«ZOLDER SERÁ UN BUEN ASESINO»
Río de Janeiro, 20 de marzo de 1982. Segunda y última jornada de clasificación válida para el Grand Prix de Brasil, la segunda fecha del Mundial de aquel año, en el circuito de Jacarepaguá, en Barra de Tijuca. Nadie lo sabe aún, pero será el último Grand Prix de Carlos Alberto Reutemann, que partirá desde la sexta posición.
Alain Prost conquista la pole-position. Pero su tiempo, 1m28s808, es 6s27 más rápido que la pole de Nelson Piquet del año anterior. El incremento de la velocidad es espeluznante. Todo gracias a las cubiertas especiales de clasificación.
(En la Fórmula 1 de 1982, con tres proveedores reales de neumáticos -Goodyear, Michelin, Pirelli-, la guerra del caucho era inevitable: cada piloto disponía de dos juegos especiales de cubiertas, muy blandas, que apenas resistían una vuelta a velocidad máxima, para la tanda definitiva de una hora que, por entonces, no era televisada).
Después de clasificar a su Ferrari 126C2 en el segundo lugar, a 365 milésimas de Prost, el canadiense Gilles Villeneuve reflexiona en voz alta ante uno de sus mejores confidentes en el circo de la Fórmula 1:
“La clasificación se volvió ridícula. Primero, con solo dos juegos de gomas para clasificar, hay solo dos oportunidades de marcar un tiempo, no se pasa mucho tiempo en la pista, y eso es malo para la gente que viene a vernos.
“Segundo, es innecesariamente peligroso. Si yo solo tengo dos chances de marcar el tiempo, necesito una pista libre de rivales, OK? Si no está libre, si hay alguien en mi camino, tengo que alentar la esperanza de que mire por sus espejos, digo, porque no puedo levantar, es mi última chance.
“¿Qué carajo prueban las gomas de clasificación, de todas maneras? Que una goma más blanda es más rápida que una dura, nada más. En la carrera, un piloto lento sigue siendo lento…
“Nadie fuera de la Fórmula 1 puede saber qué tan feos son estos autos para conducir. Las fuerzas G son increíbles, y la dirección es cómo manejar un volante sin potencia asistida.
“Después de un tiempo, te duele el cuerpo, te duele la cabeza, y uno se da cuenta de que no está disfrutando de manejar un auto de carrera. Mañana, después de la carrera, la gente se quejará a causa de la fatiga, pero después iremos a Long Beach y a Imola, dónde la fuerza G será menor y la cosa se olvidará. Otras pistas serán malas, sin embargo. Zolder, supongo, será un buen asesino…”
El periodista inglés Nigel Roebuck reprodujo este monólogo en su sección “Quinta columna” de la edición de la revista especializada “Autosport” del 1° de abril de 1982, 38 días antes del accidente fatal del 8 de mayo. La columna se titulaba “La farsa de la clasificación”. Esas frases también se reprodujeron en los libros “Inside Formula 1” (1986) y “Chasing the title” (1999), del mismo autor.
Todavía hiela tamaño poder de anticipación. Jochen Mass nunca miró los espejos…
Corolario 1: Villeneuve perdió la vida porque Ferrari todavía no disponía de la tecnología adecuada para construir un chasis completo en fibra de carbono, como si disponía McLaren. El chasis de aluminio se partió en la voltereta y fue así como el cuerpo de Gilles salió despedido. La fractura de cráneo fue inevitable y la muerte, asegurada. Recién en 1983 Harvey Posthlewaite -que fue quien introdujo esa tecnología en Maranello- pudo poner en pista un chasis en kevlar con el símbolo del Cavallino Rampante.
Corolario 2: Prost ganó esa carrera, y también se quedó con el record de vuelta, 1m37s016, ¡8s208! más lento que en clasificación. Realmente era una farsa…