JEAN-ERIC VERGNE, uno de los cuatro pilotos franceses de la Fórmula 1, logró un gran resultado deportivo después de un homenaje muy especial. ¿Coincidencia?
En el pasado Grand Prix de Mónaco, el francés usó un casco con decoración similar al que usara Francois Cevert, una leyenda de la F-1, desaparecido hace casi 40 años. La ceremonia estaba relacionada con el lanzamiento de una biografía de Cevert, escrita por su hermana Jacqueline (la mujer de otro ex piloto francés, Jean-Pierre Beltoise) y el veterano periodista Johnny Rives (ex L´Equipe).
Como fuera, con ese casco, Vergne cumplió a bordo de su ToroRosso-Ferrari una de sus actuaciones más destacadas en F-1, entrando en el top-ten de la clasificación –su mejor performance desde que corre en la categoría– y terminando el Grand Prix en el octavo lugar, su resultado más óptimo de la temporada.
¿Casualidad? Cevert siempre estuvo rodeado de un halo de sobrenaturalidad. Fijate en esta historia:
«En 1966, una muchacha llamada Nanou Van Melderen consultó a una clarividente parisina. ‘Tu novio va a tener grandes éxitos -le dijo la quiromántica- pero su trabajo los va a separar’. Nanou relató a su novio lo que había sucedido y éste, un piloto muy escéptico llamado Albert Francois Cevert, decidió ir a ver a la bruja por su cuenta, sin decir quién era. La clarividente le expuso la misma visión, pero agregó un detalle.
-No puedo ver tu 30º cumpleaños -repuso
-No importa -replicó Cevert, siempre reacio- Seré campeón mundial antes que eso.
En 1970, Cevert llegó a la Fórmula 1. Al año siguiente formó parte del equipo Tyrrell y ganó su primer Grand Prix. En 1973 consiguió muchos segundos puestos , especialmente detrás de su coequiper, el escocés Jackie Stewart, que lideraba el Mundial.
-Te está yendo muy bien -lo alentaba su madre Huguette, viéndolo preocupado.
-Sí, estoy segundo, pero no voy a ser campeón este año.
-Bueno, será el próximo -lo consolaba ella.
El 6 de octubre de 1973, en la clasificación del Grand Prix de los Estados Unidos, Cevert salió de los boxes asegurando:
-Voy a poner este auto en la pole-position y regreso.
Nunca volvió. En la tercera vuelta sufrió un despiste mortal. No tuvo la más mínima chance. Había vivido 29 años, 7 meses y 11 dìas.
Al año siguiente, Huguette supo de la historia de la clarividente, contada por Nanou en un libro sobre Francois, y decidió ir a verla. Llevó una foto de su hijo cuando tenìa 12 años. ‘Hábleme de él…’ pidió. La mujer puso una mano sobre la foto, cerró los ojos… ‘veo mucho éxito, muchas cosas, será fantástico, lo conocerá todo el país…’ y de pronto enmudeció. Abrió los ojos, miró a Huguette.
-Y está muerto.
(De «Fierro Líquido«, Pablo Vignone, Ediciones Al Arco, 2005, Buenos Aires).
Si todavía no venciste la incredulidad, acaso este testimonio -el del tricampeón Jackie Stewart– pueda servirte para superar los prejuicios:
«(Entre los Grands Prix de Canadá y Estados Unidos de 1973) Volamos a Bermuda, esos días permanecen vívidos en mi memoria como uno de los raros momentos en mi vida en los que podía apagar los motores y simplemente relajarme. Había un restaurante muy fino en el hotel, y cada noche para cenar nos poníamos saco y corbata. La atmósfera era magnífica, la comida excelente y cuando servían el café, Francois iba caminando hasta el piano, se sentaba y tocaba la Sonata nº 8 en C Menor para piano, de Beethoven, comúnmente conocida como la Patética. Era su pieza favorita y, mientras sus dedos bailaban sobre el teclado, recuerdo mirar en torno y ver como todo el mundo, particularmente las mujeres, lo contemplaba completamente encantado (…)
«Pasamos la Navidad de 1973 en familia en nuestra casa de Begnins, en Suiza, y Helen y yo nos sentimos conmovidos cuando Mark preguntó si podía tener algún dinero porque quería comprarnos un regalo de Navidad. Tenía solo cinco años, así que Helen lo llevó a Nyon, dónde decidió que que quería ir a una disquería.
«Con Helen esperando afuera, nuestro hijo camino y apenas alto para alcanzar los estantes donde estaban los discos en exposición, eventualmente eligió un album al azar solo porque le gustó la tapa brillante. Lo llevó al mostrador, se lo envolvieron para regalo, lo pagó con el dinero que le habíamos dado y salió apretando el paquete de manera que su madre no pudiera ver cuál era el presente.
«Francois Cevert había sido extremadamente cercano a Helen y le había contado que, si alguna vez algo llegaba a pasarle a él, donde sea que estuviera, se las arreglaría para de alguna manera enviarnos un mensaje o alguna clase de signo para hacernos saber que estaba bien. Imagínense entonces cómo me sentí cuando en la mañana de Navidad, solo once semanas después e su accidente, Helen y yo abrimos el regalo de Mark, algo elegido completamente al azar por un chcio de cinco años, y descubrimos que era un disco de la Sonata nº 8 en C Menor, de Beethoven, comunmente conocida como la Patética».
( «Ganar no lo es todo», Jackie Stewart, Headline, 2007, Londres).
¿Quién sabe, no? Esas ayudas nunca se descubren en la revisión técnica posterior a una carrera…
Por P.V.
Foto:
Literalmente escalofriante. Buenísima, un placer leerla.
excelente articulo. me dieron muchisimas ganas de adquirir su libro, sr p.v. todavía no tuve el placer de leerlo, pero ya llegara el momento.
Excelente P.V. Como todo el staff de V.A.- Deberian ser imitados por otros que se dicen sus colegas.- Voy a comprar el libro.
Pablo, yo tengo tu libro hace años y aparte era hincha de Cevert, tal es asi que corri en zonales y pinte el casco como el de el.
No se si era el nombre o que, pero a todo el mundo le parecía raro que un nene de 6 años ( mi edad cuando se mato) se identificara con un piloto no tan estrella todavía.
Indudablente tenia ese magnetismo de los grandes.
Estas historias mas los relatos de carreras son lo que hacen de la F1 la mejor categoria a nivel mundial, los periodistas como usted Vignone son los que hacen que uno se fanatice por el deporte motor
voy por el libro, me quedé helado
Gran relato!