RECUERDO ETERNO.

¿Habrá dentro de casi cuatro décadas alguno de los actuales pilotos que sin ser campeón mundial, ni haber ganado muchos Grandes Premios, sea recordado con el afecto y la emoción con los que año tras año se lo recuerda a Gilles Villenueve?

La pregunta surge al cumplirse 38 años desde aquel triste sábado 8 de mayo en Zolder, cuando tras montarse sobre una de las ruedas del March de Jochen Mass en su desesperado intento por superarlo en las pruebas del Gran Premio de Bélgica, el canadiense inició sobre la Ferrari 126 C2, uno de sus tantos espectaculares vuelos, pero que ese día lamentablemente no tuvo el aterrizaje feliz de otros tantos.

La Ferrari cruzada y andando al limite. Una imagen clásica para definir el estilo conductivo de Gilles Villeneuve. Un estilo que cautivó a los aficionados

Imposible responder con certeza a esa pregunta. Tal vez pueda intuirse que será difícil encontrar alguno de los actuales pilotos que en el futuro despierte ese tipo de recuerdos porque ya casi no salen en esta Fórmula 1 invadida de tecnología, pilotos como Gilles que priorizaba la entrega y el espectáculo por sobre la frialdad de un resultado. Quizás pueda mencionarse a Max Verstappen por su explosiva irrupción con 18 años y ese estilo arriesgado que tanto cautiva porque reivindica al ser humano entre tanta precisión tecnológica.

Sin esta en juego la victoria (fue para Jean Pierre Jabouille) el duelo rueda a rueda por el segundo puesto entre la Ferrari de Villeneuve y el Renault de Arnoux, resultó lo más emocionante en Francia 1979. Prevaleció el canadiense.

“Si Verstappen hubiese manejado los autos de Formula 1 de los 80 hubiese muerto al menos tres o cuatro veces” disparó recientemente Bruno Giacomelli, con exageración pero también con la cruda realidad de marcar la diferencia de seguridad que había entre aquella Fórmula 1 y la actual. Villeneuve manejó esos autos de los 80, y varias veces coqueteó con el drama hasta que, precisa e implacable, la muerte, una asidua visitante esos años, perdió la paciencia y no lo perdonó.

Gilles logro en España 81 la ultima a de sus 6 victorias en el Mundial. Durante 66 de las 80 vueltas resistió el asedio del cuarteto integrado por Jacques  Laffite,, Johnt Watson y Carlos Alberto Reutemann.

Gilles Villenueve participó en 68 Grandes Premios entre  Inglaterra 1977 y Bélgica 1982, ganó apenas 6, hizo sólo 2 poles a pesar de ser un velocista, marcó 8 récords de vueltas y subió a 13 podios. Tampoco fue campeón ni nunca llegó a la fecha final con chances de serlo, pero logró algo que no consiguieron varios campeones, incluido su hijo Jacques: el recuerdo permanente de los seguidores de la Fórmula 1 y el  especial reconocimiento de alguien que no acostumbraba a demostrar afecto y menos por sus pilotos: Enzo Ferrari. Nada menos. ”Quise mucho a Glles y no sólo por su talento conductivo, sino también por  su personalidad de no darse nunca por vencido” confesaba don Enzo en un inédito reconocimiento de sus sentimientos sobre uno de sus pilotos.

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No necesitan ser extensos los amores para dejar un gran y eterno recuerdo. Así fue el que Villeneueve estableció con la gente en todo el mundo y que cultivó con esa entrega permanente de no rendirse jamás. Imborrables en la memoria quedaron aquellas vueltas finales rueda a rueda con el Renault de  Rene Arnoux en Francia 1979, su victoria en España 1981 aguantando con talento y astucia  durante más de media carrera a un grupo de perseguidores más veloces y ese mismo año en su Canadá natal sus malabares en la lluvia para mantener en pista a la Ferrari con el alerón torcido que complicaba su visión.

El vuelo de la Ferrari en  las pruebas de Zolder  tras tocarse con el March de Jochen Mass, proyectó a Gilles Villeneuve a la muerte y al eterno recuerdo.

A esta entrega y talento, Gilles agregó esa fidelidad que tuvo con el equipo en 1979 para una vez agotada sus chances de campeón, respaldar a su coequiper Jody Scheckter para la conquista del titulo. Una fidelidad que no recibió de la Ferrar 312 T 5, uno de los peores autos de la casa italiana, en ese 1980 (sólo sumó 6 puntos) que debía ser su año. Y una fidelidad que tampoco le demostró su coequiper y hasta entonces amigo Didier Pironi al romper un pacto y birlarle la victoria en el Gran Premio de San Marino, dos semanas antes de la tragedia en Zolder. Dicen que ese día comenzó a morir Gilles…

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