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PROTAGONISTA EN 1967 DE AQUEL TERRIBLE ACCIDENTE QUE TERMINÓ CON SU CAMPAÑA DEPORTIVA. SE CONVIRTIÓ EN RECUERDO A LOS 89 AÑOS.

Casi nueve años antes del tan recordado accidente en el Nurburbring, que abrió las puertas para que más allá de sus virtudes conductivas, Niki Lauda, entrase en la galería de las leyendas de la Fórmula 1, se vió en el por entonces Autódromo de Buenos Aires otro milagro. Un piloto pudo escapar de ese infierno terrenal, en que se había convertido su auto de carrera luego de un despiste y vuelco.

La elegante silueta del Prototipo Ford cuando todo eran esperanzas. Pese a unos problemas de estabilidad en las pruebas, Viale confiaba en hacerle frente a las Liebres.

“Acá me muero…”, se dijo Atilio Viale del Carril en un segundo de lucidez dentro de su desesperación de verse en esa hoguera, en que se había convertido el Prototipo Ford. El vehículo con el que la marca del óvalo, pretendía frenar el dominio impuesto por los Torino y las Liebres en esa temporada 1967 dentro de un renovado Turismo Carretera.

La aparición había conmocionado al TC, y desafió a las marcas tradicionales a ofrecerle resistencia. Para Viale del Carril, un piloto de fino manejo, procedente del Turismo Mejorado y Turismo Anexo J, y de ascendente campaña en el TC, constituía la oportunidad ideal para escalar al primer nivel  Era un tiempo floreciente el automovilismo nacional, al punto que esa jornada en el autódromo porteño se disputó el jueves feriado del 17 de agosto, y formó parte de un torneo Triangular que culminó el fin se semana con el amplio dominio (venció en las tres jornadas) de Eduardo Copello y su Liebre.

UN TRIUNFO CON TRAGEDIA

 

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Fate

Con un Ford Falcon, Atilio Viale del Carril logró el 12 de junio de 1966 en la Vuelta de Salto su único triunfo en Turismo Carretera. No pudo festejarlo porque en la parte inicial de la carrera, el auto de otro competidor se salió de la ruta y embistió a un grupo de personas. Entre ellos estaban Ignacio, el hermano de Viale, su novia y Julio Guimarey,  piloto y amigo. Nacho tuvo heridas leves, pero su novia y Guimarey fallecieron.

«Veníamos peleando con Eduardo Copello. Al Curvón entrás a 220 km/h y salís a 200. Era la cuarta vuelta, así que los tanques estaban llenos. Eduardo iba adelante, mi coche se va, toco el pasto, que es como manteca, y me voy contra el alambrado. El coche se clava, le pega y da cuatro vueltas hasta que cae dado vuelta, con las ruedas para arriba; yo quedo colgado, con arneses, no con cinturones y es cuando se producen chispas y se prende, porque se vuelca la nafta y me baña. Y ahí aparece el fuego. Era tanto , que aspiro profundo y me quemo”, supo recordarr Viale en una nota con Clarin.  Así como Lauda fue rescatado por sus colegas Brett Lunger, Harald Ertl y Arturo Merzario, Viale del Carrril tuvo su ángel salvador en ese hueco que se abrió por una puerta que había saltado por el impacto, y por donde se mandó con gran parte de su cuerpo tomado por las llamas y gritando “saquen a mi acompañante, sáquenlo!…”

Arrastrándose , Viale busca alejarse del Ford en llamas donde yace su acompañante. Ocho días más tarde, Oscar Cabalén y su copiloto Guillermo Arnaiz, serían nuevas victimas  fatales de los Prototipos Ford, luego retirados de la competición tras esos accidentes. Se les cuestionaba que llevaban los tanques de combustible en la parte delantera. (Foto El Gráfico.com) .

Ese acompañante era José “Pepito” Gímenez, un mecánico de poco más de 20 años, desmayado en el interior del auto con siete costillas fracturadas. La situación tal vez atenuó el sufrimiento, la agonía de morir quemado, culminada pocas horas después en el Hospital Salaverry.

A diferencia de lo que sucedería con Lauda casi nueve años más tarde, el post-accidente de Viale fue más  doloroso y traumático, con cuatro meses de internación y 42 intervenciones y varios transplantes de piel, para recuperar el 42% del cuerpo afectado por el fuego.  Lamentablemente no eran tiempos que priorizaban la seguridad, ni los pilotos se preocupaban mucho por la vital cuestión. “Corrí con una pulover, pantalón, medias de nylon y mocasines”, solía recordar y lamentar Atilio, teorizando con los daños mucho menores que hubiese sufrido, especialmente en las piernas, de haber estado equipado con la ropa ignifuga, convertida en obligatoria más adelante. “Creo que sólo me hubiese quemado un poco la cara y las manos”, destacaba.

La tradicional Vuelta de Salto, marco en la temporada 1966 la unica victoria de Viale en el TC con el Ford Falcon. No pudo festejarla porque en un accidente murieron la novia de su hermano y un amigo.

Obviamente ese accidente marcó el final de la campaña deportiva de Viale del Carril. Incluso el automovilismo llegó a ser considerado “palabra prohibida” en la familia cuando tiempo después, Ignacio (el padre de Juanita y Nacho, los nietos de Mirtha Legrand) planteó en su juventud la posibilidad de correr.

La vida siguió y le dio otra oportunidad a Atilio, aunque ya fuera de las carreras. Recuperado, pudo completar sus estudios de medicina, que tenía avanzados en el momento del accidente, y durante tres décadas fue cirujano de cuello en el Hospital Ramos Mejía. El pasado martes 25, esa acreedora implacable que es la muerte, vino a sus 89 años (había nacido el 30 de octubre de 1935 en el barrio de Palermo) a cobrar la cuenta pendiente desde aquel 17 de agosto de 1967.

 

Fotos: gentileza Historia del TC

 

 

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