DOMINGO 18 DE AGOSTO de 1991. Bertrand Gachot, belga, 31 años, choca en pleno centro de Londres con el taxista Eric Court. Se toman a golpes de puño y Gachot le aplica un chorro de gas paralizante CS. Es detenido y encarcelado, a una semana del Grand Prix de Bélgica de Fórmula 1.
En Nurburgring, dónde se corre una fecha del Mundial de Sport Prototipo, un alemán llamado Willi Weber escucha la noticia. Gachot corre para la escuadra del irlandés Eddie Jordan. Y Weber conoce bien a Jordan desde que estuvo a punto de comprarle su escuadra de Fórmula 3.000.
Weber regresa a su hotel y telefonea a Jordan a la casa de éste en España.
-Tenés que darnos una chance – le pide.
-¿Estás loco? –reacciona Jordan- ¿A quién querés poner en mi auto?
-Al piloto que yo represento.
-¿Quién c… es?
-Vos sabés, el que ganó en Macao.
-Ah, sí, me acuerdo. ¿Es rápido?
-Tremendamente rápido.
-¿Y corrió alguna vez en Spa?
-Ufff, como cien veces…
-Bueno dejame tiempo para pensarlo.
Jordan telefonea a su team manager, Trevor Foster, que había visto al piloto de Weber correr en Japón.
-Ese pibe tiene habilidad, Eddie –le asegura.
-Sí, pero no tiene experiencia. ¿Por qué no probamos con Keke Rosberg?
-Eddie, ¿te das cuenta que Rosberg tiene 43 años?
-¿Cómo, no tiene 38?
Weber no le da tiempo a Jordan y le telefonea una vez por hora. Se gasta en un día 1.200 marcos, cerca de 800 dólares, en teléfono.
-Tendríamos que probarlo –acepta Jordan –y después decidiríamos si corre el domingo.
-¿Cuánto me sale el test?– preguntó Weber.
-Ochenta mil libras.
Algo así como 150 mil dólares. Un robo.
-Okey –acepta Weber- Yo te garantizo el dinero. Pero ponelo arriba del auto.
Weber arregla con Jochen Neerpasch, el hombre que dirige el team Junior de Mercedes-Benz, para que la marca alemana apoye económicamente a su piloto. El martes viajan los tres a Inglaterra. Jordan ya había despachado sus camiones hacia Spa, pero había dejado en Silverstone uno de los 191 con que la escuadra estaba haciendo su primer año en F-1, y un trailer para llevarlo urgente a Bélgica tras el ensayo. Ese mismo día se prueba la butaca.
Al día siguiente, el miércoles 21, en la pista esperan Foster, el director comercial Ian Phillips y tres mecánicos.
-Vas a hacer 25 o 30 vueltas al circuito chico –le dice Foster al piloto cuando éste se sienta en el auto- Tené en cuenta que éste es el coche que vas a correr, no hay repuestos, y cuando terminemos se va para Spa.
-No hay problema –dice lacónico el conductor.
Sale a la pista para una vuelta de reconocimiento.
-Por lo menos el motor no se le paró –repone uno de los mecánicos- Es una buena señal.
Vuelve a los boxes.
-Este es tu auto y éste es el motor que tenés que usar el viernes para clasificarte –insiste Foster- Tomáte tu tiempo, porque si rompés el motor, no hay repuesto. Tenemos solo dos motores para vos: uno es éste, el otro es para la carrera.
-Está bien –responde con calma el piloto.
-Salí y date unas cuatro o cinco vueltas –le pide Foster.
En tres vueltas marca el record del circuito. Nunca antes había manejado con frenos en fibra de carbono.
-Pedile que entre –le dice Phillips a Foster- Está andando muy rápido.
-Llamalo vos, este tipo es algo especial –responde Foster- Llamemos a Eddie y contémosle que encontramos a alguien que es muy bueno.
Foster se da vuelta hacia Weber.
-Tenés que decirle que hay que llevar el auto a Spa y que ese motor tiene que usarlo viernes y sábado. Tenemos que ser muy cuidadosos, y me parece que se está esforzando demasiado. No quiero tener que decirle a Eddie que el coche se rompió.
-No hay problema –responde Weber, y le transmite el mensaje al corredor en la parada.
-No entiendo –contesta extrañado su pupilo- Si tengo todo bajo control…
Los ingenieros de Cosworth llegan con el veredicto. Ni una sola pasada de revoluciones. Neerpasch arriba con la última nueva. Dos sponsors alemanes, TicTac y Dekra, aportarían las 150 mil libras –cerca de 250 mil dólares- que cuesta el alquiler del coche para la carrera. La última noticia llega desde Londres: el tribunal no liberaría a Gachot para la carrera.
Trato hecho, dice Jordan desde España. Phillips le entrega a Weber un contrato para que lo firme Neerpasch.
El jueves, manejando su Mercedes 230 Coupé, con Weber como acompañante, el piloto llega a Spa, a 40 kilómetros de su ciudad natal, un pueblito llamado Kerpen.
-Escuchame –le confiesa su manager- le dije a Jordan que conocías la pista muy bien porque habías corrido muchas veces.
-No, no es cierto –reacciona el piloto- Nunca corrí acá. Willi, tenemos que decirle la verdad.
-Eddie –encara más tarde Weber- Necesito decirte algo. Me equivoqué. No era Spa, era Zolder…
-Hijo de… –amenaza el irlandés- ¿Qué hacemos ahora?
-Nada.
Foster se entera del asunto. Y arregla las cosas a su manera con el otro piloto de la escuadra, Andrea de Cesaris, piloto del Jordan n° 33.
-Le pedí a Andrea que te lleve a dar un par de vueltas en su auto alquilado, así te muestra las curvas, dónde están los peligros, etcétera.
-No hay problema –contesta el novato.
Pero De Cesaris no quiere encontrar tiempo para revelar secretos. Se enfrasca en una disputa contractual con Jordan.
-Vas a tener que esperar un rato más –le pide Foster al piloto.
-No hay problema –responde. Va hasta el baúl de su Mercedes, saca una bicicleta plegable, la arma y sale a reconocer el circuito. Por primera vez en su vida.
Mientras tanto, en los boxes se juega su futuro.
-Yo estoy autorizado a pagar –dice por teléfono Neerpasch, desde Alemania, a Phillips- Pero el contrato tiene que ser estudiado por los abogados de Mercedes y eso va a demorar hasta la semana que viene.
-Si este chico no quiere firmar un contrato –esgrime Jordan- lo llamo a Stefan Johansson y le pido que corra él.
El piloto regresa, Jordan lo encara.
-Si no firmás, no estoy dispuesto a correr el riesgo de subirte a un Fórmula 1 y darte la chance de mostrarte si no hay algo para la compañía o el equipo.
Telefonean a Neerpasch
-No firmes nada –le exige éste.
-Si no firmo, no voy a poder correr.
-Hacé tiempo. Pediles que me manden una copia del contrato por fax. ¿En qué idioma está?
-En inglés.
-Pediles que lo traduzcan al alemán y que lo manden.
En ese momento entra Foster.
-Se está haciendo de noche y Andrea sigue ocupado.
-No hay problema –respira el piloto. Justo lo que necesitaba, tiempo. Vuelve a montar en la bicicleta y sale a completar su segunda vuelta.
¿Por qué no quieren firmar? El contrato es por lo que resta de la temporada más tres años, hasta 1994 inclusive. Pero Weber había sido informado en Spa por Tom Walkinshaw –por entonces team manager de Benetton- que Jordan dejaría el motor Cosworth en 1992 para usar los desconocidos Yamaha. Weber y Neerpasch no quieren atar a su piloto a un equipo al que creen sin futuro.
El texto que Phillips envía por fax a Neerpasch reza: “Me comprometo a firmar el contrato antes de la próxima carrera”. La versión que regresa de Alemania tiene una mínima corrección. “Me comprometo a firmar un contrato…”, y el guiño para el gancho.
Solucionado el problema, Weber y su piloto se retiran a descansar. Jordan no les había reservado hotel. Solo consiguen un pequeño cuarto en un Albergue de la Juventud, con dos camas y un inodoro entre ambas… Cada noche cuesta ocho dólares.
Viernes 23, primer ensayo no cronometrado. La primera vez que el piloto -22 años, 7 meses, 20 días- maneja un auto de carrera en Spa.
-El auto se va de cola aquí, de trompa allá –le cuenta a Foster.
-Pará –reacciona el team manager- Este es tu primer Grand Prix. Estás yendo bien, pero te falta todo el fin de semana. ¿No estás pasando tu límite, no?
-No –contestó el chofer- Estoy en el límite, no pasándolo.
Con 30 autos en la pista, termina la tanda.
Jordan n° 32: 1m55s322 (11°)
Jordan n° 33: 1m54s794 (8°)
A poco de salir a clasificar, El Jordan n° 32 experimenta una perdida de agua.
-Tenemos que sacar el motor para cambiar la bomba de agua –le explica Foster- Pero Andrea no está cómodo con la puesta a punto de su auto, y va a usar el muletto. ¿Te molestaría usar su coche?
-No hay problema.
Cambian la butaca y lo mandan a la pista. Así termina la tanda clasificatoria:
Jordan n° 32: 1m53s290 (8°)
Jordan n° 33: 1m54s186 (13°)
Los comisarios de pista convocan al piloto tras la tanda. Quieren saber por qué había seguido de largo a gran velocidad en la chicana de la Parada del Autobús.
-Porque Prost me tapó.
-¿Cómo dice eso de un campeonísimo como Prost?
-Yo estaba terminando mi vuelta rápida y él empezaba la suya. Yo frené al límite, pero él frenó un poco antes y entonces me dejó dos posibilidades: o lo chocaba o me mandaba por la calle de escape. Pensé que hacía lo mejor.
Después del incidente tiene que acudir al briefing con los ingenieros de pista.
-En las curvas rápidas antes de la Parada del Autobús hay algunos saltos –se queja De Cesaris- y el auto se pone nervioso allí.
-¿A vos te sucedió lo mismo? –pregunta Foster al recién llegado.
-Sí, durante un par de vueltas, pero es porque esas curvas se hacen a fondo. La levantada desestabiliza el coche. Así que las hice a fondo y no tuve más problemas.
De Cesaris enmudece.
-No puedo doblar Pouhon en sexta, y si pongo quinta el coche se mueve mucho –insiste el italiano.
-¿Y vos? –insistió Foster.
-Me pasó en tres o cuatro vueltas. Pero como son dos curvas a la izquierda, lo que hice fue doblar la primera en quinta, poner sexta en el medio y pisar apenas el freno con el pie izquierdo antes de entrar a Pouhon. Así el auto se calma.
De Cesaris se desarma.
-¿Usaste todo el coche? –le preguntan al debutante.
-No el 100 por ciento, pero sí el 98. Me lo tomé con calma, porque solamente quería clasificar el auto, nada más.
Esa noche, Weber y su piloto cenan en una pizzería de Spa. El lugar está repleto, pero nadie palmea al piloto, un perfecto desconocido.
-No probé doblar a fondo Eau Rouge. Al principio la tomaba en quinta, después me animé a poner sexta. El problema es acostumbrarse. Se puede hacer a fondo, pero sin experiencia hay que ir paso a paso.
Sábado 24, entrenamientos libres. Durante la mayor parte de la tanda, el novato permanece al tope de la tabla. Finalmente, con gomas de clasificación, baja dos segundos su tiempo:
Jordan n° 32: 1m51s071 (5º)
Jordan n° 33: 1m53s753 (12º)
No empieza a hablarse de otra cosa que no sea el joven debutante. Walkinshaw y Weber comparten unos minutos en el paddock. Lo del escocés no es beneficencia sino el más maquiavélico ajedrez que es cotidiano en la Fórmula 1. Además de team-manager de Benetton, es el director deportivo de Jaguar en el Mundial de Sport, y como el principal rival de Mercedes-Benz, sabe quién es el novato. Jaguar usa los motores Ford HB que utiliza Benetton en F-1, y que para 1992 serán exclusivos de la casa de Enstone, dejando a Jordan sin impulsores: por eso sabe lo que sabe, y por eso se lo cuenta a Weber. Su próxima movida será contratar al joven piloto. No para 1992, sino lo antes posible.
La clasificación dura la hora habitual, de 13 a 14. Al término, el orden era el siguiente: Senna, Prost, Mansell, Berger, Alesi, Piquet, el novato. Séptimo.
Jordan n° 32: 1m51s212 (7º)
Jordan n° 33: 1m51s986 (11º)
En toda su historia, solo una vez Jordan había puesto uno de sus autos entre los diez primeros en clasificación. Esta de Spa esta la segunda ocasión.
-Yo sé que no manejé bien –se lamenta un destruido De Cesaris- pero ¡un segundo y medio! ¡No es posible, no es posible!
-La primera vuelta fue clara –explica el piloto a los periodistas que querían escuchar su voz por primera vez- pero en algunos tramos no estaba realmente al límite. Quería tomar riesgos en la siguiente. En la segunda lo hice mejor, pero al llegar a la chicana se me cruzó un rezagado y perdí acaso un segundo.
-Su ambición debe ser ganar el Mundial de F-1. ¿Pensó sobre eso? –le pregunta el periodista inglés Adam Cooper.
-Mi futuro es competir en Fórmula 1. Nada más –responde.
-Este chico puede ser algo especial –pronostica Ayrton Senna.
A la noche, en el minúsculo cuarto, Weber y su piloto conversan hasta muy tarde.
-Hoy pude tomar Eau Rouge a fondo –alcanza a decir antes de dormirse.
Temprano en el domingo, continuan las sorpresas. El debutante marca el cuarto tiempo en las pruebas de tanques llenos. Pero se queja de que el embrague patina. Se lo cambian para la carrera.
-Tenemos que ir al Paddock Club, nuestros invitados quieren conocerte –le pidió Foster- ¿Tendría inconveniente en dirigirles algunas palabras? Son unos 400..
-No hay problema…
A las 14 del domingo 25 de agosto de 1991 se pone en marcha el Grand Prix de Bélgica. A las 14:00:25, la carrera del novato termina, a causa de su único error de todo el fin de semana.
-Cosworth no nos dejaba usar un embrague de tres placas, porque era muy pesado para el cigüeñal, así que usábamos uno de dos –explica Foster- La verdad, eran algo frágiles. Le cambiamos ese embrague, él practicó una largada yendo para la grilla y le salió bien, pero resintió el embrague. Picó desde el quinto lugar, y eligió una línea cerrada para doblar en La Source, la horquilla que sigue a la largada. El 191 era un coche con un solo amortiguador delantero, sin barra, muy duro de trompa, y que costaba mucho hacer doblar en esa horquilla. Michael pensó que convenía pisar a fondo el embrague, llegar con el envión, empezar a doblar y soltarlo para salir bien acelerado y ganar algún puesto más en la bajada. Pero su inexperiencia le impidió ver que el embrague tenía que soportar otra largada más en menos de 300 metros.
El embrague explotó a los 500 metros de la largada. Allí acabó el debut del novato. ¿Qué habría sucedido si no se hubiera roto el coche?
Bueno, muy probablemente hubiera ganado. De Cesaris, que partió desde la 14ª posición, estaba tan furioso por el papelón sufrido, que manejó la carrera de su vida y tres vueltas antes del final acosaba al líder Senna cuando el motor explotó. El equipo estaba tan pendiente de la carrera del italiano que no advirtieron que el piloto del auto n° 32 y su manager habían partido discretamente en el Mercedes 230.
Dos semanas más tarde, Bertrand Gachot había sido trasladado a la prisión de Ford y el Jordan n° 32 había encontrado un nuevo chofer, llamado Roberto Moreno, un brasileño que hasta Bélgica había corrido para Benetton, equipo del que fue despedido para hacerle lugar a la nueva estrella.
Un alemán llamado Michael Schumacher.
(Este texto fue escrito diez años atrás para la revista “Serie/1” por nuestro colaborador Pablo Vignone, que luego incluyó una versión corregida y ampliada de la historia del debut de Michael Schumacher en la F-1, en su libro “Fierro Líquido”, publicado en 2005 por Ediciones Al Arco. Con su aprobación, publicamos el texto original a 20 años de aquella ocasión histórica)
Excelente nota de Pablo Vignone. Ni que hablar de Fierro Liquido un muy buen libro.
El relato me boló la cocuzza, el piloto «fantasma» no podia ser otro que schumi y el escritor no podia ser otro que Pablo: dos talentos cada uno en lo suyo.
En mi comentario anterior boló=voló (el boló fui yo al escribir)
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