TAL VEZ EN estos tiempos de euforia inglesa por la serie victoriosa de Lewis Hamilton, pocos recuerden a Piers Courage. Seguramente su nombre no dirá mucho a los que no llegaron al medio siglo de edad. Ni siquiera quien busque en el archivo puede sentir mayor interés al ver sus 27 carreras de Fórmula 1 sin triunfos, y con apenas dos visitas el podio.
Sin embargo aquellos que superan ese medio siglo de vida, y alguna vez investigaron más allá de los fríos números estadísticos, saben que este inglés pudo ser una de las grandes figuras de aquella Fórmula 1 de muchas figuras, de no haberse consumido su vida y esperanzas en las llamas en un domingo de hace 45 años tan negro como ese humo que se elevó de los restos de su De Tomaso, tras estrellarse contra una de las banquinas del Zandvoort en la vuelta 23 del Gran Premio de Holanda.
Una víctima mas de esa década 70, tan dura para el automovilismo, y de ese terrible 1970 que en apenas 95 días se llevó además de la vida de Courage, las de Bruce Mc Laren (2 de junio en Goodwood) y Jochen Rindt (5 de septiembre en Monza), dos consagrados de la F-1 de aquellos años. También podrán recordar a Courage los memoriosos y ya veteranos aficionados argentinos, por esas reiteradas visitas que Piers hizo a nuestro país, y donde mostró su capacidad con sus triunfos en la fecha final de la Temporada Internacional de Fórmula 2 en 1968, y su victoria en 1970 en los 200 Kms de Sport sobre un Alfa Romeo que compartió con el italiano Andrea De Adamich.
Piers Raymond Courage, nacido el 27 de mayo de 1942 en Colchester, era un joven ingles típico de aquellos años en que la revolución impuesta por la irrupción de Los Beatles incentivó sueños juveniles de vivir la vida con más libertad y menos prejuicios. Por eso prefirió la bohemia de la vida en los circuitos siguiendo los dictados de su corazón y pasión a la comodidad económica que le aseguraba ser heredero del emporio cervecero construido por su padre Edward. En aquellas correrías en los ´60 por los circuitos europeos sobre los autos de Fórmula 3, tuvo compinches con sus mismas ilusiones que con el tiempo llegarían a la F-1 como Jonathan Williams, Jackie Oliver y Brian Redman, y otros que sin destacarse con un volante treparían a lugares más importantes en la Máxima desde otra posiciones: Frank Williams y Max Mosley.
La relación con Frank fue tan profunda y con una fidelidad tal que hizo que Piers rechazara ofrecimientos de Lotus, para cumplir con la promesa de correr en el por entonces incipiente y modesto equipo de su amigo Frank. Una fidelidad que sólo quebró la muerte, y que ese maldito domingo de Zandvoort, tras lamentar entre lágrimas que “no perdí un piloto, perdí a un amigo”, le hizo prometer a Williams que nunca más tendría una relación de amistad con los pilotos de su equipo. Paradojicamente con esos pilotos de trato más distante, lograría años más tarde los triunfos y títulos que soñó conseguir con Piers.
Alto, elegante, culto, muchas mujeres se cruzaron en la vida de Courage hasta que a mediados de los ´60, apareció Sarah Curzón. Proveniente de una familia aristocrática e hija de un piloto de los años ´30, también prefirió disfrutar la vida con el vértigo, las aventuras y los riesgos del automovilismo de esos tiempos. Se convirtió en Sally Courage y en compañera inseparable de Piers. Su casamiento en 1966 fue un acontecimiento social en Inglaterra. Le dio a dos hijos Jason y Amos, que apenas conocieron a su padre. Era la infaltable presencia en boxes con la tabla de cronometraje para controlar el paso de los autos, una tarea habitual de las esposas en tiempos de no tanta tecnología.
Fue la que vanamente esperó el paso de su marido en la vuelta 23 del Gran Premio holandés, en camino de mejorar su séptimo puesto, y en la búsqueda de sus primeros puntos de un año complicado para hacer competitivo el auto del constructor argentino Alejandro De Tomaso que había reemplazado al Brabham BT 26 de sus dos segundos puestos en Mónaco y Estados Unidos 1969. Fue la que intuyó que algo grave había pasado al ver la columna de humor negro, y la que lo confirmó cuando Nina Rindt y Helen Stewart, las mujeres de Jochen y Jackie, se acercaron a consolarla. Un ritual común en esos años de tragedias frecuentes.
Varios minutos le demandó a los bomberos apagar la hoguera en que se había convertido el De Tomaso 500. Incentivadas por el aluminio del chasis, las llamas alcanzaron también varios árboles en la zona sinuosa de Hondenvlak, muy cerca de donde tres años más tarde también se consumiría la vida de otra promesa inglesa como Roger Williamson. El informe oficial indicó que la muerte de Courage había sido instántanea, al golpear una goma en su cabeza y fracturarle las vértebras cervicales. Algunos la creyeron, otros pensaron que tamizó la terrible realidad de decir que murió quemado.
Como era costumbre en esa época, la carrera continuó y terminó con la victoria de Jochen Rindt, la primera sobre el Lotus 72. Gran amigo de Courage, el austríaco, un duro de aquellos, estalló en llanto apenas le comunicaron la mala nueva al bajarse del auto. Con rostro desencajado por la tristeza cumplió la ceremonia del podio, y al bajarse le prometió a su esposa retirarse a fin de año.
La muerte le ganó de mano y se lo llevó setenta cinco días más tarde en Monza, en la jornada anterior al Gran Premio de Italia, pero sin impedirle un mes después convertirse en el primer y hasta ahora único campeón post mortem. Hasta en eso se entrometía la muerte en aquellos terribles años en que se llevó esa promesa que era Piers Courage. El mismo, que unas semanass antes en Mónaco,y quizá intuyendo algo malo, le había hecho esta confesión a Frank Williams: ”Estuve pensando en la vida hermosa que tuve hasta ahora, y no sé si podrá continuar. No digo que vaya a matarme, pero si que fue demasiada buena para ser verdad…”.
Esa vida se terminó hace cuarenta y cinco años años, el mismo domingo 21 de junio que el mundo deportivo celebró la conquista del Campeonato de Fútbol de México por ese fabuloso equipo brasileño que comandó Pelé, pero que no dejó de lamentar esa gran pérdida que para la Fórmula 1, fue la muerte de Piers Courage. Aquel “piloto alto de casco azul con una sonrisa permanente”, como hasta hoy lo recuerda su amigo Frank Williams.
Por Miguel Sebastián
Fotos: stalksport.com y fotolog.com
GRAN PILOTO. SIEMPRE ME PREGUNTE SOBRE LA VERDADERA CAUSA DE ACCIDENTE.EN ESOS TIEMPOS NO SE LO INVESTIGABA AL CONSTRUCTOR… Y ALEJANDRO DE TOMASO, CALLADITO LA BOCA, LUEGO DE LA MERTE DE SU PILOTO, ACOMODO SUS PERTENENENCIAS, Y DESAPARECIO DE LA FORMULA 1, PARA SIEMPRE…MUY SUGESTIVO TODO.