UNA TONELADA DE SOLIDARIDAD
Son casi 300 los automóviles que continúan en carrera tras las primeras cuatro etapas del Gran Premio Histórico que organiza el Automóvil Club Argentino. Y si los casi 600 pilotos y navegantes cosechan aplausos y coleccionan vivencias emocionantes, dejan algo a cambio. Además de la concentración para mantenerse cerca de la vanguardia (ésta es una carrera de velocidad regulada, que exige mucho cálculo para no retrasarse y que tenía 145 autos en un minuto de diferencia a mitad de la prueba) y el esfuerzo que hay que congeniar para cubrir 500 kilómetros o más por día sin tentarse a pisar a fondo, hay que tener el corazón abierto para llegar lo más arriba posible.
En cada cierre de etapa, cuando las tripulaciones que han completado la travesía están listos para el último sellado de la jornada, un representante de la organización Cáritas camina de una ventanilla a la otra, y entrega un talón. Ese documento es imprescindible para mantenerse en la clasificación de la carrera que auspicia Peugeot Argentina.
Y no se consigue sin más. Cuando recibe el talón, el piloto sale del coche, va hasta el baúl y extrae de él una bolsa. Es azúcar, arroz, fideos, galletas, leche en polvo, lo que se les ocurra. Pero tienen que ser, al menos, cinco kilos. Cinco kilos de alimentos.
No importa ser el más regular en los controles secretos, ni el más prolijo en la trepada, si no se es dueño de un corazón solidario. Y la solidaridad ya no se mide siquiera en kilos. Porque la fila de automóviles históricos, desde los 404 a los 1500, desde los NSU Prinz a los Borgward, desde los Mercedes 220 a los BMW 2002 TI, desde las cupés originales del TC primitivo hasta los Torino 380W de ruedas anchas, van dejando su aporte antes de darse el lujo del descanso. Y la cuenta trepa, y trepa, y trepa.
Y da más de mil kilos, más de una tonelada. Una tonelada de solidaridad. Porque una copa al primer puesto es un premio formidable, pero la sonrisa de un pibe feliz no tiene precio: su valor no puede medirse en trofeos…