GRANDES PREMIOS PARA OLVIDAR.
Es inevitable. Un hecho extraño, fuera de lo común, sea agradable o no, acciona inmediatamente el disparador de los recuerdos para encontrar similares antecedentes en el pasado.
Lamentablemente el papelón que entregó la Fórmula 1 en el reciente Gran Premio de Bélgica no es el primero en sus 71 años de historia. Es cierto que no hubo muchos en gran escala, pero algunos existieron y entre ellos registramos un par, que a diferencia de lo ocurrido en esta última edición con una decisión intermedia (una carrera con auto de seguridad de apenas tres vueltas) tuvieron como desenlace situaciones opuestas.
Coincidentemente uno de esos antecedentes nos traslada al Spa del reciente conflicto. No hubo Gran Premio de Bélgica el 2 de junio de 1985 como estaba previsto en el calendario como sexta fecha del Campeonato Mundial. Sin embargo los equipos se habían instalado en el trazado belga y hasta habían realizado dos tandas de entrenamientos. Resultaron suficientes para comprobar la imposibilidad de a correr al levantarse el piso en distintos lugares. Como siempre hubo cabildeos, reuniones y discusiones pero la evidencia de la realidad fue incontrastable. La pista no soporto la exigencia de los autos de Fórmula1 al estar en proceso de consolidación, por haber sido terminada solo dos semanas antes. Una demora motivada por trámites burocráticos y el mal tiempo en la zona que impidió la concreción de los trabajos en los plazos inicialmente fijados.
“Es como andar sobre la nieve” sentenció Niki Lauda en la reunión de pilotos y equipos, en la que como era habitual en esos años llevó la voz cantante Bernie Ecclestone, el mandamás de la categoría. No hubo que esperar hasta el domingo ya que ante el panorama del sábado al mediodía Bernie no dio más vueltas y decidió la cancelación de la carrera. Días más tarde se le fijo como nueva fecha el 15 de septiembre, esta vez en el decimotercer lugar del calendario. No corrió Lauda por una fisura en una muñeca. McLaren convocó a John Watson para reemplazarlo pero el irlandés no pudo estar ante la oposición de Ferrari. De los que estuvieron en junio, tampoco estuvo el alemán Stefan Bellof, pero por un motivo más trágico: dos semanas antes en el mismo Spa había muerto en los 1.000 Km de Sport tras un choque de su Porsche con el de Jacky Ickx en la curva Eau Rouge. Por eso en el lugar del accidente se colocaron dos coronas de flores. La nueva carrera se cumplió sin problemas y sobre el Lotus entregó el segundo triunfo en la categoría de alguien destinado a conquistar muchos más: Ayrton Senna.
Algo más cercano encontramos el otro gran papelón de la Fórmula 1. Fue en Indianápolis y esta vez hubo carrera el 19 de junio de 2005 pero solamente con 6 de los 21 pilotos habituales. Los accidentes de de los Toyota de Ralf Schumacher y Ricardo Zonta en los días previos por la rotura de los neumáticos traseros izquierdos en la curva 13 movieron la preocupación sobre la resistencia de las cubiertas Michelin utilizadas por 7 (Toyota, McLaren, Renault, Honda, Sauber, Williams y Red Bull) de los 10 equipos participantes. Ferrari, Jordan y Minardi eran las excepciones, calzados con Bridgestone. En medio de tensas reuniones, el tema fue tomando temperatura y mucho más cuando la solución propuesta de hacer una chicana entre las curvas 12 y 13 que parecía en camino de destrabar el conflicto encontró la férrea oposición de Ferrari. “Nosotros no tenemos problemas con los neumáticos” fue la pragmática y contundente respuesta que puso el escollo final a cualquier solución. ¿Sabes quién la dijo?: Jean Todt. Si, si, el mismo que actualmente preside la FIA y busca acuerdos. Por entonces era parte interesada como director deportivo de Ferrari.
“Den por lo menos cinco vueltas y después vayan a boxes” fue el pedido en tono de súplica de Ecclestone a Flavio Briatore. “No podemos” contestó el por entonces responsable deportivo de Renault, el equipo en el que Fernando Alonso transitaba el camino a su primer título mundial. Se cerró así la última esperanzar de una solución. Se abrió la puerta del escándalo que empezó a tomar forma cuando camino a la grilla desviaron su rumbo a la zona de boxes los Renault de Alonso y Fisichella, los McLaren de Raikkonen y Montoya, los Toyota del poleman Trulli y Zonta, los BAR-Honda de Button y Sato, los Red Bull de Coulthard y Klien, los Sauber de Villeneuve y Massa y los Williams de Webber y Heidfeld. O sea lo 7 equipos y sus 14 pilotos, usuarios de Michelin.
El majestuoso marco de Indianápolis pareció más imponente que nunca ante la presencia de apenas media docena de auto en la grilla más pobre que la Fórmula 1 presentó en su historia. Las Ferrari de Michael Schumacher y Barrichello, los Jordan de Monteiro y Karthikeyan y los Minardi de Albers y Friesacher representaron diminutos puntos en semejante escenografía. Faltaban autos y sobraba escenario cuando se dio la largada. No tardo el público en expresar sus disconformidad ante la pobre oferta de la Máxima. Varios objetos cayeron sobre la pista y carteles “Devuelvan el dinero” surgieron como hongos entre la multitud de 200.000 personas, muchas de las cuales emprendieron la retirada a las pocas vueltas cuando como era de imaginar las Ferrari ya habían puesto buena distancia sobre sus débiles rivales
El Gran Premio completó el total de 73 vueltas estipuladas que sólo cumplieron el ganador Schumacher y su escolta Barrichello. A una vuelta terminaron los Jordan del portugués Monteiro y el indio Karhtikeyan, y a dos, los Minardi del holandés Albers y el austríaco Friesacher. El único rostro sonriente del podio fue el de Monteiro, conocedor que había aprovechado debidamente la inesperada oportunidad para subir a un podio que luego nunca más visitó. La seriedad de Schumi y Barrichello tenía que ver con alguna aspereza en la pista. El enojo de los aficionados lo calmó la decisión de Michelin de hacerse hacerse cargo de la devolución de los importes de las entradas, cuyo valor osciló entre los 70 y 150 dólares. Asimismo los organizadores estadounidenses recompensaron a los espectadores con una entrada gratuita para una carrera del CART en Cleveland.
Casualidad o no, a fin de año Michelin anunció su retiro de la categoría. Asimismo una extraño destino signó a Jordan y Minardi, los equipos que acompañaron a Ferrari en patriada. Al concluir la temporada 2005 también dejaron el Campeonato Mundial.
“La Fórmula 1 ha muerto en Estados Unidos” exclamó Ecclestone al abandonar Indianápolis, consciente del vergonzoso espectáculo brindado ante un público, como el estadounidense, que intentaba conquistar. Exageró. La Fórmula 1 no murió porque siguió en Indianápolis hasta 2007 y desde 2012 se afincó en Austin, Texas. Continúa viva, y de vez en cuando, como en Spa, protagonizando algún papelón.