¿OBJETIVOS DEPORTIVOS O COMERCIALES?

Después de una ausencia de diez Grandes Premios, tras su salida en alfombra verde (de dólares) de McLaren, Daniel Ricciardo vuelve a la Fórmula 1, a los 34 años, ahora con Alpha Tauri, el peor auto de la categoría actual.

¿Qué ha habido detrás?

 

¿Qué busca el australiano radicado en California volviendo al equipo que abandonó una década atrás, a fines de 2013, para sumarse la escuadra RedBull?

Ricciardo ya admitió una razón: busca transformar ese regreso en un trampolín para regresar al equipo para el que condujo entre 2014 y 2018, del que se fue con menos honores que los que merecía.

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¿Solo eso?

Ricciardo no tenía la potestad de hacerlo por su cuenta. Otros factores de poder lo permitieron. Quienes accionan la botonera en Red Bull también lo eligieron para este desafío por otras razones, que todavía no están del todo explícitas.

Ya se sabe que Christian Horner no quería a Nyck De Vries, aunque él sea el Team Principal de Red Bull y el neerlandés corriera para otras escuadra… Consideró un error su contratación, en el sentido de que obstruía al ascenso de otros pilotos de la Academia de la marca.

Pero no lo reemplazaron con un joven piloto, sino con un veterano. Liam Lawson, la sucesión lógica, está disputando el campeonato de Super Fórmula en Japón. Está más que a punto para debutar en la máxima categoría. Pero no: fue Ricciardo.

Una fuente insospechable cuenta que Ricciardo trabaja desde hace seis meses en el simulador de Red Bull. Que al principio de año estaba muy lejos del rendimiento de Sergio Pérez. Que ahora está bastante más cerca, pero todavía por detrás. Que un eventual reemplazo (el deseo de Ricciardo) todavía no paga.

Pero sí puede funcionar como un objeto de presión tener a Ricciardo en Alpha Tauri, en momentos en que el piloto mexicano perdió impulso; no puede alcanzar la Q3 desde hace cinco Grandes Premios y complica su ejecución de las carreras.

Según esta línea de razonamiento, la decisión precisa de la internalización de Checo de que su posición está amenazada pese a que su contrato expira a fines de 2024.

Quizás la conciencia de que Ricciardo quiere arrebatarle su lugar, provoque que la performance de Pérez alcance otros niveles. Y entonces, si esa es la motivación oculta de esta decisión, estará justificada.

Esos serían, podría decirse, objetivos deportivos. Pero no serían los únicos que podrían estar sosteniendo esta decisión.

Se dice que Ricciardo se ganó la promoción en la undécima vuelta de su test con las cubiertas Pirelli el lunes 10 de julio en Silverstone. Que cuando cumplía ese giro, con unos tiempos de vuelta que -aparentemente- le habrían permitido ocupar la primera fila de largada del GP del día anterior, Horner lo miró a Marko y le dijo: “tenés que llamar a De Vries”. Y mientras el australiano terminaba su test, el asesor deportivo de Red Bull le comunicaba su cesantía, vía telefónica, al piloto neerlandés.

Entonces, con la aprobación de Ricciardo (que, evidentemente, ya había dado mucho antes de esa prueba), el gambito permite insistir en la revitalización del equipo de Faenza, acaso con el objetivo final de venderlo.

Dietrich Mateschitz compró el equipo Minardi en 2005, con la idea de que funcionara como una usina de pilotos para RedBull. Lo rebautizaron como Toro Rosso. De los 15 pilotos que corrieron para esa escuadra entre 2006 y 2023, siete (casi la mitad) acabaron pasando a RedBull.

Pero Dietrich falleció en 2022, y su hijo Max concedió la conducción estratégica del emporio a dos contadores, que seguramente poseen una perspectiva menos deportiva que los Mateschitz. Y dada el alza del valor de los equipos de Fórmula 1 en los últimos tiempos, como se contó aquí hace poco, no sería nada extraño que la posibilidad de un gran negocio haya pasado por sus cabezas.

“Si Audi paga 750 millones de dólares por la propiedad de Sauber, y Alpine pasó a valer 900 millones de dólares al vender el 24% de las acciones, ¿cuánto podríamos sacar por la venta de Alpha Tauri?”, pueden preguntarse los contadores. Por Minardi, Mateschitz pagó algunas decenas de millones de dólares. La venta podría hacerse por 15 o 20 veces esa cifra.

Alpha Tauri cambiará de nombre en 2024; parte de sus dependencias se mudarán de Faenza a Inglaterra; llegarán Peter Bayer (exsecretario general de la FIA) y Laurent Mekies (por ahora director deportivo de Ferrari), para hacerse cargo del equipo. Pero el AT04 de este año es el peor coche de la grilla y no parece la mejor vidriera para una venta jugosa.

Allí podría jugar Ricciardo un papel trascendente. Liderar técnicamente a un equipo extraviado (donde Yuki Tsunoda no ha podido hacerse cargo de ese papel desde la partida de Pierre Gasly a Alpine, y De Vries no ha dado resultados en esos planos) para marcar el camino para salir de ese pozo.

Ese es un objetivo estructural, comercial, más relacionado con los negocios que con el deporte. Pero eso también es F-1.

Y Ricciardo, que siente que RedBull lo supo tratar desconsideradamente en 2018 ante Max Verstappen, sueña con volver al mismo lugar: mano a mano con el campeón del mundo a ver si puede tener su revancha.

Fotos: Alpha Tauri

 

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