutinar su propia gestión sobre un auto de carrera, con lo mejor que pueda extraer de un variopinto grupo de personas que lo acompañan, en la búsqueda del objetivo común: Competir. Porque, sin dudas, ganar es otra cosa…

Dueño de una encendida mezcla de pasión y control, buscando equilibrar que uno no afecte a lo otro y viceversa, confiando en el verdadero instinto de competir que arrastra desde la cuna, y que lo llevó a no cambiar ese lugar sobre un auto de carrera por ningún otro en el mundo. A lo que, además, se suma un factor no menor: lo que propone un auto de carrera, quizás, el elemento más complejo del cual se puede servir un deportista para su gestión. Y todo esto puesto a prueba, en un ámbito más peligroso que ninguno, donde la única ley es la de la velocidad…
Un perfil que siempre seduce, que pocas veces un piloto pone en evidencia y, sin embargo, aparece cuando se calza el casco. Una especie de liberación de instintos, que hacen del piloto una sugestiva combinación de audacia y concentración, de precisión y exuberancia, de estrategia y riesgo…
Sin duda parece demasiado para un ser humano corriente. Sin embargo, para los pilotos esto es poco menos que algo rutinario y hasta mucho más normal, de lo que una persona común podría imaginar.
Pero una cosa es hablar de un piloto determinado, y otra es hablar de tres generaciones sucesivas de pilotos en una misma familia!
Con los Andretti allá y los Di Palma acá, sólo por citar algunos casos y como referencia, era casi inevitable que llegara el momento de LOS BENAMO…
Una trilogía que tuve la fortuna de conocer y tratar, en más de medio siglo de actividad profesional (desde Corsa y Parabrisas, hasta Gente, TN y Fox, entre otros medios). En este caso fue a través de una relación mucho más intensa, profunda… y de ambas partes!
Manuel “Manolo” Benamo fue el líder. Inquieto y generoso como pocos personajes del automovilismo que conocí. Sin embargo, quedarme sólo con eso, hasta sería injusto para quien fue el fundador de la ‘saga Benamo’ en el deporte-motor argentino.
Si lo tuviese que definir con una sola palabra, lo tendría que hacer con una que aún no figura en el idioma castellano. Una combinación de audacia, temperamento y entrega, como pocas veces he visto. Convertirse en piloto fue casi una obviedad, y la pista exaltó lo que su carácter proponía.
Un titán energético tanto en el deporte como en la vida desde que lo conocí, y hasta la última vez que lo vi (pobre Paulina, que lo acompañó siempre!). Siempre con un ‘voltaje’ que lo llevó, orillando los ´90, a seguir apuntando hacia el sur de su querida Bahía Blanca, visitando amigos y clientes patagónicos. Viajando solo, y casi siempre a más de 140 a través de cientos de kilómetros de ruta, que no lograron atemperar un personaje que, de la mano de su carácter “forjó a su imagen y semejanza”.
Su hijo Enrique “Quique” Benamo, no se parece mucho. Más accesible, menos inquieto en el trato y más empático que Manolo, hasta que llegaba el momento de bajar la visera de su casco… Allí, las sutilezas le daban paso a una conducción precisa y ‘fina’, si se quiere, aunque siempre en la búsqueda de esas ínfimas décimas menos, que en automovilismo separan lo bueno de lo mejor.
Veloz, pulido, rítmico, Enrique fue el único de la saga con despegue internacional, cuando en los ’80 fue a correr el Trofeo Vandervell de F3 inglesa, probablemente, una de las categorías más competitivas de la historia.
Fui contemporáneo de Enrique, aquí desde sus inicios enn F4 y F2 Nacional, y allá en la especialidad británica, con un detalle no menor. Durante el conflicto de Malvinas (llegué a Londres el 2 de abril del ’82!), convivimos durante un mes completo, viajando juntos todos los fines de semana a un circuito diferente: él a competir, yo a cubrir esas carreras para Corsa. Esa convivencia consolidó la amistad de la que hoy disfrutamos.

Después llegó Lucas Benamo. Claro, con semejantes ejemplos, nunca iba “a poner un kiosco”!! (con todo el respeto que me merecen los kiosqueros). Probablemente, más parecido a su abuelo Manuel que a papá Enrique. Inquieto y temperamental, aunque no tan extremo como el líder. Heredó la pasión por el deporte de las dos generaciones que lo antecedieron, a los que sumó, seguramente producto de su época, conocimientos que no se aplicaban previamente. Aportes psíquicos, otro tipo de alimentación y entrenamiento físico específico, más su proverbial competitividad, lo convirtieron en un piloto enfocado en los objetivos algo que, sumado a la genética heredada, lo llevaron a coronarse campeón argentino 2005 en la Fórmula Renault, una disciplina tan competitiva como espectacular y la mejor categoría promocional que hubo en la Argentina.
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Demás está decir que cuando Enrique me convocó para desarrollar esta introducción, me sentí muy honrado de dar el paso inicial a la minuciosa y prolija entrega del autor de la obra, Pablo Legakis. Aunque, también reconozco, que colmaría mis expectativas que todos los que ingresaran, tomaran consciencia de que, junto con mi orgullo henchido por haber sido sugerido para llevar adelante esta misión, para la ocasión abandoné el costado profesional del cual me precio: fue hecha con el corazón, escrita desde “las tripas”, y como parte de un intercambio de afectos con esta familia Benamo que tuve el honor y el placer de conocer…».



















