EL ACCIDENTE QUE DERIVO, 35 años atrás, en la tragedia de Ronnie Peterson, es una muestra de lo macabro que puede ser el destino anudando circunstancias.
1978. El Team Lotus viajó a Monza para el GP de Italia con serias chances de coronar campeón mundial a Mario Andretti. En sus camiones llevó cuatro autos: los chasis 79/4 y 79/2 para el ítalo norteamericano y Peterson, respectivamente, con dos muletto: el 79/1, adaptado para Andretti (el sueco, más alto, no podía acomodar bien las piernas en él) y un ejemplar del desclasado Lotus 78, el chasis 78/3, como eventualidad.
El Cosworth del 79/1 se rompió apenas iniciada la jornada del viernes, y Peterson tuvo que usar el 78/3 (y no el 79/1 que no lo favorecía) en la clasificación de la tarde, mientras los mecánicos colocaban un motor fresco en el 79/1. Había medio segundo entre Andretti y su compañero tras la tanda de entrenamientos, pero a la hora de clasificar, uno con el Lotus 79 y otro con el 78, esa diferencia se estiraba a dos segundos…
Cuando volvió a reunirse con el 79/2, el sábado por la mañana, Peterson encontró que los frenos traseros recalentaban y el embrague patinaba. No pudo mejorar mucho su tiempo del viernes. Andretti se quedaba con la pole-position pero el sueco solo conseguía el quinto tiempo.
“El Talón de Aquiles del Lotus 79 eran los frenos traseros; de hecho, Mario Andretti ganó muchas carreras solo con frenos delanteros operacionales. Como él recuerda: ‘no podía convencer a Colin (Chapman) de lo que estaba pasando’. Los frenos traseros del 79 eran internos, diseñados para que el aire fluyera mejor, pero los calipers eran de magnesio, que no era un metal apropiado para frenos porque es poroso, y una vez caliente se expande demasiado. Andretti descubrió que en cualquier pista que involucrara un uso excesivo de frenos, el pedal podía irse hasta el fondo frente a una frenada exigente. Después de la carrera, Andretti se quejaba de no tener frenos, pero en cuanto el auto volvía a los boxes y se enfriaba, los mecánicos encontraban que los frenos funcionaban perfectamente. ‘Colin nunca me creyó –dice Andretti- Tuvimos una eterna discusión sobre el tema y nunca se resolvió” («Lotus 78 y 79», John Tipler, Crowood Press, 2009).
En la prueba de tanques llenos de la mañana del domingo, el 79/2 experimentó fallas de freno en la segunda chicana de Monza y quedó envuelto en las mallas de contención. “El auto se dañó seriamente y era inutilizable. Ronnie no se había herido, pero el otro chasis 79 era el original con el tablero más bajo, en el que nos e podía sentar bien, y la conclusión fue que era mejor correr el 78” (Tipler, op.cit.)
Andretti y Gilles Villeneuve compartían la primera fila de largada, Jean-Pierre Jabouille (Renault) y Niki Lauda (Brabham) conformaban la segunda fila, Peterson y Alan Jones (Williams) la tercera. James Hunt (McLaren) partía décimo, el local Riccardo Patrese (Arrows) largaba 12º. La partida fue confusa.
“Cayó la bandera, Villeneuve juzgó bien y Andretti se quedó un poquito. Peterson también dudó y fue envuelto por los coches que venían detrás, incluyendo algunos que no habían llegado a detenerse en la grilla. Para ellos fue una largada en movimiento y ya eran muy rápidos. Patrese fue por afuera de Hunt mientras el pelotón corría por la anormalmente ancha recta de boxes, yendo hacia la primera chicana, que solo admitía una fila india. Frenar de 270 km/h a 100 km/h es difícil para un piloto andando solo, mucho más entre otros 24 autos. Peterson fue alcanzado por otros autos, hubo un toque (entre Patrese y Hunt), y el McLaren chocó al Lotus, que salió disparado contra el guard-rail a 190 km/h, rompiendo la trompa y tomando fuego. Chocó a su vez al Surtees de (Vittorio) Brambilla y cruzó la pista hacia el lado externo antes de detenerse en llama en el medio de la pista. También se veían involucrados Reutemann, Pironi, Regazzoni, Depailler, Daly, Stuck y Lunger. Antes que los bomberos, Hunt llegó al cockpit del Lotus y comenzó a sacar a Peterson. Su tobillo había quedado atrapado en la pedalera. Regazzoni y Depailler llegaron rápido en su asistencia, doblaron la columna de dirección y lo extrajeron. Por el momento, el sueco estaba fuera de peligro. Estaba consciente y hablaba. Parecía más difícil para Brambilla, que sufría fractura de cráneo”. (Tipler, op.cit.)
httpv://youtu.be/wGq-fLNz7YA
Una rueda del auto de Stuck había caído en la cabeza del infortunado italiano. La carrera no se largó sino a las 18:15 y se redujo su extensión de 53 a 40 vueltas. Para entonces, Peterson estaba en el hospital de Niguarda, en Milan: había sido transportado por helicóptero con serias lesiones en las piernas y algunas quemaduras. Andretti y Villeneuve se adelantaron en la largada definitiva y se les aplicó un minuto de recargo. Fue un podio mudo aquel en el que aparecieron Lauda, John Watson y Carlos Reutemann, los tres primeros. Andretti fue clasificado sexto, aunque el punto le sirvió para consagrarse campeón del mundo.
“Mario estaba sentado en el motorhome, y había una gran botella de champagne en la mesa. Estaba completamente agotado. Se sentía estafado, porque había ganado la carrera en la pista y le habían aplicado el recargo. Sabía que era campeón del mundo, pero a causa de Ronnie no podía celebrar. Entonces, el profesor Sid Watkins llamó desde el hospital, y Mario volvió con alegría de la llamada. Dijo: ‘Sid dice que tiene fracturas muy feas en las piernas, pero que los signos vitales son buenos, y que va a estar bien’. Empezó a discutirse si estaría en condiciones para la temporada siguiente, y entonces Mario abrió el champagne y todos bebieron y la atmósfera fue totalmente diferente” (“Mario Andretti, a driving passion”, Gordon Kirby, David Bull Publishing, 2001)
Aquella alegría duró apenas medio día. “Me levanté el lunes a la mañana y me puse en camino al hospital –recuerda Mario- Tomé la Autostrada y cuando llego al peaje, el muchacho me pregunta: ‘¿Estás yendo para el hospital?’ ‘Sí’ le digo. Y el muchacho me dice ‘Ronnie acaba de morir’. ‘¡No!’ grité. ‘Sí, lo escuché recien en la radio’. Me sentí completamente devastado. Fue como si el tipo me hubiera golpeado la cabeza con una maza. No podía creerlo” (Kirby, op.cit)
El destino había mezclado las cartas. “A medianoche, la condición médica de Peterson había tomado un repentino giro hacia lo peor. Médula ósea de sus fracturas expuestas se abrieron camino en el sistema circulatorio, creando una embolia que derivó en un ataque cardíaco fatal” (Kirby, op.cit.).
El drama aconteció durante una operación que le practicaban para reducirle las fracturas. Peterson entró en coma y murió en la mañana. Solo tenía 34 años.
Por P.V.