SI EXISTEN ALGUNOS anticipos del infierno Octavio Justo Suarez vivió uno hace hoy treinta años en el recordado semipermanente de Tandil, conocido como el Nurburgring argentino, por su extensión, exigencia y peligro. En pleno desarrollo de la Vuelta de Benito Juárez, su Dodge se salió imprevistamente del camino y puso en marcha la tragedia. A su derecha no estaba su hermano Pedro como durante todos esos años en lo que la dupla popularizó el seudónimo Hermanos Suárez. “Alguno se tiene que bajar porque si algún día nos pasa algo, uno al menos quedará para ocuparse de las cosas que tenemso en común” argumentó Octavio con su cruda espontaneidad al tomar la decisión que bajó a su hermano y colocó a Tito Torres como nuevo acompañante. Pareció profética. Ese algo pasó aquel domingo 23 de septiembre que vió a Octavio amanecer preocupado porque la gran velocidad de su Dodge no se correspondía con su poca estabilidad. Nada que ver con el gran rendimiento mostrado tres semanas atrás en el circuito santiagueño de La Banda y que le había permitido lograr una sorpresiva victoria .a cuatro días de cumplir 52 años.
“Lo venía controlando por el espejo y de pronto no lo ví más…” contó Oscar Aventín, que lo precedía en la ruta. “El auto venía algo inestable y de repente se salió del camino y comenzó a dar vueltas” relató Osvaldo Morresi, que circulaba detrás de Suárez en aquella carrera de Tandil. Mientras la incertidumbre de lo sucedido ganaba a ambos, el Dodge estaba detenido a un costado del camino con las ruedas al cielo. Torres pudo salir ileso. Su mayor contextura física le jugó una mala pasada a Suárez, que no logró abandonar el auto y quedó recostado en su habitáculo a la espera del rescate. Estaba dolorido por un golpe en su brazo pero consciente y por eso pidió prudencia viendo algunas llamas cerca de la bomba eléctrica que seguía funcionando. La ansiedad por sacarlo de quienes se acercaron a ayudarlo pudo más y así al intentar poner al auto en posición normal, el Dodge se convirtió en una bola de fuego. Una fuerte explosión frenó el accionar de los bomberos y auxiliares. La carrera se detuvo inmediatamente y consagró el triunfo de Roberto Mouras. Nadie estaba para festejos, Había muerto un piloto y no era uno más de los que por entonces se inmolaban en las carreras de ruta. Era el presidente de la ACTC, una situación de piloto-dirigente que puede extrañar por estos días pero que por entonces era tomado con naturalidad.
Así se consumió la vida Octavio Suarez, el Gordo Suárez para todos, Octavio para los que lo miraban con respeto, el Gordo Bueno para aquellos fanáticos del TC que exageradamente lo entronizaron, en un altar que le quedó grande, por esa defensa a ultranza que hizo de la categoría en una de sus épocas más complicadas como lo fue la que se vivió durante su década al frente de la ACTC entre 1974 y 1984. Igual ésta es una cualidad que no se lo podrá negar a Octavio que a su manera defendió y luchó por el TC . Frontal, apasionado y con una autoridad que muchas veces avanzó al perfil del autoritarismo fue quizás la personalidad dura que el TC necesitó para luego de largas batallas con el Automóvil Club Argentino dar el portazo y lograr en 1979 una autofiscalización que todavía mantiene y la enorgullece. Un logro de Octavio Suárez como también lo fue saber convencer a las severas autoridades militares de aquellos años de mantener las carreras de ruta a pesar de los accidentes fatales.
“Si las paredes de la vieja ACTC hablasen…” teorizan los cronistas de aquellos años recordando las ásperas reuniones de comisión directivas en las que Octavio buscaba imponer sus opiniones ante otros pilotos y dirigentes. Se habló de fuertes discusiones, de peleas y hasta de alguna acción intimidatoria. “Lo de revólver sobre la mesa fue una fantasía…” aclaró hace poco un actual alto dirigente de la ACTC que por esos años iniciaba su camino en la categoría. El elevado perfil directivo de Octavio eclipsó en parte su campaña como piloto iniciada en 1966. Lejos de ser un exquisito al volante, el Gordo Suarez resultó un típico exponente de los pilotos que se hallaban a sus anchas en las rutas con largas rectas y mucha velocidad en sus autos. No fue casualidad que sus cinco triunfos los obtuviera en semipermanentes. “Maneja como un colectivero” ironizaban sus detractores recordando su pasado como conductor de un bondi. “Los colectivos siempre llegan” retrucaba Octavio, exponiendo su alta efectividad de arribos.
Fue Octavio Suárez un producto típico de su época con una forma de ser que difícilmente hubiese acompañado el desarrollo posterior que tuvo el TC obligado por los cambios deportivos, técnicos y sociales. Cuesta imaginar en esos tiempos a un presidente de la ACTC con su obstinadas convicciones y su rudo perfil. “El TC nació en la ruta y debe morir en la ruta…” respondía cuando alguien le insinuaba abandonar los semipermanentes por su alta peligrosidad.
El TC sigue vivo fuera de las rutas. Octavio Suarez murió hace 30 años en una carreras en ruta.
Por Miguel Sebastián
Foto: TCla revista.com.ar
Un comentario critico que no se merece un luchador, un honesto trabajador y luchador que a traves de sus convicciones (con las que se puede compartir o discutir) edifico parte del camino al que llego el automovilismo de estos dias.
Un gran laburante arriba y abajo del auto, luchò y logrò el verdadero t.c. retò a Mouras y Castellano(incluso amagando a echarlos),si seguian pegandose al pedo, hoy su caracter falta, donde los actuales»dirigentes» no lo representan ni de casualidad, luchò por el tc de ruta, estos de hoy luchan por poder y billeteras gordas. lo del revolver es veridico(doy fe), y no quiero entrar en detalles finos de «manejos» no santos poniendo el gancho del gordo en ciertos papeles…muchos sacaron provecho de eso.