ESCÉPTICOS, SUSPICACES, ANSIOSOS, RESULTADISTAS.
Tantos argentinos deportivos transitan por esos andarivales, frente a deportistas jóvenes que buscan abrirse camino y acaso sin grandes resultados iniciales, y ante aquellos también consagrados.
Si nos enfocamos en la Argentina automovilística, los ejemplos a través de los años son lamentablemente, más numerosos de lo deseado refiriéndose a chicos que exploraron el terreno internacional y no llegaron a buen puerto. Franco Colapinto, de 18 años, encarna otro intento por alcanzar la cima, el objetivo mayúsculo con forma de Fórmula 1.
Recostado en un manager foráneo, lo mismo que la encargada de los temas publicitarios, el pibe de Pilar, navega en soledad en un mar plagado de obstáculos e intereses. Se defiende con lo que aquilata, su invalorable capital humano: dos muñecas que asoman distintas, superiores a la de varioscolegas contemporáneos y hasta mayores en edad.
Habituado, concentrado, mimetizado con sus metas, porque no al estilo Carlos Reutemann cuando desembarcó en Europa a principios de los ´70, Franco convencido del camino afrontado, pareciera seguir la receta del inolvidable Lole y, clave, como argumento, se apoya en condiciones que se sugieren notables. Condiciones que muy escasos argentinos han comprobado in situ al momento, por lo cual puedan surgir los escépticos de los que te hablo.
En la carrera inicial de Fórmula 3 en Imola, escalón al cual le sigue la Fórmula 2, previo a la meca de la F-1, dio otra prueba de carácter como lo patentizó desde su arribo a Europa, comenzando en el karting, hasta superar etapas y tompar parte por ejemplo, el año pasado de las míticas 24 Horas de Le Mans. En Imola, luego de su debut en F-3 en Bahrein donde sobresalió con la pole (llegaría 25º en el Sprint y quinto en la final), se convirtió en el primer argentino en ganar en la categoría.
La F-3, primero de los dos últimos escalones previos a la F-1, favorecido desde ya en Imola, por su partida en primera fila al haberse invertido la grilla (su tiempo clasificatorio, 12º). De todas formas recién pudo cantar “victoria” en la última vuelta cuando quebró al brasileño Caio Collet. No le deparó ni por asomo, una alegría la restante carrera con el auto del Van Amersfoort Racing donde alinea, llegó 22º y lejos del checo ganador Roman Stanek. El magro resultado hizo que cayera del tercero al séptimo puesto en el campeonato, con 22 unidades a 12 de los punteros, el francés Victor Martins y el monegasco Leclerc jr. En Barcelona entre el 19 y 21 de mayo, lo aguarda otro examen junto a la F-1.
Como categoría del ascenso, la F-3 se encuentra plagada de pibes con las mismas aspiraciones de Franco, entre otros, Arthur Leclerc, hermano de Charles y el italiano Enzo Trulli, hijo de Jarno (corrió en F-1 entre 1997 y 2011). Mientras en el ambiente del automovilismo en el Viejo Mundo, con disimulo, lo observan al chico de mi vecina ciudad de Pilar.
No es fácil pensar en una inserción más consolidada, sin apoyatura económica perdurable, menos aún proveniente de compañías nacionales y de un gobierno (como aspiran algunos), jaqueado por graves dificultades. Y además, proviniendo de la Argentina, de Sudamérica, un mercado poco apetecible para empresas interesadas en apoyar económicamente a chicos promisorios frente al volante de un auto de carrera.
“¿Dónde corre, a quien le ganó?», suelen preguntarse desde hace mucho, empresarios argentinos ante la disyuntiva de concretar respaldos a promesas de nuestro país para exportación, siendo mucho más proclives a volcar sus dineros en el automovilismo nacional. Allí, la visibilidad y repercusión puede darse mucho más rápida, a modo de mostrar resultados a las inversiones efectuadas, evitando explicaciones de qué se trata y acerca de quienes son los pibes que circulan por el motorsport europeo.