UNA POSIBILIDAD A LA QUE HAY QUE SACARLE EL JUGO.

Hace más o menos dos décadas, en la crisis de 2002, el deporte argentino experimentó una serie de episodios que transformaron la manera que en las disciplinas eran percibidas por los fanáticos. El basquetbol, el tenis, el rugby, el hockey y -sin dudas- el fútbol sacaban sus expresiones nacionales a competir al exterior y, con mayor o menor suerte, defendían los colores celeste y blanco en la liza internacional, generando adhesiones de todo tipo y pelaje. Pero siempre sumando: la Generación Dorada, la Legiòn Argentina, los Pumas y las Leonas. El fùtbol tuvo a Lionel Messi algunos años después para despertar simpatías multitudinarias.

En cambio, el automovilismo -que arrancó el 2002 sin sponsors y porque había que poner en marcha la maquinaria para que no se detuviera definitivamente- se guardó fronteras adentro. Gastón Mazzacane fue, en 2001, el último piloto argentino en competir en Fórmula 1 y, mientras se transformaba el modelo interno del automovilismo -el dinero se amasaba acá e ir afuera era simplemente dilapidarlo-, el resto de las disciplinas reunían gloria o prestigio o adhesiones.

¿Resultado? Veinte años después, la sensación de que el automovilismo dejó de ser el segundo deporte más popular de la Argentina es cada vez más rotunda. No existen encuestas formales pero los periodistas especializados palpamos el interés del ciudadano común y albergamos esa sospecha.

Frente a ese panorama, nos maravilla la evidencia de que el 2023 ha sido -y contra todas las dificultades económico/financieras que afronta el país- el mejor año de los pilotos argentinos en el exterior en mucho tiempo. Y nos preguntamos cómo va a repercutir ese hecho en la popularidad relativa del automovilismo.

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Hagamos la lista:

Agustín Canapino completó un saludable año en la IndyCar, la segunda categoría de monopostos del mundo, sin haber corrido jamás un coche de esas características. Lo suyo fue aceptable, al punto que se ganó la continuidad, y amplió los límites del interés: por su campaña se interesó más gente que la que compone el núcleo furioso del fanatismo vernáculo.

En Endurance, el éxito fue doble: Nico Varrone ganó un título en el Mundial, aunque en la clase menor, y Marcos Siebert se consagró en el ámbito europeo en la segunda división de prototipos, en ELMS en la división LMP3.

 

 

 

Eso, sin contar que José María López todavía conserva una chance de ganar su sexto título mundial si es que conquista el halago en la clase Hypercar. Ya ganó cuatro (Sebring, Spa, Monza y Fuji) de las seis competencias disputadas. Y luego en 2024 lo aguardará la Clase LMGT3 arriba de un Lexus de la mano de un contrato long distance con Toyota.

 

Sin haber podido alcanzar su meta, el subcampeonato de Fórmula 3, Franco Colapinto ganó carreras y se aseguró la promoción a la F-2 para 2024, Y por si fuera poco, la prueba bautismal con un F-1, como el Williams en Abu Dhabi en el Rookie Test Day; antes su primera vezcarrera en F-2. En la la carrera a la F-1, aunque todavìa lejos, es el argentino más adelantado. Los que no están tan empapados en el detalle pero se interesan por las actuaciones argentinas en el exterior pudieron confundirse una u otra vez a Colapinto con Canapino (cacofonía fierrera, digamos) pero, en definitiva, todo suma.

No fueron los únicos.
En menor medida contribuyó Franco Girolami con el título italiano del TCR, su hermano Néstor que peleaba el TCR World Tour habiendo ganado una carrera en La Pedrera.
Mariano Werner, dejando su impronta en la Serie Pirelli Trans Am en EE.UU, en la división TA2 con un Ford Mustang, auto que volverá a manejar en el campeonato 2024, estiman en unas ocho fechas de las 12 anunciadas.
El triunfo de Luis Pérez Companc en su clase en las 6 Horas de Spa del WEC.
Las victorias de Matías Rossi en el Stock Car brasileño, de donde se despide días antes de cantar feliz navidad.

 

Entonces, nadie podría argumentar en contra de que 2023 fue el mejor año en mucho tiempo del automovilismo argentino en el exterior. Y sería deseable que, asì como ocurrió con otras disciplinas en estas ùltimas décadas, ese boom pudiera impulsar de alguna manera u otra a la actividad local, atrayendo nuevos aficionados. Por ejemplo, los chicos que se convirtieron en fanáticos de Colapinto a través de las redes pero que, quizás, nunca vieron una carrera cualquiera en un autódromo.

En ese sentido, tienen más posibilidades de encontrarse con algo mucho más impactante que concurriendo a ver otras disciplinas de Primera divisiòn, ya sea tenis, básquetbol, rugby o hockey. Sin dudas. Pero hay que atraerlos.

 

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1 COMENTARIO

  1. Muy buena nota, importante lo que decis al final,que mas alla de cual sea la forma de atraer a los jovenes,hay que llevarlos a los autodromos a ver el espectaculo in situ.
    Y en esa instancia creo que se termina el marketing versero y empieza la realidad de nuestro automovilismo,que tiene pocas honrosas excepciones (TC,Rally,algunos zonales y no mucho mas)como para atraer nuevo publico.

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