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UNA EVIDENCIA Y UNA TEORÍA.

Después de tanto escándalo, el jueves previo al Grand Prix de Hungría, Max Verstappen se sentó frente a la prensa y confirmó: continuará en el equipo RedBull. Así arrancó de cuajo los pilotes de la usina de rumores, que lo vinculaban con una salida inminente del equipo de Milton Keynes. Al mismo tiempo, disparó otras resoluciones en varias escuadras, como la casi confirmación de la dupla de Mercedes para 2026, sin cambios respecto a la actual.

¿Qué fue lo que ocurrió para que, después de lo tormentoso que resultó el año para el campeón mundial, que diera lugar a tanta especulación, la situación acabara resolviéndose con relativa sencillez?

 

Una evidencia y una teoría podrían
explicar, superpuestas, la cuestión.

 La evidencia: Verstappen tiene contrato firmado con RedBull GmbH, dueña del equipo RedBull Racing de F-1, hasta el final del torneo 2028. Es decir, le quedan tres años remanentes de vínculo.

Como cualquier contrato, tiene vías de escape. En dos sentidos: una a favor del piloto, otra del equipo. Ninguna de esas vías se conoce a ciencia cierta, pero existe relativa idea de cómo son, en base a experiencias anteriores y a ciertas versiones filtradas por las partes.

Las cláusulas de rendimiento son de ambos tipos: si el coche no funciona o si el piloto no camina. Un caso de la segunda: después de cuatro carreras de estar a más de un segundo de su compañero, Gastón Mazzacane fue eyectado del equipo Prost en 2001. Eso estaba escrito en el contrato.

En el caso de RedBull, difícilmente Verstappen incumpla una cláusula de rendimiento, pero sí está ocurriendo con el equipo. Aparentemente, una cláusula en el contrato del campeón señala que, si al llegar al receso, no ocupa ninguno de los tres primeros lugares del torneo, entonces, como se asume que eso ha sido provocado por el coche y no por el piloto, queda abierta la puerta para la liberación del neerlandés.

Eso no ocurrió: ya al cabo del GP de Bélgica el campeón había acumulado la ventaja suficiente sobre George Russell como para no poder ejecutar la cláusula. Por esa razón, cuatro días más tarde anunció una continuidad que, por otra parte, no podía ser de otro modo. Hasta allí la evidencia.

La teoría:  A casi un mes de la cesantía de Christian Horner, afuera de sus funciones de CEO y Team Principal de la escuadra Red Bull Racing de Fórmula 1, en Red Bull Power Technology (RBPT) y en Red Bull Marketing, la compañía madre, Red Bull GmbH, continúa sin explicitar las razones. Pero la manera en la que el Team Verstappen (Max, su padre Jos y su manager Raymond Vermeulen), se condujo luego de la salida del Team Principal inglés, ha hecho presumir que hubo una negociación involucrada.

Horner dejó de trabajar para sus empleadores sin haber recibido una explicación, según relató. Y ni el CEO de la compañía, Oliver Mintzlaff, ni el propietario, Mark Mateschitz (hijo del fundador, Dietrich), se dignaron a difundir tampoco las razones de su determinación. ¿Por qué tanto secreto? ¿Hay algo oscuro detrás?

Esa es la sospecha. Que hubo un acuerdo entre austríacos y neerlandeses para cambiar a Horner por Verstappen, cerrado de antemano e independiente de cualquier cláusula.

No carece de lógica: Red Bull habría quedado muy golpeado si, luego de prescindir de Horner, hubiera sufrido la pérdida de su primer piloto. En esa teórica negociación, se reclamó un compromiso de continuidad del piloto a cambio de la cabeza en bandeja del Team Principal.

Vermeulen se jactó de haberse enterado de la noticia de la salida de Horner antes que el británico. Eso debió ocurrir en esa instancia de negociación con los austríacos. Una vez sellado ese acuerdo, el representante debió haber informado a Toto Wolff, el Team Principal de Mercedes, que no habría posibilidad de pase.

Por ahora, Horner se mantiene en silencio. Todavía sigue bajo contrato, cobrando su salario, mientras negocia la rescisión total de su vínculo laboral. Zak Brown asegura que la F-1 es “más saludable” en su ausencia. Acaso piensa que no se lo cruzará nunca más.

 

8-08-25

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