UN RECUERDO VIGENTE.
Tan repetido y hasta livianamente pronunciado por estos días en referencia al escenario que concentra gran parte de las carreras e incluso por las categorías escuelas de la ACTC, el nombre de Roberto Mouras excede ampliamente esa identificación con un autódromo y una categoría. Es el nombre de unos de los grandes de la rica y extensa historia del TC.
Es cierto que pasaron 28 años de aquel trágico 22 de noviembre en Lobos en el que camino a un nuevo triunfo el golpe contra el talud desvió su Chevrolet rumbo a un viaje sin retorno a la eternidad. Mucho tiempo, tal vez demasiado para el olvido rápido que es moneda cada vez más corriente en estos tiempos donde privan las urgencias de la actualidad acompañadas por un preocupante desconocimiento de la historia que incluso en este caso ha motivado que en algún box se haya escuchado más de una vez ante la mención de Roberto Mouras el sorprendente comentario de “Ah, sí, el del autódromo…”.
No señores. Es al revés la cosa. El autódromo y las categorías son los justos reconocimientos del TC a uno de sus grandes pilotos e ídolos como sin dudas lo fue Roberto José Mouras. Un grande de una época inolvidable del TC. Aquella última época de las carreras en ruta, aquella de los ásperos duelos con Castellano, los hermanos Aventín, Satriano, Traverso, Oyhanart, DeBenedictis, aquella de las multitudes al costado de los semipermanentes, aquella de las colas mañaneras de autos para entrar en los circuitos, aquella de las trasnoches en carpas y casas rodantes desafiando al frío. Aquella que le dio al TC una impronta especial que forma parte de su inigualable y eterno romance con los hinchas.
Conocidos son los pergaminos deportivos Roberto Mouras. Ganador de 50 carreras de TC, sólo es superado por Juan Gálvez en la historia, de la categoría. Tricampeón con las coronas logradas sucesivamente en 1983, 1984 y 1985, todas con Dodge pese a quedar en el recuerdo de los hinchas como un gran referente de Chevrolet. No ganar un título con el Chivo es una de las cuentas pendientes que Roberto quería cobrar cuando a los 44 años lo interrumpió la muerte. Esa muerte que hace 28 años lo dejó en un recuerdo que mantiene su total vigencia, pero no sólo por el autódromo o las categorías que llevan su nombre sino por todo lo que fue arriba y abajo de un TC.
Un grande de esos que ya no hay, un fuera de serie arriba del auto y un caballero debajo del mismo. Siempre vivo en la hinchada.