DESDE EL LADO DEL QUE ANALIZA LAS CARRERAS DE AUTOS.
La prioridad es invariable, reunir la mayor cantidad de elementos de juicio, incluso versiones y rumores con asidero, a modo de poner sobre la mesa la data más completa posible para alcanzar un resultado periodístico acorde.
La receta tampoco cambia en el caso del resonante ingreso de Franco Colapinto a la Fórmula 1, y ante su debut producido en el Gran Premio de Italia en Monza a bordo de un Williams FW46 con un Mercedes bajo el cubre motor.
Despacio y por las piedras, bancando desde ya al pibe para que completara la saludable presentación en el Templo histórico de la Velocidad, y sin entrar en conceptos voluntaristas, edulcorados, sin el imprescindible rigor periodístico en que se suele trastabillar en el periodismo autóctono abocado al automovilismo.
Como bien citó ante lo que podía depararle la carrera, Franco era «optimista» y a la vez también «realista». La cuota de sensatez del pibe sonó oportuna, más allá de las condiciones y el gran apoyo inmensamente privado que lo llevaron al lugar donde llegó, y por el cual también trabajaron Lucas Benamo y su tocayo Colombo Russell como formadores, y los incansables manager europeos de Bullet Sport Mg.
Largó en Monza con míseras ocho vueltas seguidas arriba del Williams en un circuito de altísima exigencia, por velocidades, curvas a fondos y frenajes brutales. Sólo tuvo en su anotador más reciente en el año, los giros completados en la práctica libre en Silverstone.
En la aproximación a la carrera, siguió mostrándose sereno, confiado, a la vez consciente de la responsabilidad deportiva afrontada y sin esquivar a la autocrítica con su estilo informal y descontracturado que se condice con el carisma que irradia. Con un fastidio disimulado, Colapinto se lamentó por el error cometido cuando casi perdió el auto, acaso porque pensó que no era una utopía hacer algo similar al menos, a lo mostrado en el último entrenamiento, noveno.
“Fue una lástima lo que me pasó, el coche andaba bien y cuando busqué un poco más el límite para intentar meterme en la Q2 (donde ingresan los quince más rápidos de la Q1), tuve un pequeño exceso, un pequeño error. Pero bueno fue algo como parte de la adaptación que estoy haciendo con el auto y con la F-1, y a pesar de todo lo tomé como un día positivo”, comentó. Ante el 18° tiempo, partió en la novena fila.
Los resultadistas a ultranza que viven en la Argentina, en todas las direcciones, si bien se trata de carreras de auto y de Fórmula 1 nada menos, si colocan el limitador de velocidad a las palabras no estaría mal. El crédito del que goza Colapinto, no es de vencimiento a corto plazo, pero tampoco es infinito. Y no debería ser perdurable sin la necesidad de comenzar a pagarlo en las pistas. Cuando se supone, todos sus planetas en la F-1 estén ordenados, será el momento de pedirle resultados. No antes.
A vos que nos seguís en Visionauto: la Argentina deportiva estuvo sin un argentino en F-1, perdidos los fanas en la nebulosa de intentos frustrados durante 23 años. Bien a resaltar y a valorar lo que pudiera lograr Colapinto, y a cuestionarlo con fundamentos cuando corresponda.
Ahora, ¡a correr!. «A lo que vinimos», como bien reza la muletilla del periodista argentino Andrés Agulla, radicado en EE.UU desde hace años.
Fotos: gentileza motorsports.com
No fue nada grave, no rompió el auto (como si hizo Antonelli cin el MB el viernes). Ese es el principal objetivo por ahora.
Saludos