EN LA Fórmula 1 no hay Boca y River. Ni Flamengo-Fluminense, ni Nacional-Pañerol, ni Milan-Inter. Hay Ferrari. Después el resto. En las pistas hay más banderas del Cavallino que de todos los rivales juntos.
Ese fanatismo trasciende el asfalto. Por eso, cada vez que los coches rojos no están a la altura de la circunstancia, el panorama se ensombrece. Ni McLaren, ni RedBull, ni siquiera Mercedes (que hace cien años o más ya construía autos de Grand Prix) están a la altura del reemplazo. Y en cualquier lucha por la vanguardia en la F-1, si falta una Ferrari, el programa no es completo.
Fernando Alonso acepta –aunque Ferrari le pide que se calle- que la F2012 no está al cien por cien. Ha hecho algún tiempo bueno, pero en la consistencia el rendimiento es inferior. El director técnico de la escuadra italiana, Pat Fry –convocado en 2011 para salvar a la escuadra del incendio provocado por la escasa performance de la F150 Italia- admite que en condiciones normales su auto no está para el podio. Como dijo alguna vez Bernie Ecclestone, “cuando la Ferrari estornuda, la F-1 tiene gripe”.
Pero el presidente de Ferrari, el interminable Luca Di Montezemolo, sale al cruce de tanto pesimismo, casi al límite de la desautorización. “Espero que esas predicciones no se revelen correctas” declaró a la Gazzetta dello Sport. “Yo hablé con Alonso; me dijo que hay muchas cosas positivas en el auto, pero que ponerlas de manifiesto a todas puede llevar tiempo” agregó, antes de enviar su mensaje final: “es un auto que necesita ser descubierto y mejorado, pero solo en Melbourne sabremos dónde estamos parados”.
Hace casi 40 años que Di Montezemolo da vueltas en torno a la F-1 en puestos de importancia y sabe de lo que habla. Fue el responsable de la resucitación de la casa italiana en los ’70, cuando llevó a un joven austríaco, Niki Lauda, a rejuvenecer el equipo. El título de 1975, el primero de Ferrari en once años, fue responsabilidad de ambos.
La prédica de Di Montezemolo trasciende el ámbito de las carreras. Italia está pasando un mal momento, económico y social. La gobierna un presidente que no fue elegido por el pueblo, el tecnócrata Mario Monti; y la agitación social no parece propia de un país desarrollado.
Di Montezemolo sabe cuánta alegría puede darle Ferrari, una auténtica causa nacional, a los italianos; lo hizo el deporte argentino en la peor crisis del país en 2002, con David Nalbandian en la final de Wimbledon, las Leonas campeonas del mundo en Perth y la Generación Dorada del basquetbol ganándole al Dream Team estadounidense por primea vez en la historia y logrando el subcampeonato en el Mundial de Indianápolis.
Pero el experto dirigente lo sabe no solo desde su posición empresarial. Va más allá. Está armando su movimiento político, que todavía no es un partido (en este momento, la credibilidad de los políticos está muy baja en la península) y curiosamente se autocalifica como de centro-izquierda. Italia Futura (IF) tiene la intención de candidatearse a las elecciones generales que se llevarán a cabo en Italia en abril de 2013. Un título de Ferrari, al menos una actuación decorosa y algunas victorias en Grands Prix, pondrían lógicamente su granito de arena en la campaña…
También conoce de historia: veinte años atrás, Ferrari presentaba para la temporada de 1992 un auto que se decía revolucionario, el F92A, con reminiscencias de un avión de combate y doble piso. Para gestionar el equipo desde lo deportivo, Di Montezemolo, requerido para salvar a la marca después del periodo turbulento que siguió a la muerte de Enzo Ferrari en 1988, apuntó a su viejo compinche Lauda. El F92A resultó un auto espantoso, arruinó la carrera de uno de sus pilotos, Ivan Capelli, y se convirtió en un inolvidable papelón. Di Montezemolo no quiere que la F2012 se transforme en algo similar…
Por P.V.