TOP LESS DE UN TC

Por C.S

Poco, mas bien nada tiene que ver un auto de Turismo Carretera de los últimos años, con aquellos compactos que irrumpieron con el Chevitú en 1964; el auto que causó una revolución y disparó una polémica feroz, pasando luego por los Falcon hasta llegar a la segunda revolución, en 1967 con la irrupción de los Torino a los que se sumaron mas Falcon, Dodge Polara, Dodge cupé, Chevrolet 400 y finalmente la Chevy.

Aquellos compactos que dieron pie al movimiento traumático que significó el adiós a las inolvidables cupecitas, eran autos de calle con reformas; jaulas antivuelcos, amortiguadores, elásticos, frenos, motores con y hasta tres carburadores Webber, 6 cilindros o V8 como el recordado F-100; entre otras modificaciones que sufrían para ganar velocidad, el gran leit motiv del automovilismo.

Pero los años implacables, fueron pasando y el TC aún con reparos de sus dirigentes con fuertes raíces tradicionalistas que, pese al avance registrado y tolerado, aún defienden a ultranza, comenzó a mostrar cambios, incipientes al comienzo, que mas tarde derivaron en una verdadera revolución tecnológica si se consideran los canones estructurados que siempre caracterizaron a la categoría mas popular de La Argentina.

Así, el TC se fue poblando de técnicos, computadoras, herramientas de precisión, acercándose billeteras con dineros suculentos, pilotos cada vez mas profesionalizados, y además entró a tallar un factor que ha resultado clave para el salto mostrado por la categoría y para el negocio millonario que genera: el marketing.

Los autos dejaron de ser derivados de sus similares de calle, para convertirse en lo que son, verdaderos prototipos con costosos elementos y partes, asistidos por calificada mano de obra que hace elevar sus valores, si se trazara alguna similitud con autos de competición de otros países, a precios casi del automovilismo de primer mundo. Autos que nacen de una computadora, que después de un proceso de estudio y desarrollo se cristaliza en una primera etapa en la estructura de caños especiales que juega un rol fundamental para luego, contar con el rendimiento anhelado, una vez el auto armadito. Desde esa estructura, conocida en la jerga como «arenero», parte un auto de Turismo Carretera actual; luego viene el enchapado con partes reproducidas a imagen y semejanza de las originales (techo, guardabarros) y la incorporación de suspensiones, pisos casi planos, sistemas de freno de última generación, amortiguadores especiales (desde este año hechos por los hermanos Barattero en Córdoba, para todas las marcas iguales), motores que no dejan de asombrar por sus rendimientos pese a tratarse de diseños que datan de los ´50 y ´60 (un caso seguramente único en el planeta automovilístico) y la a esta altura imprescindible ayuda de la computación.

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Tal, en un toque, el Turismo Carretera del siglo XXI; si lo viera el Aguilucho!, «hermaniiiito, que locura!!», seguro se le habría escapado…

03-02-2011

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