UN CAMPEÓN SIN CORONA.
Decirlo de Stirling Craufurd Moss, es quedarse en la superficialidad de lo que marcan las estadísticas, con sus cuatro subcampeonatos consecutivos (1955-56-57-58) de Fórmula 1.
Es que fue más, mucho más, con virtudes que no sólo abarcaron sus condiciones de pilotos veloz y efectivo. Un caballero de las pistas lo que no le impedía poner toda su pasión, empuje y determinación cada vez que se subía a un auto de carrera. Un grande de todos los tiempos que ya forma parte de la leyenda. El último exponente de una generación inolvidable, y que en su caso supo tutearse en las pistas tanto con aquellos pioneros de los 50 como Fangio, Ascari, Collins, Hawthorn como con las figuras de los 60 como Brabham, McLaren, Clark, Graham y Phill Hill, Von Trips, Brooks y Gurney.
Tres veces Juan Manuel Fangio relegó su sueño de ser el primer campeón mundial inglés, que Moss atesoraba desde que comenzó a correr. Esto sin embargo no le creó ningún rencor, ni enfrentamiento con el argentino. Por el contrario, forjó una amistad, en años en que esa palabra no estaba reñida con la rivalidad, que se mantuvo fuertemente hasta los últimos días del Chueco. Una admiración mutua.
Retirado Fangio de las pistas, Moss tuvo en 1958 su gran oportunidad. Hizo todo de su parte. Cuadruplicó la cifra de victorias (4 a 1) del campeón Mike Hawthorn, pero no pudo con su regularidad (cinco segundos puestos), ni con el reglamento que premiaba con un punto al récord de vuelta, que el rubio del moñito conquistó en 5 ocasiones contra 3 de Moss. De esa forma marcó allí la diferencia definitoria, de apenas un punto. Tampoco pudo con el juego de equipo que instrumentó Ferrari en la carrera decisiva en Marruecos, y que a 15 vueltas del final le ordenó a Phil Hill ceder el segundo lugar que Hawthorn necesitaba para coronarse.
Moss entendía y conocía de esas situaciones en los equipos que ya había vivido en 1955 en Mercedes Benz, donde como jóven y ascendente promesa quedó la sombra de Fangio, pero tenía otra forma de ver las carreras. Por eso fue uno de los que más insistió para que a Hawthorn se le reintegrasen los 7 puntos. Puntaje que inicialmente se le habían quitado en el Gran Premio de Portugal, antepenúltima fecha del campeonato, por retornar a la pista por un lugar no permitido. ”Hubiese hecho lo mismo”, fue su simple explicación. Sin esos puntos que recuperó gracias a su rival, Hawthorn hubiese perdido el título ante Moss. Inimaginable pensar esto en la actualidad.
Moss insistió en la búsqueda de esa corona esquiva, pero ya no hubo chances tan claras más allá de los tres terceros puestas (1959-60-61) seguidos. Las nuevas generaciones avanzaban y aunque Moss les dio batalla, cada vez le costaba más. El destino terminó de enhebrar su obra para la frustración con un terrible accidente en Goodwood, que lo tuvo 36 días en coma y medio año internado. Se repuso y al año siguiente volvió a Goodwood para probarse, y dar una vuelta a toda velocidad sobre una pista mojada. Entendió que ya no era mismo y consecuente con su espíritu combativo y ganador decidió el retiro.
Atrás quedó una espectacular campaña de 529 carreras con 212 triunfos en distintas categorías, que lo llevaron a conducir 107 autos. De ese palmares de éxitos, 16 corresponden al Campeonato Mundial de Fórmula 1, entre ellos se recuerda el de Argentina 1958. Fue el día del estreno del motor trasero, cuando hizo aguantar a su Cooper 43 Climax del equipo privado de Rob Walker, durante las 80 vueltas con neumáticos que tenían vida útil para muchas menos. También venció en 22 carreras sin puntaje, en Fórmula 2, en Sport, Turismo, las Mil Millas Italianas, 12 de Sebring, Targa Florio y 1000 Km de Nurburgring, entre tantas.
“Soy un corredor, no un conductor…”, repetía Moss para explicar su estilo de ir al frente que le dio muchos éxitos, pero también serios accidentes, en una de las épocas más peligrosas del automovilismo deportivo mundial. Un estilo que le hizo ganar la admiración de los ingleses, por encima de otros pilotos compatriotas que se dieron el gusto de alcanzar el título mundial.
“Si hubiese puesto la razón antes que la pasión, Moss hubiese sido campeón varias veces”, supo decir Enzo Ferrari con su reconocida crudeza. Puede ser, pero Moss le hizo caso al corazón, y antepuso la pasión por correr. Es cierto que no fue campeón, pero vivió 90 años a pleno, disfrutó de la vida y ganó algo más importante que un título mundial: el reconocimiento general por su grandeza.
Sin dudas, un icono del autonomismo, una leyenda. Discrepo en que sea la última, gracias a Dios, quedan muchas entre nosotros: Emerson Fitipaldi, Stewart, Prost, Sir Frank, Andretti, etc etc. Saludos y feliz Pascua
No hay que olvidar que Stirling Moss ,ganó en 1955 la mítica Mille Miglia,la anteúltima, con Dennis Jenkinson como acompañante y navegante. Un grande.