JUSTO RECONOCIMIENTO.
La muerte sólo es la desaparición física de una persona. Su recuerdo permanece siempre. En mayor o en menor medida, y con las sensaciones que haya construido en vida, entre quienes lo trataron y conocieron.
Roberto Urretavizcaya fue un piloto especial en el automovilismo argentino. No sólo por ese estilo conductivo espectacular que le hizo ganar tantos hinchas, también por su carisma y empatía reflejado en un ambiente que no regala elogios, donde es casi imposible encontrar alguien que no reconozca ese trato amable y abierto que tenía Tito, cualquiera sea el interlocutor. Tan imposible como encontrar a alguien que no se haya divertido con los relatos de sus múltiples y disparatadas anécdotas, dentro y fuera de los circuitos.
Su muerte, el pasado 25 de abril tras varias semanas de internación por el accidente sufrido al caer de su moto en el camino de tierra entre Chacabuco y Bragado, nos dejó sin la presencia de quien, tras colgar el casco y el antiflama de piloto, mantenía su romance con el automovilismo. Y especialmente con la ACTC, como directivo (vocal en la comisión), y a cargo de la conducción de los vehículos de seguridad en las carreras. Además siempre estaba listo para brindar ayuda a quienes la necesitasen.
Lejos estuvo esa desaparición física, de borrar todo ese gran recuerdo que Urreta dejó en su paso por la vida y el automovilismo. Sigue vigente y una especial y simpática prueba es el Mural Tito Urretavizcaya, a inaugurarse el 3 de noviembre a las 19 horas en el Pasaje Rodríguez de Chacabuco, la ciudad donde Tito había nacido el 9 de septiembre 1957. Es la obra del diseñador y artista visual Santiago Serra Benitez. Un homenaje respaldado por la Dirección de Cultura de Chacabuco. Un homenaje que ha confirmado que con personas como lo fue Roberto Urretavizcaya, la muerte es sólo la desaparición física.