LA OBRA MAESTRA DEL MAESTRO
Análitico y astuto como era, tal vez Juan Manuel Fangio se guardó su mejor carrera para la que marcaría la despedida de sus visitas al escalón más alto del podio al tiempo que sellaría al conquista del quinto título, una marca que recién 45 años más tarde igualaría y superaría Michael Schumacher.
Fue hace seis décadas en un Gran Premio de Alemania que en el legendario Nurburgring de los 22.772 metros y por aquel entonces bordeado de arboles, barrancos y precipicios, entregó una de las mejores demostraciones conductivas de un piloto en la historia del Campeonato Mundial de Fórmula 1. Porque el Chueco ganó como tantas veces, pero a diferencias de tantas otras veces, venció en una carrera que bajo el prisma de la lógica no podía ganar. Había quedado fuera de esa posibilidad cuando una detención en boxes para cambiar neumaticos se convirtió en eterna y no sólo le hizo perder la ventaja lograda sino otros 48 segundos. Parecían demasiados para descontárselos a las Ferrari de Peter Collins y Mike Hawthorn. Pero aquel 4 de agosto de 1957 nada parecía imposible para Fangio.
“Nunca conduje como aquel día, donde alcancé el punto máximo de concentración y estaba decidido a todo…” recordaba infinidad de veces el Chueco sobre aquel endemoniados andar sobre la Maserati roja número 1 (nunca mejor puesto) que desafiando los riesgos, de los árboles y barrancos cercanos, los saltos, los límites de la pista de casi 200 curvas y utilizando marchas más altas que las habituales, le permitió limar esa diferencia y ante el asombro de Collins y Hawthorn aparecer en las cercanías de los dos ingleses en la penúltima vuelta. Admiradores del Chueco y conocedores de su tremendo talento y determinación, ambos intuyeron que sus suertes en el camino al triunfo ya estaban echadas. Y así fue. Primero en la bajada de un pequeño puente Fangio dio cuenta de Collins y metros más adelante, lo pasó por adentro a Hawthorn en una zona de mixtos. “Si no me hubiese corrido, este Viejo Diablo me hubiese pasado por encima” declaró Hawthorn con más humor y admiración que bronca, en un podio, donde junto con Collins se mostraron más eufóricos que el propio Fangio.
Es inimaginable en la actual Fórmula 1 una hazaña semejante como la de Fangio en Nurburgring hace 60 años. Ni siquiera para talentos superiores como lo fue el Chueco. Ya casi no existen circuitos donde prive la capacidad humana como en aquel Nurburgring. Además los adelantos tecnológicos han permitido que con los intercomunicadores radiales los equipos mantengan a sus pilotos al tanto de la carrera y el avance de sus rivales. Obviamente seis décadas atrás, no los tenían Collins y Hawthorn que únicamente recibían las indicaciones de las pizarras desde sus boxes cada nueve minutos y medio, que era el tiempo aproximado que duraba la vuelta. Por eso confiados que estaban fuera de la amenaza de Fangio. ambos se dedicaron a un duelo personal, con algo de juego, donde por un buen rato la competencia privó por sobre la entrañable amistad que lo unía fuera de las pistas. Fue la perdición de ambos y la llave que terminó de abrir la puerta de la gran hazaña de Fangio. Una hazaña que tiene el valor agregado de haberse producido en un tiempo donde el piloto era lo más importante. Por eso se recuerda sesenta años después.
Por Miguel .Sebastián
Fotos: motorpasion
Contaba Fangio a quienes lo escuchaban que el salto del «Flugplatz» lo llegó a tomar en un cambio mas alto del que lo hacía en los entrenamientos y clasificación.
La curva a la izquierda que le seguía la tomaba mordiendo el pasto…
No había guard rail, como ahora, y abajo había un barranco…
Excelente retrato de lo ocurrido hace 60 años. Durante la lectura de la nota es como haber estado presente en el legendario trazado de Nurburgring. Un afectuoso saludo a Sebastián y a mi muy querido amigo Carlos Saavedra.
Eduardo (Wado)
Wado, sos un grande!