LOS QUE PASAMOS LAS 6000 RPM SABEMOS DE QUÉ SE TRATA.

Acostumbrados a lidiar con la tragedia en las décadas del ’80 y el ’90, cuando el TC todavía se movía en los semipermanentes con precarios niveles de seguridad y los accidentes fatales estaban a la vuelta de la esquina, salía a relucir una frase que nos antecedía en el tiempo pero que era ideal para el momento en que la desgracia era esquivada por poco: Dios es tuerca y argentino.

(También se acostumbraba repetir que el automovilismo argentino es una isla, pero últimamente viene tapándolo el agua)

No sabemos si existe (todavía hay debate al interior de Visión sobre la cuestión), pero si es verdad que anda por algún lado, entonces es fija que le gustan los fierros y que alberga el corazoncito albiceleste. En caso afirmativo –es decir, si tal entidad existe desde siempre- solía poner cada vez  su mano celestial ante una situación límite y, entonces, el piloto zafaba del obituario o el auto descontrolado esquivaba por poco a la masa.

Y era argentino además de tuerca, claro que sí (como habría sido, al mismo tiempo, lituano o ruandés o de dónde quiera que crean en su existencia), porque nos daba la chance de tener Fórmula 1 y rally mundial y pilotos en el exterior, y eso viene desde las épocas de Fangio y Froilán (cuando Dios era más argentino que nunca) hacia nuestros días.

Nunca deja de sorprendernos eso de que sea tuerca y argentino. Repasemos, si no, lo que ocurrió este año:

  • Si los japoneses nos quitaron a Pechito López de la clase mayor del Mundial de Resistencia (un Buda receloso, acaso), este argie tuerca y barbado nos lo devolvió justo para las 24 Horas de Le Mans, para que hasta la última media hora final el cordobés peleara por la victoria, saliendo del ostracismo que le supone ser el polichinela de un nipón acaudalado que no habla una palabra de inglés, y le compromete cada carrera del WEC en la categoría LMGT3.
  • Si el In God We Trust nos dejó sin Agustín Canapino en IndyCar, este de acá nos compensó con el desembarco de Franco Colapinto en la Fórmula 1. Digamos que fue un upgrade para el paladar fierrero.
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Claro que habría sido mejor tener a los dos en carrera, pero mientras le agradecimos a Canapa por los servicios prestados a la feligresía tuerca, ahora esperamos que Colapa se equivoque poco en Williams, que vaya a fondo cada vez que pueda y que siempre deje abierta la posibilidad de creer. En lo que sea.

¿Qué vendrá ahora? ¿Pibes argentinos inundando la Fórmula 3 o la Fórmula 2? ¿La vuelta del Rally de Argentina? ¿Una carrera de IndyCar en Buenos Aires, o con menos chances en Termas de Río Hondo y menos aún en Rafaela? ¿Unas 6 Horas del WEC en Termas o en el Gálvez? ¿La recuperación definitiva del TC2000? ¿La solución de los conflictos entre el ACA y la ACTC? ¿La depuración final del automovilismo argentino, a partir del impulso que siempre da tener un piloto en F-1? Para desear, mejor hacerlo en grande…

Y nunca dejar de creer.

 

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