SE LO EXTRAÑARÁ.
El paso de los días va acomodando las emociones y te acostumbra los sentimientos a la nueva realidad. Esa realidad marca que Carlos Alberto Reutemann no está más. Es un recuerdo, y ya con la mente más fría y el corazón más calmo, es bueno analizar para ubicar en su verdadera dimensión, a quien fue el último argentino que sobresalió en la cima del automovilismo mundial, o sea en la Fórmula 1.
No modifica el tiempo transcurrido, el concepto conocido y repetido sobre su grandeza como piloto. Por encima de la mirada de sus compatriotas, lo certifican los reconocimientos en todos los lugares del mundo, por donde Lole dejó una imborrable huella personal y deportiva. No es casual la tapa dedicada por la famosa y reconocido revista italiana Autosprint, ni el homenaje en el tradicional Festival de la Velocidad en Goodwood, Inglaterra, con el Brabham BT44 ganador en Alemania 1975, transitando por la habitual traza para ver en acción grandes autos y la presencia del «padre» del auto Gordon Murray y dos gigantes ex-campeones mundiales como Jackie Stewart y Emerson Fittipaldi. Tampoco lo han sido ni muchos menos, las condolencias de todo el ambiente del mundo motor, en un abanico que comprendió desde el mismísimo presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), Jean Todt, hasta colegas, técnicos ydirectores de equipos.
No sorprende y halaga. Es que Lole fue un referente de una época de la Fórmula 1 tan brillante como peligrosa. Tanto que vio morir en las pistas a varios colegas. Jo Siffert, Roger Williamson, Francois Cevert, Peter Revson, Helmut Koinnig, Mark Donohue, Tom Pryce, Ronnie Peterson, PatrIck Depailler. “Haber salido vivo de unos años tan terribles, es también un título”, supo ser el buen consuelo que rescataba Lole frente a ese campeonato mundial que nunca llegó.
Para los obsesivos de las estadísticas, quizás suenen a poco sus 12 victorias en el Mundial, en la comparación con las varias decenas que acumulan Hamilton, Michael Schumacher, Vettel, Prost, Senna. Oportuno es recordar que Lole corrió en temporadas de 15 fechas como máximo (actualmente son entre 20 y 23), con ganadores más repartidos por la existencia de varios equipos con chances. Esa docena de triunfos se valoran en la comparación directa con los rivales de la época. Allí Lole ganó tantas carreras como Mario Andretti y Alan Jones, dos campeones contemporáneos, un par más que otros monarcas de esos años como Jody Scheckter y James Hunt y varias más de las cinco que festejó Keijo Rosberg, el heredero de la butaca número 1 de Williams, que tras el retiro de Lole en marzo de 1982 le permitió una sorpresiva coronación.
También hubo más alegrías para Reutemann en relación a otros destacados protagonistas de la época como Ronnie Peterson (10 victorias), Jacky Ickx (8) Rene Arnoux (7), Jacqúes Laffite (6), Gilles Villeneueve (6), Clay Regazzoni (5), John Watson (5), Didier Pironi (3), Patríck Depailler (2) y Jean Pierre Jabouille (2). En cambio en el recuento, sólo fue superado por multicampeones mundiales como Emerson Fittipaldi (14), Nelson Piquet (23) y Niki Lauda (25).
“Un campeón sin corona”. Así lo recordaron a Reutemann varios medios extranjeros, otorgándole un título simbólico que tiene su máximo exponente en Stirling Moss, ese otro grande del automovilismo internacional que nunca pudo ser campeón mundial de F-1, y quien paradójicamente tuvo uno de sus principales escollos en un argentino: Juan Manuel Fangio.
Como Moss en su época, Lole mereció ser campeón en la suya. ¿Por qué no lo fue? La explicación no pasa por un solo hecho, sino por la combinación de varias de las situaciones que se dieron en esa cambiante y caótica temporada 1981. Aquella carrera de Sudáfrica que Lole ganó pero no tuvo puntos para el Mundial por el enfrentamiento político entre los dirigentes (FISA) y los constructores (FOCA). La desobediencia al cartel Jon-Reu en Brasil que creó tensión en el equipo Williams y la animosidad de su compañero Alan Jones que a partir de entonces exigió a rajatablas el cumplimiento del contrato que establecía que era el piloto número 1. La “vista gorda” de las autoridades técnicas a la ilegalidad del Brabham de Nelson Piquet y Héctor Rebaque por esas “polleritas” laterales que potenciaban su adherencia y velocidad. El sorpresivo cambio de los neumáticos Michelin a Goodyear en mitad de temporada en una movida comercial impulsada por Bernie Ecclestone y que deportivamente favoreció a los Brabham (Lole habia sumado 37 puntos con la goma francesa y sólo obtuvo 12 tras el cambio), el equipo que por entonces dirigía el astuto Ecclestone… El error de Reutemann en Holanda con su apresurado intento de superar a Laffite que terminó en abandono. Cierta falta de templanza de Lole para afrontar esa soledad a la que lo condenó el equipo en las instancias decisivas. El toque con Piquet en los entrenamientos de Las Vegas que dañó el mejor chasis (012) y obligó a recurrir al 017. La carencia de esa pizca de suerte que debe tener todo campeón y que pudo darse por el abandono o mal rendimiento de un afiebrado Piquet, que llegó con lo justo y al borde del desmayo por dolores en el estómago ¿Y por qué no?, la falta de la conocida “maldad de campeón” que años más tarde tuvieron Prost, Senna y Schumacher para asegurarse títulos chocando alevosamente al rival de turno, y que aquella tarde del 17 de octubre en Las Vegas no tuvo Reutemann para con Piquet. Una actitud que más que el reproche que en su momento tuvo de algunos compatriotas, merece el elogio y define a ese deportista leal que fue y que ahora provoca el grato recuerdo. «No hubiese aceptado ganar un campeonato de esa manera», repitió en Lole en su momento ante las criticas de desubicados fanáticos.
“Pasaron varias cosas”, se limitaba a decir Lole cuando desde la tranquilidad de su retiro se le pedía una explicación sobre los motivos que truncaron su sueño de campeón y que nunca quedaron totalmente claros. ”Podemos hablar de varios hubiese, si hubiese pasado esto, si no hubiese pasado aquello, pero no sirve de nada. Hay que guiarse por lo que fue, y lo que fue es que no salí campeón” completaba y sentenciaba con su conocido pragmatismo
Reutemann no fue campeón pero fue un grande. No todos los campeones se recuerdan como grandes, ni todos los grandes llegan a campeones. A no olvidarlo a la hora de evaluar quién fue y qué significó Lole.
Extraordinaro, Miguel. Es la nota que yo necesitaba. Hace un par de días vi en TyC unmano a mano de González Rouco con Reutemann y Carlos definió a aquella Fórmyla 1 como «un laberinto». Y agrego: «En ese laberinto algunos se mataron, otros quedaron parapléjicos y otroa tuvieron probllemas con el dinero. Yo salí bastante bien de ese laberinoto». Un recontra crack el Lole.
Necesitábamos esta semblanza desde tu pluma. Un grande Lole a quien siempre vamos a extrañar. Ojalá el automovilismo argentino le haga el reconocimiento que merece. La ACTC reconoce a Gil Bicela denunciado por acoso sexual y su presidente figuretti y perdedor saluda a los pilotos antes de largar. Que los salude en la reunión de pilotos. Por su parte, el ACA, como siempre, viviendo en el.placard. No sé podían crear categorías. Autorizo a las camionestas de la ACTC que solo podía fiscalizar sus disciplinas y les quita pilotos al SuperTC 2000. Que no se vendan tan descaradamente.