TERRIBLE. ESPANTOSO.ABSURDO.
Los calificativos no alcanzan para recordar en toda su dimensión el accidente que hace cuatro décadas se llevó la vida de Thomas Maldwyn Price, conocido como Tom Pryce en pleno Gran Premio de Sudáfrica. Un accidente inconcebible en estos tiempos porque más allá de los riesgos e infortunios lògicos de las carreras, que permanecen, implicó serias fallas de seguridad, inaceptables en la actual Fórmula 1
Tal vez a las nuevas generaciones no le diga mucho el nombre de este galés, nacido el 11 de junio de 1949 en Ruthin, porque el repaso de los 42 Grandes Premios que largó entre Bélgica 1974 y aquel infortunado de Sudáfrica en 1977, sólo destaca una pole (Inglaterra 1975) y dos podíos con sendos terceros puestos en Austria 1975 y Brasil 1976. Sin embargo como tantas veces, los números sólo reflejan parte de la realidad que este caso también incluían el gran talento conductivo y potencial futuro de Pyce, reconocido por el ambiente de la Fórmula 1. “Con un Lotus, McLaren o Ferrari (marcas dominadoras en aquellos años) Pryce sería campeón…” teorizaba Tony Soutghate, por entonces diseñador de Shadow, la marca con la que tras su debut con Token, Pryce corrió sus restantes 41 carreras mundialistas y con la que pese a su inferioridad respecto a los grandes mostraba su talento. Lo había conseguido al punto de tener acordado su llegada a Lotus para 1978, la misma temporada en la que los autos de Colin Chapman dominaron el campeonato. El destino quiso otra cosa con ese terrible accidente que podrás ver en el siguiente link.
La seguridad no era en aquellos años un tema tratado con la debida responsabilidad e intensidad en las carreras. Por eso los organizadores del Gran Premio sudafricano realizaron el reclutamiento de los auxiliares de pista por un aviso … Frederick Jansen Van Vuuren, un joven de 19 años que trabajaba como maletero en el aeropuerto de Johannesbusgo fue uno de los que se presentó y fue aceptado. Esa inexperiencia y falta de profesionalismo jugaron un papel clave en la tragedia. Su impulso lo movilizó a entrar en acción apenas vio que unaS llamas salían de un auto detenido al costado de la pista en plena recta principal. Era el otro Shadow, a cargo del italiano Renzo Zorzi y que lucía el número 17, el de la desgracia en el automovilismo internacional. Tras pasar alguna zozobra con el caño del tubo de oxigeno, Zorzi pudo controlar la situación y salir del auto, en momentos que del otro lado de la pista, y sin recibir ninguna orden, Van Vuuren cargó un matafuego y se lanzó en su ayuda, junto a Bill William, otro joven ayudante que picó adelante. Esos centímetros que los separaron en la descontrolada corrida también marcaron la fortuna de uno y la desgracia del otro.
El antiguo trazado de Kyalami que hospedada al Gran Premio sudafricano desde 1967 tenía en su larga recta principal (1.300 metros) un gran desnivel. Por eso desde su tramo final no se podía ver la parte inicial en subida. A plena velocidad los coches aparecían de improviso a toda velocidad al llegar a la parte alta. Hasta allí para cumplir la vuelta 22 de las 78 pactadas, llegaron en plena lucha el March 761B de Hans Stuck y el Shadow DN 18 de Pryce seguidos del Ligier JS7 de Jacques Laffite y el Lotus 78 de Gunnar Nilsson. Por su privilegiada posición Stuck pudo ver a los dos auxiliares cruzando la pista. “Atiné a mover el volante a la derecha y rezar…” contó Stuck, quien por centímetros pudo esquivar a los intrépidos jóvenes. Circulando en la succión del March, Pryce no tuvo la misma visión del panorama y a 270 Km/h se encontró con los auxiliares. La trompa de su auto truncó la corrida de Van Vuuren y lo lanzó por el aire. El infortunio agregó otro matiz clave en esta desgracia cuando el extintor (de unos 18 kilos de peso) del joven auxiliar chocó contra el casco del piloto galés. Dos golpes tremendos que se cobraron dos vidas en el acto. Proyectado por el fuerte impacto contra el casco de Pryce, el extintor pasó por encima de las tribunas y cayó sobre un auto en la playa de estacionamiento.
El cuerpo de Van Vuuren quedó tan mutilado que para conocer su identidad, su jefe George Witt convocó a todos los auxiliares para deducir quién era la víctima a partir de ver el auxiliar que faltaba. Faltaba Van Vuuren y milagrosamente estaba William. El final de Pryce no fue menos cruel. El impacto del extintor en su casco hizo que su correa se clavase en la barbilla doblando hacia atrás su cabeza con tal fuerza que la columna vertebral se separó el cráneo y abrió la parte frontal del cuello dejando a la vista sus nervios y vasos sanguíneos. Horrible. Con su piloto muerto pero con su pie derecho mantenido sobre el acelerador, el Shadow continuó a fondo a 270 Km/h. su descontrolada marcha durante unos 700 metros en los que rozó las vallas laterales de contención y chocó al Ligier del sorprendido Laffte antes terminar contra las defensas de la curva Crowthorne. El francés salió ileso pero el atisbo de reclamo a Pryce que lo llevó a acercarse a los restos del Shadow se derrumbó al ver el cuerpo de su colega bañado de sangre.
Miles de espectadores vieron en directo esta tragedia que televidentes de varios países observaron en una de las primeras transmisiones televisivas al exterior permitidas por el entonces vigente apartheid del gobierno sudafricano. Como era habitual en aquellos años la tragedia no detuvo la carrera que llegó al final con el triunfo de la Ferrari 312 T2 de Niki Lauda. La alegría que un desubicado dirigente pretendió poner en el podio fue cortada por la sensatez de Niki quien lo frenó con un “no hay nada que festejar porque murieron dos personas” antes de recibir sin mucho entusiasmo la gran copa de vencedor en el por aquellos días precario podio de Kyalami. Y eso que Lauda tenía motivos para festejar este triunfo, no sólo por ser el primero tras su grave accidente en Nurburgring sino porque le permitió comenzar a desequilibrar el duelo interno en Ferrari con Carlos Reutemann en el que Lole había tomado ventaja tras su victoria en la fecha anterior en Brasil pero en el que finalmente prevaleció Niki con la conquista de su segundo título mundial.
“Tengo miedo a la muerte pero no tanto por mi sino por los seres queridos que dejaría…” solía repetir Pryce, que a dolor de sus padres Jack y Gwyneth, sumó el de su viuda Fenella, con quien se había casado en 1975 en la Iglesia de San Bartolomé, en Gales, la misma donde se realizó su funeral. Presente el día del accidente, Fenella inició acciones legales contras los organizadores por las fallas en las medidas de seguridad y poco tiempo después se fue a trabajar en una tienda de antigüedades con Janet Brise, viuda de Tony Brise, otro prometedor piloto británico fallecido a fines de 1975 en una accidente de aviación junto al bicampeón mundial Graham Hill, por esos días su jefe de equipo. Ambos, Pryce y Brise, junto con Roger Williamson, muerto en otro horrible accidenten en el Gran Premio de Holanda 1973, dieron forma al libro “La generación perdida” con la que el periodista David Tremayne recordó las historias de estas tres grandes promesas británicas truncadas por distintas desgracias.
Alan Jones ocupó en Shadow el lugar que dejo vacante la muerte de Pryce y en su novena carrera logró una sorprendente victoria en un Gran Premio de Austria disputado bajo la lluvia, un terreno donde Pryce se movía muy bien. Esa victoria del australiano le abrió las puertas a la consideración del ambiente y fue clave para su posterior ingreso a Williams donde en 1980 logró el título mundial. Un camino que parecía reservado a Pryce. No pudo ser.
Contaba Gwyneth, la madre de Pryce, que vio a Tom llorar el 7 de abril de 1968 al conocer la noticia de la muerte de Jim Clark, su ídolo y ejemplo a imitar en el automovilismo. Un 5 de marzo de hace 40 años unas lágrimas surcaron el rostro de un joven kartista al enterarse del trágico fin de Pryce , a quien admiraba por lo rápido y bien que andaba bajo la lluvia. Ese joven kartista era Ayrton Senna.
Por Miguel Sebastián
Fotos: formulaspy.com
Hermosa nota. Thanks.!
Así como el otro día les dije que publicaron una nota impresentable, esta que publicaron ahora es excelente.
Saludos
Sebastian, sos un Genio. Y Vignone otro.
Muy linda y emotiva nota . Felicitaciones visión