VICTORIA ESPERADA.
“Pueden pasar muchas cosas en el Dakar pero si sólo pasan las normales, será difícil ganarle a Nasser Al Attiyah…” pronosticaban los entendidos de Dakar en la previa de la edición 2022. Priorizaban la realidad de la sólida candidatura del Príncipe y piloto qatarí a las expectativas de un trámite interesante que siempre se espera de una de las carreras más importantes del calendario.
No pasaron muchas cosas en la docena de etapas que transitaron el territorio de Arabia Saudita. Si, las suficientes para confirmar ese pronóstico y darle mayor comodidad a la cuarta victoria del qatarí en el Dakar(había ganado en 2011, 2015 y 2019) y la primera en Arabia Saudita. El retraso de un par de horas que Carlos Sainz tuvo al perderse en uno de los primeros puestos de control. La rotura de la suspensión trasera izquierda del otro Audi hibrido de Stephane Peterhansel. El español criticó duramente a la organización y hasta deslizó que Nasser fie favorecido porque estaba advertido de las características del punto de control que también vio complicar otras ambiciones. “Nosotros conocemos bien el terreno porque corremos varias veces al año, en cambio Sainz sólo viene para el Dakar…” respondió Matthieu Baumel, navegante de Nasser sobre el Toyota con el recuerdo de su participación y amplio dominio en el Campeonato de Medio Oriente. Fundadas o no, esas sospechas de Sainz, lo cierto que estos dos golpes de escena clausuraron el interés de la lucha por la victoria casi desde el arranque. Con la experiencia de 17 Dakar, Nasser supo administrar la ventaja de casi media hora que tomó sobre Sebastien Loeb y su Hunter. El francés resultó un permanente escolta, pero sólo eso. Nunca fue un rival amenazante como lo testimonió su patético, “voy al límite pero es imposible correrlo a Nasser” largado por Seb luego de mucho arriesgar y no ver los resultados de ese esfuerzo en los tiempos. Queda por saber qué hubiese ocurrido con los Audi sin los problemas que los retrasaron prematuramente. Sus triunfos en las etapas posteriores permiten suponer que podrían haberle dado más interés a la carrera. Esto sin olvidar que en esos momentos. Nasser especulaba con la ventaja y “crucereaba” con el Toyota para evitar riesgos. Igual y ya en función de futuro hay que saludar la aparición de los Audi híbridos, que mostraron su competitividad desde el arranque.
No dejó mucho más este Dakar 2022 que no quedará en la historia por su desarrollo. Resultó tan insípido como el marco popular que lo rodeó. Nada que ver con las multitudes que lo acompañaron en las añoradas ediciones sudamericanas. Encima deportivamente confirmó lo cerrado que se mantiene el grupo de aspirantes a levantar el trofeo mayor. Un grupo limitado a Nasser Al Attiyah, Carlos Sainz y Stephane Peterhansel y que no por casualidad se han repartidos las 13 victorias de las últimas 14 ediciones (la excepción fue Nani Roma en 2014) en concordancia con las etapas de dominio de las distintas marcas que defendieron como en su momento lo fueron Volkswagen, Peugeot, Mini y Toyota. Una situación que tal vez refleje el verdadero objetivo de la competencia de autos. Mostrar, junto con la capacidad de los pilotos, las bondades de las marcas y proyectar su comercialización.
En cambio, las motos, además de esas proyecciones exhiben prioritariamente el verdadero espíritu que impulsó la creación del Dakar. El desafío a la naturaleza y la resistencia humana. Por eso es la especialidad más peligrosa pero también la más concurrida, interesante y atractiva. La edición 2022 no fue la excepción con la definición más apretada entre las principales categorías. Hubo varios cambios de lideres y un triunfo que el británico Sam Sunderland (GasGas) recién pudo asegurar en la última etapa con una diferencia de 3m27s sobre Honda del chileno Pablo Quintanilla y de 6m47s sobre la KTM del austríaco Matthias Walkner Otra prueba que si el mediatismo del Dakar está en los autos, al verdadero interés competitivo hay que encontrarlo en las motos.