COMO CHACALES.
Es una situación dicotómica. Dentro de la pista, RedBull gana de manera armoniosa; fuera de ella, todo es escándalo.
Max Verstappen lleva ya 56 triunfos, sumado el que obtuvo en el GP de Arabia Saudita. Son 100 podios para él en 188 carreras. Sumó 19 victorias en los últimos 20 Grands Prix, y en el último año calendario solo fue derrotado en dos oportunidades: Azerbaiján (por su compañero Sergio Pérez) y Singapur (por Carlos Sainz). Con su triunfo, RedBull se encaramó al cuarto lugar en la tabla de máximos vencedors de GGPP, con 115 éxitos, detrás de Ferrari, McLaren y Mercedes, dejando ya quinto a Williams.
¿Se puede pedir algo más?
¡Sí!, dicen los empleados de RedBull. Que nuestros patrones y jefes dejen de pelearse. Porque aunque ninguno hayan leído el Martín Fierro, saben que, si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera, como escribió el enorme José Hernández siglo y medio atrás.
Así es: después de que Max Verstappen anunciara, tras marcar la pole en Arabia, que su continuidad en RedBull está atada a la su descubridor, Helmut Marko, y que Christian Horner asegurara, dos días más tarde, que ningún individuo es más que el equipo, que puede seguir ganando aunque pierda integrantes, en Mercedes y en Ferrari se frotan las manos.
Toto Wolff ya lo dijo: habiéndose perdido a Verstappen una década atrás (no pudo contratarlo porque ya tenía a Lewis Hamilton y a Nico Rosberg), lo espera con los brazos abiertos si quiere sumarse a su escuadra en 2025, ocupando la butaca que deja libre Hamilton. Esa era una posibilidad inexistente hasta hace quince días, especialmente después de Silverstone 2021, cuando Wolff y Jos Verstappen dejaron de hablarse. Pero ahora, Max coqueteó con ello y el otro austríaco no dejó pasar la chance.
Más aún: Wolff le abrió la puerta también a Marko, que corrió el riesgo de ser suspendido por RedBull Gmbh, la compañía global. “Puede ocupar el lugar que dejó Niki”, sugirió en alusión al fallecimiento de Niki Lauda, su consultor, en 2019. Lauda y Marko eran amigos desde la juventud y llegaron juntos a la F-1 en 1971.
O sea: Mercedes no descarta la chance de quedarse con piloto y asesor. ¿Y qué pasa con Ferrari? Los italianos ya tienen pilotos para 2025, y en realidad les sobran: con Hamilton y Charles Leclerc confirmados como duplas, se queda sin espacio Oliver Bearman, el inglesito de 18 años que debutó sorpresivamente con el Cavallino Rampante en Arabia y acabó séptimo.
Pero sí le apuntan al triunvirato técnico que pergeñó el RB20 que lleva dos 1-2 en lo que va de 2024. Ese triunvirato está formado por Adrian Newey, el DT Pierre Wache (ambos en la foto) y el director de aerodinámica Enrico Balbo. Si consigue arrancarle a RedBull dos de esos tres, celebrarán con lambrusco.
Hay que recordar que John Elkann, el presidente de Ferrari, previsionó 400 millones de euros para el Operativo Hamilton. En el piloto se gastó 200; el resto puede aplicarlo a la periferia. Por ejemplo, convencer a Newey con un suculento salario sin que tenga que moverse de Inglaterra, algo que sí tendría que hacer Wache y que a Balbo, que es italiano, no lo complicaría en grado sumo.
Elkann estuvo el viernes en el cuartel de RedBull en el circuito de Jeddah, recibido por el CEO Oliver Mintzlaff. ¿Pura cortesía o se habló de negocios?
La visita no fue un rumor como todos los que circularon este fin de semana en Jeddah. El más formidable: que el lunes posterior de la carrera se reunían en Dubai los austríacos Mintzlaff y Watzlawick (este, encargado de la división bebidas de RedBull) con los Yoodvidyha, los accionistas tailandeses de la compañía, y que allí decidían el despido de Horner a materializarse antes del venidero GP, en Australia, para ser reemplazado por Jonathan Wheatley, el actual director portidevo de la escudería. Habrá que verlo.