EL ADIÓS A UNA LEYENDA.
Es paciente la muerte Por eso espera sin desesperar. Sabe que ganará la batalla final por más que se la burle varias veces.
Andreas Nikolaus Lauda la burló varias veces en las pistas, pero nunca como aquel 1 de agosto de1976 en Nurburgring, cuando la heroica y arrojada acción de varios colegas lo rescató del infierno en que se había convertido su Ferrari tras despistarse en el Infierno Verde alemán, desde ese día condenado al destierro para la Fórmula 1.
Aquel accidente tronchó su camino al segundo título mundial consecutivo (algo que conquistaría un año más tarde, e incluso sumaría un tercero en 1984), pero lo incorporó a la galería de las leyendas vivas del deporte mundial. Le sacó esa fría imagen de computadora que lo había acompañado hasta aquel primer día de agosto, para instalarlo en el plano del simple ser humano que lucha y pelea por su vida. Asi lo hizo en el Hospital de Heidelberg, cuando se prometió vivir al escuchar la extramaunción de un sacerdote, mientras por los pasillos la gente de Ferrari le buscaba un reemplazante imaginando, como muchos, ya que si sobrevivía no volvería a correr. Sobrevivió y volvió a correr 42 días después, en Monza con el rostro desfigurado y un temor oculto que no le quitó la determinación. Un temor que sí, expresó seis semanas después cuando bajo el diluvio del Gran Premio de Japón, decidió un abandono voluntario sin importarle que le dejaba casi servido el titulo a James Hunt su gran rival, ni aceptar la propuesta de su equipo de aducir una falla mecánica.
Los años posteriores alimentaron la leyenda con otros hechos. El portazo a Enzo Ferrari (uno de los pocos, junto a Juan Manuel Fangio, que se dio ese lujo), tras ganar su 2º título mundial en 1977, su repentino retiro en los entrenamientos de Canadá 79, su regreso en 1982, la conquista de un tercer título por apenas media punto, la menor diferencia en la historia, sobre su compañero Alain Prost, y su definitivo retiro un año más tarde con toda la gloria. Así quedó instado definitivamente en la leyenda, pero a diferencia de otros grandes campeones como Ascari, Clark, Rindt, Senna, no lo hizo de la mano de la muerte, sino por haberla burlado en un tiempo de oro de la Fórmula 1 pero tambien con varias tragedias.
Es paciente la muerte, y por eso con el paso del tiempo le fue acrecentando las facturas que le pasó a un cuerpo deteriorado por dos transplantes de riñón. La gripe y el transplante de pulmonar en agosto pasado,dieron la primera alerta que se acentuó cuando, pese a sus intenciones, no pudo retornar a los circuitos donde con el infaltable gorrito, que cubría las imborrables huellas del accidente de Nurburgring, era un imagen habitual como director no ejecutivo de Mercedes Benz. Una infección en las vías respiratorias y problemas renales, motivaron a principios de año una nueva internación y una creciente preocupación por su salud.
«Con profunda tristeza, anunciamos que nuestro amado Niki se ha quedado dormido en paz con su familia“, destacó en su párrafo inicial el comunicado que el lunes 20 de mayo anunció la muerte de Niki Lauda a los 70 años. ”Era todavía joven”, se podrá decir con cierta razón aunque sin olvidar que más de la mitad de esos años (42 exactamente), Lauda los vivió tras aquella burla a la muerte que lo instaló en la leyenda que desde ahora dejó de ser terrenal.