PRÍNCIPE PRIMERIZO.
Eran tiempos de varias presencias argentinas aquellos iniciales del Campeonato Mundial de Fórmula 1. Y si bien en la apertura de Silverstone sólo se alineó Juan Manuel Fangio, una decena de días más tarde la ya por entonces tradicional cita de Mónaco sumó a José Froilán González y Alfredo Pián, con sendas Maserati del equipo argentino Achille Varzi, un nombre que recordaba al piloto italiano fallecido en 1948 cuya gestión fue importante para la llegada de pilotos argentinos al automovilismo europeo.
También aquel 21 de mayo de hace 7 décadas, las calles del Príncipado vieron por primera vez el andar de las Ferrari en un Gran Premio mundialista. Hubo tres a cargo de prestigiosos pilotos como los italianos Alberto Ascari y Luigi Villoresi y el francés Raymond Sommer. Aquella participación representó el punto de partida de una presencia que como ninguna otra se mantiene hasta la actualidad.
.También aquel Gran Premio de Mónaco marco un hito para el automovilismo argentino. La victoria de Juan Manuel Fangio, sobre las entonces invencible Alfa Romeo, inauguró la lista de 38 triunfos que hasta ahora acumulan los pilotos argentinos en el Mundial y que tiene como otros integrantes a Froilán González (2 victorias) y Carlos Alberto Reutemann (12). Asimismo este éxito del Chueco abrió su serie personal de victorias que llegó a 24 y hasta 1968 lo mantuvo como el máximo ganador.
Si tener la espectacularidad y brillantez del logrado en Alemania 1957, ni la heroicidad y resistencia del obtenido en Argentina 1955 bajo un calor infernal, aquel triunfo en Mónaco hace 70 años mostró en Fangio la importancia de la inteligencia, la observación y la astucia, tres virtudes que acompañaron al Chueco en su campaña deportiva y que puso en práctica para poder sortear ese escollo de 9 autos cruzados en las estrechas calles monegascas con la pista regada de combustible como consecuencia de una múltiple carambola iniciada por el toque de los Alfa de Giuseppe Farina y Luigi Fagioli en la zona de Tabac.
“Después de superar a Farina recorrí en punta la primera vuelta sin problemas hasta que al dejar atrás la chicana del puerto veo una bandera amarilla. Además de un vistazo, me doy cuenta que nadie estaba atento a mi paso. Veo que las miradas de la gente estaban dirigidas a otro lado y entonces pienso que en ese lugar debía haber una cosa más interesante. Como un rayo me acordé de la foto que había visto el día anterior en las oficinas del Automóvil club de Mónaco sobre una carrera de 1936 en la que gente miraba la zona de la chicana donde se había enganchado varios autos más que el paso del puntero. Eso me salvó Recordar la foto y comenzar a frenar y rebajar fue un todo” describe Fangio en el libro “Fangio, Cuando el hombre es más que un mito” del colega Roberto Carozzo, sobre una instancia clave para su triunfo.
“Alcancé a frenar a pocos centímetros de uno de los autos detenidos. Apoyé mis manos sobre la rueda trasera izquierda y sin dejar de estar sentado, comencé a empujar el auto hacia atrás. Me separé lo suficiente para poner primera y maniobrar hacia el huequito que quedaba. Me pegué al paredón y pasé” agrega el relato del Quíntuple sobre la forma en que superó el escollo de esa múltiple colisión que con apenas un par de vueltas había dejado al margen de la carrera a 9 (Farina, Fagioli,Rosier,Shell, Manzon, Trintignant, De Graffenried, Rolt y Harrison) de los 19 pilotos que largaron el segundo Gran Premio del Campeonato Mundial.
Desde ese momento todo se hizo más fácil para el Chueco. La ventaja adquirida le permitió dominar la carrera con tanta comodidad que ni siquiera perdió el liderazgo cuando se detuvo a recargar combustible al promediar el extenuante desarrollo de 100 vueltas que demandó nada menos que 3h 13m 18s 7/10, casi el doble de un actual Gran Premio. Una comodidad que también se reflejó en la diferencia con su escolta Alberto Ascari: una vuelta.
Con más contratiempos que su compatriota, Froilán González también pudo seguir la marcha luego de pasar por la zona del accidente. Sin embargo las consecuencias del toque al que debió apelar para abrirse camino entre los Alfa de Farina y Fagioli cruzados en medio de la pista no tardaron en pasarle una alta factura. “Al rebajar y frenar para encarar la curva del Gasómetro, siento mojada mi espalda. ¿Qué había pasado’? Un chorro de nafta había saltado al abrirse la tapa del tanque de combustible que mis mecánico Amadeo Bignami no había cerrado bien. Se prendió fuego la cola del auto y también parte de mi cuerpo. En ese momento dudé entre doblar a la izquierda para tirarme al mar o la derecha. Opté por esto último y antes que el auto se detuviera, me tiré y comencé a apagarme el fuego de la ropa, pero recién tuve éxito cuando me tiré suelo y comencé a rodar” contaba hasta sus últimos días Froilán sobre uno de los momentos más dramáticos de su paso por la Fórmula 1, con detalles que reflejaban lo endeble de las medidas de seguridad de esos años que no conocían los cinturones de seguridad y mucho menos la ropa antiflama.
Con quemaduras de tercer grado, Froilán fue trasladado al hospital y tras las curaciones en la sala de guardia fue derivado a la misma habitación que desde el día anterior ocupaba Alfredo Pián, Conocido con el apodo de “El Conejo”, el piloto santafesino se había quebrado el peroné derecho al chocar contra un bordillo y ser despedido de su auto al encarar la subida al hotel de Paris durante la clasificación y mientras intentaba mejorar su 7° tiempo. Era su debut en el Mundial Fue su despedida sin siquiera poder largar.