TE DEJAMOS acá esta nota sobre Leo Monti. Una pintura, una historia de amigos escrita pocos días antes de su fallecimiento, a fines de 2015.

Hace muchos años (posiblemente más de cuarenta), mi hermano me lleva a un lugar hasta ese momento desconocido, como era el aeroclub. La idea era ver a un amigo de él que haría volar un avión de aeromodelismo de su fabricación, sacado de planos en una revista.

Todo para mí fue asombroso. El avión estaba hecho con madera balsa y papel. Me acuerdo que nos explicaba como lo hizo, del plomo que le ponía en lugares específicos para que planeara mejor y otras cosas que ya no me acuerdo. Era increíble escuchar con que seguridad contaba cada cosa, no sólo como construyó su modelo a escala, sino como volaría y después como fue que voló, como aprovechó los vientos y cuales eran los secretos. No se guardaba nada, nunca se guarda nada, es siempre muy generoso con lo que sabe.

Así conocí a Leonardo Monti, tan simple como me deslumbró, que lo admiré instantáneamente y esa admiración la llevaré toda mi vida. El tiempo y su brillo propio me llevó a que cada vez acreciente mi asombro y a tomarlo como alguien a quien idolatrar, aunque pareciera raro por tanta cercanía.

Me siento muy orgulloso de saber que soy su amigo y sé que la subjetividad me juega en contra de lo que significa, por lo que siento por él. Me lleva a tener que dar crédito de porque siento tanta fascinación por una persona que es uno más de nosotros.


No mucho tiempo después de lo que antes conté, tuve que acompañar a mi padre a buscar a mi hermano que había tenido un choque manejando una moto. Estábamos muy asustados porque Héctor tendría 13 o 14 años y resultaba insólito que manejara una moto.

Era cierto que había tenido una caída pero no era una moto, sino uno de los inventos de Leo, porque a una de las míticas bicicletas denominadas por ese entonces ye-ye (rodado 14), le había injertado un motor de moto “paperino” de 50 centímetros cúbicos, casi como un precursor de lo que 15 años después se impondría comercialmente. Pero que él ya lo había leído en esas revistas de “mecánica popular”, que muy pocos en la ciudad compraban y lo hizo. Bueno era saber que mi hermano estaba bien, pero abría los ojos muy grandes para ver eso construido por un pibe 4 años mayor que yo.

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El tema es que ese no era el único “invento”, que llevaba a cabo en el callejón Maipú de la mano de su grupo inconscientes, que le hacían de coro por la misma razón de la que escribo esto, ADMIRACIÓN PURA.

Leo ya era un devorador de todo tipo de revistas de mecánica, de diseño y todo aquello que al común podía resultarnos ciencia ficción. Con un kiki Rosso generando la posibilidad de que “vichín” se suba a un Karting a motor, le daba la oportunidad de mostrar sus conocimientos de mecánica y ponerlos en práctica.

Así empezaron a incursionar en la parte deportiva, con la habilidad de Victor en la conducción y de Leonardo en los fierros. El resultado siempre fue el mejor, pero además de ganar se cansaron de asombrar.

Pongamos en el lugar de la historia y hablemos de carreras de Karting de mediados de los 70 con lo limitado que eso era. Tan sólo con especificar que existía un solo motor fabricado en Cañada de Gómez, los populares “meifa” refrigerados a aire. Bueno, ahí el primer desafío de Monti, transformar un motor convencional de dos tiempos refrigerado a aire, en uno con radiador refrigerado por agua, algo que (como siempre) sólo existía en otros lugares del mundo. Les recuerdo, mediados de los 70, por lo que ver aparecer un vehículo de esos, con un radiador de agua, era totalmente increíble.

Y así siguió con sus locuras, como que el karting de Víctor fue el primero en correr con pontones laterales y trompa, pero Leo ya había visto que se usaba en Europa y resultaba raro verlo en las pistas de tierra de estos pagos, era también algo propio de un loco o un adelantado. Me quedo siempre con esto último, pero con pizca de lo primero.

El tiempo pasaba y seguía siendo un espectador privilegiado de estas cosas que sólo eran fruto de un soñador alegre. Llegaron a competir en la mejor categoría que dio el automovilismo argentino como es la Fórmula 4 (hoy Fórmula Renault), siendo el loco Monti el encargado de poner en pista el chasis “Crespi”, que era para todos igual.

Era incesante la búsqueda de modificaciones e inventos que se le ocurrían para estar un paso más adelante que el resto. El propio Tulio Crespi les envió una carta que ellos lucían pegada en la pared del garaje-taller de calle Maipú, como un trofeo de guerra. La nota decía algo más o menos como: “les pido que no modifiquen más los chasis, que van a encarecer la categoría”.

Es que los inventos no cesaban nunca. La trompa con deflectores como los autos de Formula uno, los alerones traseros como la formula Indy, las toma de aire de los frenos como los autos de le mans y así todas sus locuras, que no costaban demasiado dinero, pero enloquecían a los demás competidores, quienes pensaban que esto era producto de un grupo de ingenieros de la NASA y por eso la carta de Tulio.

Un día llegamos al taller y vi una imagen que no se me va a borrar en mi vida. Victor sentado en la carlinga (chasis) del desmantelado formula 4 y Leonardo a la altura de la pedalera con un cronómetro en la mano. El experimento era que Víctor hiciera como si manejara y colocara cambios de marcha, mientras Leo le tomaba el tiempo. Esto era para cotejar entre la pedalera proporcionada por Crespi de fábrica, con la diseñada por Leonardo, para bajar milésimas de segundo en cada cambio de marcha, que sumando todos los cambios de marcha que se realizaran por vuelta, implicaran unas centésimas de segundo por sobre el resto, ganando fuera de pista, algo que los demás jamás se les ocurriría.

Sé que suena de locos, pero soy testigo, estuve ahí, no me lo contaron.
Llegó a diseñar y fabricar desde cero un alerón trasero para el auto de formula, en parte copiado de lo autos de Indianápolis y en parte de sus conocimientos de aviación. Podían ser de diseño teórico excelente, pero se necesitaba ponerlo en práctica de manera eficiente. Muy lejos de un túnel de viento, a Leonardo se le ocurrió como sacarse la duda y para eso montó el alerón en una balanza de baño, lo colocó detrás de la camioneta de kiki y salieron a la ruta a ver cuantos kilogramos empujaba. Luego, sacar ese y poner el de Crespi, para saber cual era más eficiente. En el medio, todas las explicaciones técnicas de su inventor.

Víctor se convirtió en el piloto más joven en ser campeón de la formula Renault y con un equipo que no era profesional, sino que estaba al mando de un soñador.

La amistad, la locura y los sueños hicieron que juntos emprendieran la aventura de ir a correr a Inglaterra en el año 1981, con esta misma estructura de amigos y de total amateurismo, para ir a enfrentar no sólo a los esquemáticos y rígidos ingleses, sino a equipos y pilotos de todo el mundo.

Para que se dé entidad a lo que digo, sepan que el campeón de ese año se llamó Ayrton Senna Da Silva, a quien Victor con la preparación de Leo le ganaron carreras y lo que era durísimo para el brasileño, estuvieron adelante en la clasificación. Mi pasión por el automovilismo y saber estas historias en forma contemporánea a los sucesos, no hizo más que elevar la admiración no sólo de Víctor como tremendo piloto, sino de este loco divino de una brillantés increíble.

Un poco más duró la sociedad, y diversas situaciones separaron los caminos con su amigo de toda la vida y hermano de elección de vida. Victor siguió corriendo en Alemania, luego en Japón y en otros lugares, mientras Leonardo desarrollaba uno de sus sueños en Argentina, mezclándolo con una forma de vida. Se dedicó a la Aviación, que es lo que siempre le quitó el sueño, pero para que eso le dé de vivir, se dedicó a la fumigación aérea.

Fue a trabajar a Salta y pese a la distancia, el destino quería que me entere en forma permanente de la vida de Leonardo, porque para desarrollar su tarea confió en otro amigo común (Sergio Cervigni), que cada vez que volvía a nuestra ciudad no podía de dejar de contarme, lo que a Sergio lo sorprendía como espectador y a mi como oyente de la historia.

Me podía contar cosas tan insólitas como reparar en avión en el medio de la nada, como hacer aterrizajes insólitos o despegues en lugares imposibles. Todas cosas propias de alguien que cree que lo imposible está en la punta de los dedos. Como antes dije, no hay nada que me guste más que el automovilismo y esto es así desde que recuerdo el sonido de un motor. Por eso cuando supe que la dupla Rosso – Monti volvía a las pistas, como cuando tenían 15 años, me pareció un De ja vú.

Muchos años después de esa vuelta me enteré de boca de Victor, los pormenores de ese retorno y me demostró que mi admiración estaba contenida en lo genuino de los sueños de Leonardo, que a pesar de tanto tiempo conservó intactos.

Ramonda, Recalde, Sopelsa y Rosso deciden hacer un equipo de TC 2000 y para eso compran la coupe Fuego con la que salió campeón Traverso, diseñada por Oreste Berta, debiendo poner piloto y mecánico. No recuerdo quienes fueron los pilotos, pero sé que en el debate interno sobre el responsable del equipo, Víctor dijo sin dudar que él tenía el mejor “ingeniero” para llevar adelante el proyecto.

Acá lo fuerte de la historia. Trajeron a Leonardo de Salta, le expresaron la intención y le mostraron el auto que debía preparar. El loco pidió revisar el auto con un Gato hidráulico y los dueños del equipo accedieron. Colocó el gato en distintos lugares y abrió y cerró las puertas varias veces, siempre sin decir palabra. Cuando terminó, Sopelsa se le acerca y le pregunta por el auto preparado por Oreste Berta y que había salido Campeón, para ver que le había parecido y Leonardo, fiel a su forma de ser, dijo en forma concisa y contundente “una porquería”.

 

Según Víctor, esos momentos fueron un caos y todos lo miraron a él como diciéndole; “de donde sacaste este soberbio” y terminó con un pedido de explicación a Leo sobre las razones de su expresión, que contestó con cosas técnicas que a esa altura ninguno de los presentes le interesaba escuchar.
Lo cierto es que lo contrataron y que Leonardo realizó las modificaciones que el entendía que se necesitaban, sobre todo respecto a la estructura (jaula).

Pasó un año y al siguiente, en una carrera no recuerdo donde, Leonardo va en busca de Sopelsa, lo toma de un brazo y lo lleva hasta los autos de Berta y le muestra la “jaula” y le dice: “que te dije, que era un porquería, mirá como ahora está haciendo lo que nosotros venimos haciendo ”. Ese es Leonardo.
A partir de allí la categoría fue un antes y un después del Ingreso de Leonardo. Todo pasó por él en los últimos tiempos. La transformación medular de la categoría fue producto de su diseño en todos los sentidos.

Tuve la oportunidad de ser testigo de una charla entre Enrique Scalabroni (el único argentino diseñador de autos de formula uno, de alto prestigio mundial), Víctor Rosso, Pechito López, Pato Yannantuoni, Martín Basso y un ingeniero de Berta (que no recuerdo su nombre), en franca discusión sobre el diseño de los autos de TC 2000 y sobre todo, sobre el eje trasero que es común a todos los vehículos y Scalabroni le dice al ingeniero de Berta: “Escuchame, el que diseñó el eje trasero es Monti?, decile a Berta que no joda, el que sabe es Monti. Que respete ese diseño que es el mejor lejos”. En ese momento Victor me miró como buscando complicidad, para saber que nunca estuvo errado en confiar en su amigo y que es el mejor. Creo que mi cara le dijo mucho más de lo que buscaba encontrar.

Es el mismo Leonardo que se le ocurrió diseñar un auto para correr el  Dakar, pero como era natural en él, realizando algo tan diferente como insólito. Primera cosa el tamaño era la mitad de los que corrian por ese entonces y es del tamaño de los que corren ahora, nuevamente adelantado a su tiempo.


Además le puso el motor al medio del auto, entre conductor y acompañante, debajo del eje de gravedad para que se desempeñara mejor en los saltos, los que además resultarían menos riesgosos con al suspensión totalmente original que al día de hoy no existe nada igual. Por si fuera poco, se le ocurrió poner un motor de apenas 1600 centímetros cúbicos y verdaderamente el mote de loco ya le quedaba chico. Ya pasaron varios años de aquella locura y hoy, tal como lo predijo Leo, los motores que se usan en muchas categorías internacionales son de esa cilindrada, tan cierto es que la propia formula uno actual es de esa cilindrada. Su nombre es premonitorio, porque tiene la lucidez, los sueños y visión de otro Leonardo, del florentino Da Vinci.

Dejó en mitad de camino muchísimas anécdotas, que pueden ser hasta más sorprendentes que estas que escribí, en la correlación que me ordenó mi poca memoria, pero todas resaltan su capacidad y por más que pueda entreverse, no habla de como es como persona. Creo que de eso no puedo escribir mucho, porque no me sale ubicar las palabras en consonancia con lo que desearía expresar. Una pauta la da una cosa que escuché siempre en el medio del sonido de motores y los aromas de aceite y nafta. Los que estuvieron a su lado lo admiran e indefectiblemente y no dejan de reconocer la generosidad que siempre tiene en enseñar, cosa inexistente en el ambiente.- Esto es propio de un grande pero muy grande. Uno que es chiquito, esconde para que no le quiten los secretos. Leonardo es tan grande que siempre sabe que se va a superar y que si no es así, va a disfrutar de las virtudes del otro.

Es un pequeño raconto de su vida vinculado a lo que me gusta y a la tremenda admiración que le tengo, casi una devoción. La última proeza de la mecanica es el MONTI 014, un booguy para el Dakar con un motor V8 de más de 500 caballos de fuerza, en el que se atrevió a ser copiloto de Daniel Marrochi y que para la edición de 2016, fue pasado a nuevo con la experiencia que viene juntando en todos estos años.

NO he dicho nada de sus virtudes personales, ni de la vida de sacrificio y sufrimiento que atravesó. No sólo hago silencio para evitar golpes bajos, sino porque un tipo con su capacidad y cualidades, con unanimidad en lo que sienten por él, determinaría que es sobreabundante lo que pueda decir.


Siempre me gusta hablar de él y mostrando una cercanía, diciendo que somos amigos, es como que pretendo robarle algo de todo eso que es y yo nunca pude ser. Son esas luces que dice Galeano, pero con un resplandor que no se ve muy seguido. Me pasaría horas y horas hablando con él, porque creo que al final de cada charla soy mejor en todo sentido.- Un día lo escuche que le dijo a otro que yo era su amigo y ahí se me hinchó el pecho, porque es un halago y que no quiero nada más, eso sólo es hermoso.

Por Roberto Bottacin (escrito el 28 de noviembre de 2015).

Fuente: Víctor Rosso facebook

.Leonardo Monti (nació el 2 de junio de 1961 en Marcos Juárez,  Córdoba y murió el 16 de diciembre de 2015 en Villa Carlos Paz. Ingeniero mecánico destacado en el automovilismo argentino. Se desempeñó como director deportivo de equipos, constructor de autos de carrera, navegante de rally. Socio de su amigo Víctor Rosso, ambos fundaron los equipos Pro Racing y RAM Racing, y representaron en forma oficial a las marcas Honda y Renault en TC 2000 y Súper TC 2000. Entre sus principales logros estuvieron cuatro títulos de pilotos y seis campeonatos de marcas y equipos con Honda Racing en TC2000 entre 1998 y 2011. También fue director técnico del Renault LoJack Team en STC2000 con el que conquistó también campeonatos de marcas y equipos. Construyó un prototipo con el que participó en el Rally Dakar.

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3 COMENTARIOS

  1. Emocionante…sin dudas el mejor homenaje a un tipo que en silencio revoluciono el TC2000.
    Se lo extraña al barba…un placer hablar con el y mas aun escucharlo.

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