DESDE QUE LO conoció a los 16 años a Johnny, no ha faltado casi nunca a las carreras de Turismo Carretera.

 

«Aún cuando los chicos eran bebés, me acuerdo que llevaba pañales, mamaderas, y allá ibamos….». La que habla es Mónica Elisabeth Fernández de De Benedictis, una de las madres que también han abrazado al automovilismo al compás de su esposo en su momento, y después detrás de sus hijos Johnnito y Franco. Mónica dibuja una sonrisa cuando Visión le pregunta su parecer sobre el paso que han dado Graciela y Víctor Falaschi que te hemos contado.

«¿Que pienso?, me parece bárbaro, es apostar a la vida, es darse otra hermosa oportunidad, me pone muy contenta como madre. Es terrible lo que ellos han vivido con la muerte de Guido y que seguramente llevaran adentro siempre; perder un hijo es lo más tremendo que puede pasar, ¡por Dios!». «Por eso -dice- me da mucha alegría que hayan decidido rehacer la familia, más allá que un hijo nunca va a reemplazar a otro, pero son decisiones de vida que hay que respetar mucho, valorarlas y acompañarlas».

Habrás visto, sabrás, las madres, padres, pero quizá en especial las mamás asumen el alto riesgo que insumen las carreras de autos; es mucho lo que se pone en juego detrás de una pasión, de un sentimiento que para unos puede ser inexplicable. «Es así, por eso es fundamental la unión de la familia, el convencimiento, estar todos juntos; la familia juega un papel importantísimo, entiendo que los Falaschi deben pensar y sentir de la misma manera, y ahora después de lo que les pasó, creer, apostar de nuevo a la familia para mí re-importante más allá de la forma en que se busque conseguirlo, no tengo dudas que el paso que dieron, les ha dado sentido de nuevo a sus vidas, desde ya, sin buscar reemplazar a un hijo como te dije. Por eso te reitero, si bien no los conozco demasiado, si los papás de Guido tenían ganas de volver a una familia, enhorabuena!, la verdad no me había enterado», menciona.

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Mónica, esposa de Juan Antonio De Benedictis otro de los grandes personajes en la historia del Turismo Carretera, madre de una de las jovenes figuras relevantes, Juan Bautista, y de la promesa que encarna Franco, reflexiona y entiende, «el automovilismo es riesgoso, yo cuando termina una carrera quedo contracturada, los nervios, la tensión es mucha y ni hablar cuando tenés a dos hijos corriendo, pero bueno, para ellos es lo que llevan adentro, lo que sienten…».

-Si te encontraras con Graciela Falaschi, ¿que le dirías?.
Mmm, le daría un abrazo!, como te dije no nos conocemos mucho pero no importa, si la encontrara donde fuera le daría un abrazo enorme y le diría que lo que decidieron me parece perfecto.

-Como esposa de un ex corredor, madre de dos actuales, llevás muchos años también en el mundo de las carreras, ¿como dominás el temor, el miedo?.
-Ahh!, no es nada fácil, se sufre desde ya, insisto después de las carreras estoy toda contracturada, te imaginarás, se sufre mucho viendo a mis chicos corriendo, ver como pasan frente a los boxes tan rápido, el ruido de los autos, ahí pienso: ¡que locura! pero bueno es así. Ellos son felices haciendo lo que les apasiona, son muy felices y sabemos el riesgo que implican las carreras, eso lo hemos hablado entre todos, en familia. Desgraciadamente en la actualidad no sólo hay peligros en las carreras de autos, andar por la calle, estando aún en tu casa, la inseguridad nos angustia mucho, los casos de violaciones; hoy por hoy nada es seguro, uno nunca sabe cuando te llegará la hora; necesitás que Dios te acompañe en todo momento…

 

Mónica conoció a Johnny siendo una joven promesa del tenis argentino, tanto que compitió por todo el país, fue jugadora de primera división, representó al Club Comercio de Buenos Aires y llegó a ubicarse 5ª en el ránking de mujeres juveniles en el año `78; aún hoy compite en la categoría «de más de 40», dice con una sonrisa, tanto que ha integrado un equipo argentino que ha jugado torneos nacionales y sudamericanos en Mendoza (2011) y Uruguay a comienzos de este año. Como te contamos, a los 16 se puso de novia con Johnny «y a la semana el comenzó a correr en TC, fue en marzo del ´80», recuerda.

Los De Benedictis forman una de las familias más apreciadas en el ambiente, pero no sólo están Johnnito (27 años) y Franco (20), la completan Delfina (15) y Magalí (28) y madre de Faustino el primer nieto al que Johnnito ya le regaló un pequeño buzo de corredor!. Mónica vive desde adentro al TC, «uhh, me acuerdo los tiempos del TC en la ruta, era muy loco aquello, los caballos de la policía corriendo a la gente para que no se acercara al camino, nadie tomaba conciencia del peligro que había, era muy loco que se corriera con el público tan cerca».

No olvida «cuando teníamos los chicos chiquitos e igual iba a las carreras, llevaba pañales, mamaderas, mucha veces tenía que quedarme en un hotel en una ciudad a la que se corría, había que levantarse temprano para llegar al circuito, iba un gentío impresionante; sí, claro en esos tiempos me ponía nervioso porque corría mi esposo y con el paso de los años por mis hijos, pero de alguna manera me fuí amoldando, desde ya vivo las carreras con nervios, inquieta pero de alguna manera, distinta».

 

 

Reconoce que el grave accidente de Johnny en Balcarce años atrás, durante una pruebas previas a la carrera, golpe que le significó el retiro, «me hizo recapacitar mucho, fue tan grande que me produjo un shock. Mi marido estuvo más de un mes delicado, pensé que no era el, tuve que hacer de madre y padre, pero como siempre me lo impuse, no bajé la guardia, como te comenté en el caso de los papás de Guido, pienso que nunca hay que dejar de apostar a la vida y tener mucha fe, por eso valoro lo que ellos han hecho».

«Hay que saber afrontar -admite- que tratándose del automovilismo tenés dos hijos corriendo, y siempre pensar en positivo, sino te enloquecés!, ni quiero imaginar la posibilidad de un accidente, no ¡por Dios!. Si lo pensara podría caer en una depresión, pienso que a ellos nunca le va a pasar nada aunque sepa lo riesgoso de las carreras, sino viviría con un «fantasma» dando vueltas, no podría vivir».

Por Carlos Saavedra

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