¿QUÉ TIENEN QUE VER LAS BICICLETAS CON VISION?
En automovilismo podemos discutir cuál es la carrera más importante del mundo. ¿Las 24 Horas de Le Mans? ¿Las 500 Millas de Indianápolis? ¿El Grand Prix de Mónaco? El debate es incesante, interminable e inconclusivo.
En cambio, en el ciclismo hay unanimidad desde hace décadas. Es el Tour de France, la carrera que sacude al Hexágono durante tres semanas de julio, que recorre las rutas y las montañas del país y que acaba, invariablemente, en Champs Elysees, el ancho boulevard que une la Plaza de la Concordia y el Arco de Triunfo, en París. En un edificio aledaño a la Plaza tiene su sede la Federación Internacional del Automóvil (FIA): ¿vieron que tenía algo que ver?

En la etapa 10 de este Tour 2025, este lunes 14 de julio, día de conmemoración de la Revolución de 1789, el recorrido era esencialmente de montaña. Los ciclistas tenían que escalar en ocho oportunidades distintas cuestas y lomas para llegar a la meta, el Mont Doré, que durante años fue escenario de una popular carrera de automóviles de trepada de montaña válida para el campeonato Europeo (y seguimos encontrando vínculos).

Lo interesante es que en el kilómetro 66 de la etapa, el recorrido marcaba el ascenso a la trepada de Charade, la tercera del día.

Eso implicaba ingresar al Circuito de Charade, lo que quedó de aquel formidable trazado de Clermont Ferrand, inaugurado en 1958 con una carrera de Fórmula 2, y que fue escenario de cuatro Grands Prix de Fórmula 1 entre 1965 y 1972.

Las bicicletas recorriendo en sentido inverso al que lo hacían los F-1 la parte inferior del circuito, lo que quedó de aquel trazado fabuloso de más de 8 kilómetros de largo que rodeaba dos volcanes apagados.

Allí ganaron Jim Clark (1965), Jackie Stewart (1969), Jochen Rindt (1970, foto) y otra vez Stewart (1972).

Aquella del ’72 fue la última vez en que se utilizó ese circuito. Francia ya contaba con el hiperseguro Paul Ricard y no había necesidad de desafiar al destino. En aquella carrera de 1972 corrió con su Brabham blanco Carlos Alberto Reutemann.

También participó el piloto austríaco del equipo BRM que se llamaba… Helmut Marko (fgoto superior). Allí terminó su carrera deportiva, un año después de haber ganado las 24 Horas de Le Mans.

Una piedra arrojada por otro rival –presumiblemente Emerson Fittipaldi y su Lotus 72- impactó en el visor de su casco. Perdió la visión de su ojo izquierdo. No pudo seguir compitiendo. Pero, como sabemos, se reinventó en el automovilismo. ¡Y cómo!

Por un ratito, los ídolos mundiales del ciclismo transitaron el mismo asfalto que los grandes campeones de otra era en la Fórmula 1. Y nos pareció simpático contarlo (y mostrártelo). Mirá lo que fue aquella última carrera de F-1 en Clermont:



















Otra nota exquisita de Vignone,nunca baja el nivel
Se agradece mucho