MICHAEL SCHUMACHER SALIÓ a confirmar lo que se presumía. Que seguirá en Fórmula 1. Lo dijo en la reunión de Mercedes-Benz en Stuttgart, el domingo. ¿Y qué otra cosa podía decir delante de sus empleadores?

En el próximo Grand Prix de Bélgica, en dos semanas, se cumplirán 20 años del debut del alemán en F-1. Aquel joven desprejuiciado de 22 años sorprendió brutalmente aquel fin de semana, a bordo de un Jordan-Ford. ¿Va a aprovechar esa ocasión para anunciar lo que hasta ayer negó?

La Fórmula 1 está volviendo lentamente de sus vacaciones de verano. McLaren ya regresó, Ferrari y RedBull tienen una semanita más de descanso. En ese periodo de estío, con los pilotos en la playa, había pocas noticias que reportar. Por eso llamó la atención esa larga parrafada de Schumi asegurando que calibraba seriamente la posibilidad del retiro.

La mayoría de los medios, de papel o electrónicos, recogieron la primicia, publicada por Il Corriere dello Sport en Italia. Dos días más tarde, la portavoz de Schumacher, Sabine Kehm, aclaró que el periódico no había sacado de contexto al alemán: directamente todo el reportaje era un engaño. El diario italiano bajó el material de su página web, reconociendo tácitamente el ardid. Schumacher no solo no dijo que se retiraba: el domingo –acaso presionado por Mercedes- ratificó su voluntad de honrar su contrato, que se prolonga hasta fines de 2012.

“Estaré aún el próximo año, seguro”, comentó. “Tendremos que ver cómo van las cosas, cuál es la dosis de energía que tengo y las ganas (de seguir)” completó.

¿Hemos escuchado lo último en torno a este tema? Ni por asomo. Esas declaraciones indica que no. Porque, más allá de las declaraciones públicas, ciertamente Schumacher no está cómodo en su rol ni tampoco con la perspectiva: no puede hacer nada por mejorarlo, no está dentro de sus posibilidades, esta F-1 despiadada de hoy no tiene mucho que ver con la de hace una década, en la que brillaba con alternativas que lo favorecían.

-publicidad-

Si el Mercedes MGP W01 del 2010 era un coche que no favorecía el estilo de conducción de Schumacher (al punto que el equipo sacó de la galera a mitad de torneo un chasis más largo entre ejes para satisfacer sus requerimientos), este MGP W02 no es una superación mecánica. Nico Rosberg, que viene postergando sistemáticamente a Schumacher desde que son compañeros de equipo, acaba de ser lapidario sobre la salud competitiva del auto.

“Nadie puede ganar con mi auto –le dijo Rosberg a El País de Madrid- RedBull, Ferrari y McLaren están adelante. Con este auto, salir séptimo es un triunfo. Y eso solo puedo conseguirlo cuando hago una carrera perfecta. El problema grande es el concepto aerodinámico del auto. El motor está bien, pero en el terreno de los difusores soplados hay mucho para mejorar”.

Y lo dice quien le viene ganando 10-1 a Schumacher en clasificación, 7-3 en carrera (en Australia abandonaron ambos) y 48-32 en puntos para el campeonato. Aunque la mejor clasificación de un Mercedes en el año la consiguió Schumi, cuarto en el húmedo Grand Prix de Canadá; Rosberg fue quinto en China y Turquía.

¿Qué puede hacer Schumi en esta circunstancia? Su talento para organizar un equipo en torno suyo no puede ser puesto en práctica en Mercedes como lo fue en Benetton o Ferrari, siempre con Ross Brawn de referente. Le cortaron literalmente las piernas: no puede ensayar incansablemente como sucedía en sus días de Maranello, cuando se quedaba a vivir en la pista de Fiorano y ensayaba de 8 a 18. Las pruebas están hoy prohibidas en la F-1.

Ni siquiera lo convocan para desarrollar los neumáticos, como sucedió en la década del 2000 y especialmente cuando hubo guerra de fabricantes de cubiertas. Schumi siempre dispuso de una goma a medida de sus necesidades, lo que ahora le falta: las cubiertas duras del 2010 le complicaron la vida, las más blandas de este año lo ayudan un poquito más, pero no es suficiente.

¿Cómo puede entonces, desde una posición tan pasiva, tornarse decisivo para una resurrección del auto, del equipo y de su propia fortuna? Parece una tarea imposible de llevar a cabo.

Lo único que lo pone de resguardo del retiro es lo mismo que lo rescató de él. El aburrimiento que experimenta cuando está alejado de las pistas.

Por P.V.

 

-publicidad-


DEJÁ UN COMENTARIO

Por favor escribí tu comentario
Por favor ingresá tu nombre