TODO PUEDE PASAR.
“Es un desafío, una carrera exigente, loca. rara. Una carrera para sobrevivir…”
Esta es la definición mayoritaria que los pilotos le dan a esta 6ta. edición del Desafío de las Estrellas que en el Autódromo de Villicum cumple con la octava fecha de la temporada y anteúltima de la etapa regular del TC. Una instancia clave para unas cuantas ambiciones de estar en la Copa de Oro.
Como bien lo indica su nombre es un desafío especial este Desafíos de las Estrellas. Para empezar, por la constitución de su grilla que no se ordena por lo expuesto en pista sino por un sorteo. Para seguir, por un desarrollo de competencia, que por única vez en la temporada, deja de lado las tradicionales tres series, para condensarlo todo en una final de 35 vueltas. Un desarrollo que como ingredientes extras exige además un par de detenciones obligatorias en boxes. Una para el cambio de un neumático y otra para la recarga de 40 litros de combustible.
Todos esto desafíos dentro del Gran Desafío obligan a un combo de especiales virtudes si es que se quiere pretender el triunfo o al menos subir a algún escalón del podio. Tanto o más que un auto rápido se necesita disponer de un auto con buen ritmo de marcha. Asimismo es imprescindible contar con un eficiente y ágil equipo de mecánicos y asistentes para sortear de la mejor manera y en el menor tiempo los escollos de las obligadas detenciones en boxes.
Por supuesto que todas estas exigencias deben estar guiadas con una acertada estrategia, un factor decisivo. La decisión de cerrar los boxes durante las posibles entradas del auto de seguridad reducen las variantes de estrategias, que mayoritariamente apuntan a tempranas detenciones para el cambio del neumático. Por último, y como siempre, no hay que dejar de lado esa dosis de buena suerte, infaltable para que toda misión sea exitosa.
“Es un sábado raro” coincidían los pilotos en la agradable tarde sanjuanino ante el único compromiso de entrenamientos (dominados por Marcos Landa con su Torino) y sin la alta adrenalina de la clasificación. Igual no faltaron preocupaciones como las que Agustín Canapino tuvo con la caja de cambios de su debutante Chevrolet y el campeón Mariano Werner con la transmisión de su Ford. ”Por suerte pasó en entrenamientos y no, en la carrera” se consoló el entrerriano.
“Es una carrera para sobrevivir y con muchas exigencias y circunstancias especiales” señalan quienes corrieron varias veces el Desafío de las Estrellas y saben de las asperezas entre los pilotos de punta que largan retrasados y quieren avanzar y los no acostumbrados a verse tan arriba y buscan defender esa posibilidad.
No es dato menor como antecedente, que cuatro de sus cinco ediciones tuvieron como ganador a quien llegó segundo y se benefició con sanciones al que terminó primero en pista. En 2015, Matías Rossi aprovecho un recargo a Juan Martin Trucco por un toque, tres años más tarde, Emanuel Moriatis sacó rédito de una sanción similar a Juan Manuel Silva, en 2019, Jonatan Castellano heredó el triunfo que perdió Julián Santero por entrar a boxes en la vuelta equivocada y el año pasadp Gastón Mazzacane debutó como ganador en TC ante distintas irregularidades en el auto de Valentín Aguirre.
Y hay más. Nunca ganó el que largó adelante por sorteo, y esto no es un buen dato para Matías Jalaf, poleman simplemente por sacar la bolilla número 1. En cambio, Matías Rossi venció tras partir último en 2015. Un recuerdo que motiva a Juan José Ebarlin que cierra la grilla de 49 pilotos.
Por encima de estas presunciones y datos, todo puede suceder en este Desafío de las Estrellas, porque además de una carrera exigente, rara y para sobrevivir, es una carrera de locos.