LOCURAS POR AMOR
Los camiones no son sólo vehículos sino también testigos y participantes activos en jornadas laborales y travesías personales de sus conductores. En ocasiones, los transportistas poseen un vínculo emocional con ellos, donde la confianza, el rendimiento y la eficiencia se entrelazan en una combinación perfecta. Esta relación especial se construye sobre la base de la fidelidad de los vehículos y su capacidad para superar desafíos, ofreciendo soluciones a todo tipo de negocios.
Nicolás Torres, encargado general de la empresa Tres Torres dedicada al transporte de papa a granel, conoció a IVECO hace casi 16 años. “Lo que más me gusta de los IVECO es su nobleza, es un camión que te acompaña sea la ruta que sea”, destaca.
Por su parte, Damaris Bär, nacida y criada entre familia de camioneros, cuenta que su pasión por IVECO comenzó cuando a sus 24 años realizó su primer viaje en solitario. Fue en un Stralis 380, lo que marcó su vida para siempre. Este sentimiento tiene razón de ser por la seguridad que brindan las unidades en ruta, sumado a su mecánica y mantenimiento sencillo y estratégico.
Para muchos choferes el camión, es su segunda casa, su gran amigo, su único fiel compañero, el que siempre está y no lo abandona en la ruta.
El vínculo es tan fuerte que ni el paso de los años logra separarlos. Así, el chofer Hernán Vidaurre, transportista de la empresa La Sevillanita, decidió tatuarse su IVECO Stralis HD380 en uno de sus brazos. “Hace 11 años que manejo un Stralis HD 380, soy fanático de este camión porque lo conozco al detalle y nunca me dejó tirado en la ruta”, manifestó.
Otro apasionado es Jorge Aguirre, chofer del Expresso Rivadavia quien siempre condujo camiones IVECO. En su caso, también tomó la decisión de llevar el Cursor 330, que conduce, en la piel.
