EL TITULO DE LA FORMULA E debe haber sido menos para importante para Nelson Piquet Jr., que haber rescatado una carrera deportiva que parecía estrellada después de su tumultuosa salida de la Fórmula 1.
Nelsinho parece haber ganado en paz lejos de la influencia de su padre Nelson, tricampeón mundial de F-1 en 1981, 1983 y 1987, ahora más dedicado a influir en el avance de Pedro, su hijo más pequeño, campeón en 2014 de la Fórmula 3 brasileña, un título que su hermano había conquistado una década antes, en 2004. Todavía se recuerda aquella carrera de F-3 en la que los comisarios pusieron bandera negra a Nelsinho por una ofensa en pista y su padre salió disparado hacia la torre a argumentar la sanción. La bandera negra fue retirada sigilosamente…
El episodio de Singapur 2008, el «Crashgate», que acabó con la salida de Piquet Jr. del equipo Renault de F-1, con el enfrentamiento de padre e hijo con Flavio Briatore, por entonces director deportivo de la escuadra, y con el italiano finalmente expulsado del automovilismo, dio por tierra con la campaña del brasileño en las ligas mayores del deporte.
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Considerado en general como un piloto impulsado por el deseo de su padre, en Fórmula 1 consiguió apenas un segundo puesto en 28 Grands Prix. Tras la difusión de los vergonzosos sucesos del GP de Singapur, las puertas de la F-1 se le cerraron y la única posibilidad que le quedó a mano para continuar corriendo fue en la tercera división de la NASCAR, una disciplina y una idiosincracia absolutamente opuestas a lo que venía llevando adelante. En ese campeonato de camionetas consiguió apenas un séptimo puesto final en el torneo de 2012.
A diferencia de otros pilotos brasileños eyectados de la F-1, como Bruno Senna (ex Williams) o Lucas Di Grassi (ex HRT), que rehicieron su carrera sobre autos sport, Piquet deambuló sin conseguir un lugar dónde reinventarse. Hasta que se creó la Fórmula E. Pero no solo por ello.
Simultáneamente, su padre Nelson empezó a conducir la carrera de Pedro, 13 años menor que Nelsinho, y le dedicó menos tiempo a éste, que en abril cumplió 30 años. Pasó por Buenos Aires, escenario de la cuarta carrera del calendario inicial de la Fórmula E, sin hacer demasiado ruido, pero desde entonces, en la segunda mitad de la temporada, se destapó con dos triunfos, en Long Beach y en Moscú, y –esencialmente- dio una excepcional muestra de madurez en la carrera que definió el certamen, en Londres, perjudicado por la lluvia a la hora de clasificar, partiendo desde el 16° puesto en una grilla de 20 y en una pista groseramente angosta.
Con la cabeza muy fría, con inteligencia, acabó coronándose por un punto sobre el suizo Sebastian Buemi, campeón mundial de Endurance. No corrió en el mejor equipo –ese fue el e.Dams, regenteado por Alain Prost, con apoyo de Renault y para el que manejó Buemi- y ni siquiera fue el piloto que más carreras ganó en el año (dos, contra los tres triunfos del suizo en las once carreras de la temporada), pero su crecimiento permite suponer que lo que alguna vez era una campaña en ruinas, hoy luce radiante. No volverá nunca a la Fórmula 1 –eso está claro tanto para él como para la mayoría de los pilotos de la categoría eléctrica- pero esta consagración supone el arranque de una segunda parte en su vida profesional como piloto de automóviles de competición. No todos la disfrutan.
Por P.V.
Fotos: Fórmula E