EL PATRON DE PECHO
Después de un par de años de responder a Víctor Rosso en el equipo Petrobras de TC2000, José María López tendría a partir de 2010 la guía de Peter David Windsor, al que la masa ya conoce en líneas generales por sus elogiosos conceptos para el piloto de Río Tercero y su predisposición a tenerlo en la flamante escuadra. Pero ¿te interesa saber quién es el próximo patrón del cordobés?
Quizás te interese saber que el USF-1 es el segundo intento del periodista inglés criado en Australia y que trabaja para la televisión estadounidense por armar un equipo propio de Fórmula 1. Lástima que la primera vez, hace más de 20 años, le haya ido tan mal…
¿Viste que Frank Williams anda en sillas de ruedas? Eso sucedió tras un accidente en 1986, cuando regresaba de una prueba en Paul Ricard. Se salió del camino en viaje a Niza y quedó atrapado entre los hierros retorcidos del Ford Sierra de alquiler que manejaba. Llevaba un único acompañante: era su empleado Peter Windsor, que salió ileso. Los rescató una mujer, que resultó ser la maestra de matemática de Cora Reutemann, la hija de Carlos…
(Para entonces, Reutemann había abandonado la F-1 pero durante su estancia en la máxima categoría Windsor era casi su confidente. Los periodistas italianos, celosos de la relación, llamaban al inglés “la fidanzata di Roitmann”, como lo pronunciaban. Quizás se entienda ahora porqué Windsor le prestó tanta atención a las recomendaciones del santafesino, no hace tanto, a favor de Pechito…)
Es que Windsor tiene una vasta experiencia en la Fórmula 1. Antes de USF-1 y su anterior aventura, fue team manager y cabeza del departamento de relaciones públicas en Williams, en la época de Nigel Mansell (de quien era muy amigo) y Nelson Piquet, y también trabajó en Ferrari.
Peter David Windsor, tal su nombre completo, tiene 57 años; cuenta que la experiencia de su vida fue charlar con Jim Clark en el aeropuerto de Sydney, cuando tenía 16 años y el escocés regresaba a Europa después de la Copa de Tasmania de 1968… y le quedaba un mes de vida. Escribió en “Autocar” entre 1975 y 1985, antes de pasar a Williams.
También es humano y se equivoca como todo el mundo. Alguna vez escribió en la revista “F1 Racing”, para la que sigue colaborando, que entre Michael y Ralf Schumacher iban a ganar 13 campeonatos del mundo… Bueno, se equivocó a medias: Michael cumplió con su cuota.
En el último número de la revista escribió: “Somos ahora un equipo de Fórmula 1 que vive, respira y raramente duerme en Carolina del Norte. La niebla se despeja. Tendremos problemas por delante y los críticos, ya lo sé, recién acaban de empezar”.
Acaba de largar el trabajo en boxes ante las cámaras de Speed TV, el canal de cable que televisa la Fórmula 1 en los Estados Unidos, por razones éticas. Es que desde que anunció la puesta en marcha de USF-1 percibió que no podía estar de los dos lados del mostrador.
Siempre tuvo interés por ambos lados, pero nunca a la vez. Y en 1988, dos décadas atrás, con Frank Williams paralizado pero vivo, tuvo la primera oportunidad de armar su propio equipo de Fórmula 1. La aventura saldría mal y conduciría al colapso de un nombre histórico en la categoría.
Windsor había trabado relación con Greg “el tiburón blanco” Norman, el golfista australiano que durante 331 semanas fue el mejor del mundo en su rubro, ganador de 88 títulos profesionales entre 1976 y 1990. Norman era muy amigo de Mansell y aceptó financiar su aventura: Windsor quería comprar un equipo que había corrido en F-1 durante 26 años, ganando cuatro títulos del mundo, y que en 1988 no iba a participar porque su dueño había perdido el interés.
Era el equipo Brabham, el mismo que había aprendido a conocer conversando con Reutemann en los ’70. El que Bernie Ecclestone tenía a la venta.
En noviembre de 1988, Windsor anunció que Brabham volvería a correr. Su porción del negocio la aportaría Norman y tendría dos socios suizos: un magnate de las máquinas tragamonedas llamado Walter Brun (el mismo cuyo equipo había salido campeón mundial de Sport Prototipos en 1986 con un par de Porsche 962 y con Oscar Rubén Larrauri como primer piloto), interesado en dar el salto a la F-1, y un banquero suizo llamado Joachim Luhti.
Windsor arregló con Brun que le serían cedidas el 20 por ciento de las acciones de la Motor Racing Developments (MRD), el verdadero nombre del equipo Brabham, pero en diciembre de 1988, Brun le vendió su parte a Luthi en 5,5 millones de libras y el banquero suizo jamás honró el trato que había alcanzado Windsor.
En realidad, no tenía intenciones de honrar nada: había comprado el equipo para enmascarar un fenomenal fraude. Windsor anunció en enero de 1989 que él y Norman dejaban el equipo y litigó contra Luthi. Pero para cuando la Corte británica se expidió, Luthi había movido a Brabham fuera de Inglaterra, y ya era seguido por la justicia suiza como responsable de haber defraudado a 1.700 clientes de su banco por 133 millones de dólares. Pagó una fianza y escapó: fue detenido recién en 1995, en California…
Brabham nunca se recuperó. Lo rescataron los japoneses del Grupo Middlebridge en 1990 pero el equipo no llegó a ver el final de la temporada 1992.
¿Y qué pasó con Windsor, el hombre que metió a Luthi en la Fórmula 1? Aquí cito la biografía de Ecclestone, “El juego de Bernie” (Bernie’s Game, 2003, Metro Publishing, Londres), brillantemente escrita por el periodista Terry Lovell:
“La acción legal de Peter Windsor contra Motor Racing Developments se resolvió en setiembre de 1991, cuando se le entregó una suma acordada de 450 mil libras. Acabó con un infeliz –y doloroso- periodo en su vida. Seis meses antes había sido introducido en una van por dos hombres cuando dejaba la factoría de Williams en Didcot, en el condado de Oxford. Empleados que acudieron en su ayuda fueron amenazados por lo que parecía ser un revolver. Esposado y con los ojos tapados, fue llevado a una zona abierta, golpeado y luego arrojado al costado del camino. Tuvo que ser llevado al hospital para que le trataran los cortes y las heridas. Windsor declinó comentar el incidente, su acción legal contra Motor Racing Developments o el pago acordado. ‘Preferiría no cooperar con el tema del que querés hablar’”.