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El McLaren no tuvo problemas y Lole supo llevarlo a un meritorio podio en su debut en la Fórmula 1.
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AQUELLA PRIMERA VEZ DE REUTEMANN
Por Miguel Sebastián
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Había hambre de Fórmula 1 en aquel enero de 1971 en Argentina. Es que tras aquella década de oro de los 50 con los cinco títulos de Juan Manuel Fangio y el gran protagonismo de Froilán Gonzàlez, llegó la del 60, brillante para la Máxima, pero de una ausencia total para nuestro país tanto en pilotos como en Grandes Premios. Apenas tuvo el consuelo de las Temporadas Internacionales de Fórmula Junior, Tres y Dos. El arranque de los 70 hizo renacer expectativas gracias a ese equipo que puso el Automóvil Club Argentino y que impulsó como director deportivo Héctor Staffa y que con todo lo que debía tener (logística, autos, pilotos y técnicos) se largó en la temporada 1970 a medirse con los mejores de la Fórmula 2, por entonces la antecesora de la Fórmula 1. No hubo triunfos en ese primer año pero si varios reconocimientos, especialmente para Carlos Alberto Reutemann. Esto derivó en la posibilidad de recuperar el Gran Premio, algo que la Formula 1 también quería para volver a visitar tierras sudamericanas que por esos años todavía no conocían la escala brasileña.
Aquellos eran tiempos donde los reglamentos todavía prevalecían por sobre intereses comerciales. Por eso era obligatorio hacer una carrera sin puntaje antes de tener una fecha por el Mundial. Los organizadores argentinos la consiguieron para el 24 de enero, dos semanas después de los Mil Kilómetros de Sport. También se movieron bien y lograron subir a Reutemann a un digno McLaren M7 Cosworth de la escudería privada Ecurie Bonnier, propiedad de Jo Bonnier, un piloto sueco que pasados los 40 años de edad y su efímero momento de gloria, se dedicaba a ese tipo de negociaciones habituales por entonces en la Fórmula 1 no tan estructurada en equipos como la actual. Paradojicamente, Bonnier se mataría un año y medio más tarde en las Veinticuatro Horas de Le Mans en una de sus esporádicas participaciones sobre autos Sport.
Todo el esfuerzo de los organizadores y las ilusiones de Reutemann estuvieron a punto de derrumbarse. El trágico accidente de
Ignacio Giunti sobre una Ferrari en los Mil Kilómetros realizados dos semanas antes en Buenos Aires motivó que el equipo italiano retirara las inscripciones de su equipo de Fórmula 1 que incluía al subcampeón Jacky Ickx, a Clay Regazzoni y el mencionado Giunti. La suspensión provisoria de Jean Pierre Beltoise, por considerárselo culpable del accidente de Giunti, sacó a un Matra de la lista y produjo otra baja importante. Tampoco se anotó Tyrrell que prefirió mandar a Jackie Stewart y Francois Cevert a probar en el Kyalami sudafricano antes que viajar a Sudamérica. La grilla quedó así reducida una decena de autos de Fórmula 1 y esto hizo tambalear la carrera, pero ahí surgió otra vez la determinación de los organizadores para sacarla adelante y completarla con media docena de autos de Fórmula 5000 (de mayor peso y cilindrada) algo habitual también esos años. Esto abrió la posibilidad de que se sumaran dos argentinos que por entonces se destacaban en la actividad local: el campeón de Sport Prototipos Néstor García Veiga y Carlos Marincovich.Lotus fue la estrella de aquel fin de semana. Por la puesta en pista de su famoso modelo 72, por mostrar como pilotos a un futuro campeón en pleno ascenso como el brasileño Emerson Fittipald y a un joven sueco como Reine Wisell que prometía, (quedó en eso) seguir los pasos de su compatriota Ronnie Peterson y fundamentalmente por la presencia de Colin Chapman, su genial creador y por entonces ya una leyenda de la Fórmula 1. El elenco se completaba con los March 701 de los experimentados Jo Siffert, Henri Pescarolo y Derek Bell, pilotos más éxitosos en Sport que en F 1 aunque Siffert ya era ganador, el Surtees TC 7 de Rolf Stommelen , el rendidor Matra MS 120 del talentoso pero desafortunado Chris Amon y el impresentable Bellasi que el suizo Silvio Moser apenas pudo clasificar para dos Grandes Premios. Con estos nombres debió vérselas Reutemann en su primera carrera en Fórmula 1. La corrió a tres meses de cumplir 29 años… Te pueden parecer muchos comparándolos con estos tiempos donde Sebastian Vettel fue campeón con 22 años y donde Esteban Guerrieri, que recién celebró los 26, dice que está viejo para entrar a la Fórmula 1, pero no lo era para aquella época, donde el mundo todavía comentaba asombrado del estreno triunfal de Emerson Fittipaldi con 23 años en el Gran Premio de Estados Unidos. “Quiero llegar” fue la consigna de Lole para enfrentar su primer examen en la Máxima aquel 24 de enero de 1971. No era simple porque comprendía nada menos que 100 vueltas al circuito 9 de por entonces 3.413 metros, divididas en dos series de 50 giros. Igual era mucho para una carrera no puntable. Arrancó bien Lole con un meritorio quinto puesto en clasificación a 64/1000 del poleman Stommelen. Perdió un lugar al terminar la batería inicial ganada por el alemán, pero fiel a su plan no desesperó. Hizo una buena largada en la segunda batería y escaló dos lugares, incluso por encima de Amon, pero enseguida el neocelandés lo superó. Inmutable, Lole siguió en lo suyo y los resultados se empezaron a ver cuando sus rivales pagaron el precio de la lucha. Stommelen quedó afuera por problemas de caja, Siffert y Wissel, por sendos trompos. Así el McLaren anaranjado número 16 con la destacada publicidad de un aperitivo escaló al tercer lugar. Adelante Amon era inalcanzable en la punta, lo mismo que Pescarolo en el segundo lugar. Esto no le importó a los muchos aficionados que poblaron las tribunas del autódromo. Un podio de Lole en su debut era más de lo imaginado. Por eso además de disfrutar del inconfundible y dulce sonido del motor Matra del ganador, se dedicaron a esperar con ansiedad cada paso del McLaren por la recta principal. Así hasta el final, donde el rostro sonriente de Reutemann desde el tercer lugar del podio resultó la mejor rúbrica para tan especial día. En lo más alto, Amon festejó con la esperanza de haber encontrado en ese Matra el arma para lograr su ansiado primer triunfo en el Mundial, ese mismo que nunca llegó para el neocelandés que como tenue consuelo se llevó dos victorias en carreras sin puntaje. La última fue ésta de Argentina. “Ahora, me gustaría manejar el Brabham BY 33” reconoció Lole, como siempre, mirando más allá de los halagos de ocasión. Nueve meses más tarde se dio el gusto en Brands Hatch en otra carrera sin puntaje, truncada por la muerte de Siffert y el 23 de enero de 1972 tuvo su estreno mundial ante sus compatriotas y con pole incluida. La Fórmula 1 ya lo tenía entre sus elegidos. Le había abierto sus puertas aquel domingo de enero de hace hoy cuarenta años. Un recuerdo que se mira con la nostalgia de todo pasado y con la bronca de saber que ese pasado fue mejor que este presente que muestra a la Argentina cada vez más lejos de la Fórmula 1.
grande lole, parece un cuento que haya habido un argentino de su capacidad como ultimo ejemplo con chances de ganar. excelente nota
richardone