UN TEMA POLÉMICO.
Tan atractivo como polémico es el tema de los juegos de equipo. Según el lado del mostrador en que uno se pare, las opiniones resultan diferentes. Son defendidos por los equipos en función de lograr los necesarios resultados. Se comprende. No tienen una mirada agradable de los hinchas con el lógico argumento que le quitan gran parte de ese espíritu competitivo tan importantes en las carreras.
En defensa de la libertad de competencia, vale recordar los casos de Senna-Prost en la Fórmula 1 dentro de McLaren y Girolami-Canapino en el seno de Peugeot en el Súper TC 2000. Todavía se sigue hablando de aquellas batallas que sin embargo no les hicieron perder el campeonato ni a McLaren, ni a Peugeot. En cambio se perdieron en la memoria disciplinadas actitudes de acatamientos de órdenes, que lamentablemente suelen ser las más comunes.
El segundo paso del Súper TC 2000 por el Oscar Cabalén dejó un par de disimiles casos sobre el tema. Temperamental como siempre Leonel Pernía descargó su bronca apenas bajó del Renault sobre una lucha con su “compañero” Tomás Gagliardi que consideró innecesaria e improductiva. “Perdimos una gran chance de ganarle a los Toyota en mi lucha con mi compañero Gagliardi Genné, ahí perdí cuatro o cinco vueltas. El motor levantó temperatura y sabía que si a Tomás lo pasaba rápido le llegábamos a los Toyota antes y teníamos chances claras de ganar la carrera” lanzó Leo, que bajó su calentura con el transcurrir de los días hasta reconocer que “Tomás estaba haciendo su carrera“ y trasladar tacítamente la responsabilidad al director deportivo Miguel Angel Guerra.
Seguramente recordó o le recordaron a Pernía que a diferencia de su situación de piloto contratado, Gagliardi es un piloto aportante del equipo Renault. “Ahí no es tan fácil tomar una decisión porque surgen otros condicionamientos, pero igual debió haber alguna decisión” puntualizó alguien que conoce bien el movimiento de las carreras y los equipos. Más simple parecía la decisión al día siguiente cuando dos pilotos contratados como Pernia y Ardusso disputaron con bastante aspereza y algún roce un opaco octavo puesto. Tampoco hubo decisión Ni para ordenar, ni para dar libertad.
Toyota mostró la otra cara de este controvertido tema del juego de equipo. Como siempre Julián Santero funcionó como fiel escudero de Matías Rossi pero como pocas veces lo hizo en forma tan patética como se vio cuando casi “frenó” a su Toyota para evitar el sobrepaso a Matias, que ya sin Campino en la pista, venia cuidando sus neumáticos. “En un momento se complicó porque se me acercó Pernía” contó el mendocino tras reconocer que “me pidieron que mantuviera la posición”. Su capacidad conductiva y astucia le dieron una final feliz a la historia con el 1-2 de Toyota por encima de Pernía. Tarea cumplida
Se entienden los réditos de los resultados para el equipo con esta política pero desde la vereda de la imparcialidad y en función de un mayor atractivo de las carreras es bueno preguntarse hasta cuándo Toyota seguirá limitando las chances de Santero a las de Rossi. Un Santero que en condiciones igualitarias puede hacerle frente a Matías y que incluso matemáticamente tiene chances en el campeonato pese a su ausencia en la segunda fecha por dar positivo de coronavirus. Seguramente ese tiempo de liberación, si es que llega, no será este año donde Rossi es el elegido para plasmar con el título esa superioridad y poderío mostradas hasta ahora por Toyota y que sugestivamente destacó Agustín Canapino, su gran rival.
Fotos: Prensa Súper TC 2000.