EL CIRCUITO DE LOBOS no se utiliza desde diciembre de 1993, cuando Walter Hernández  ganó su título de TC. Roberto José Mouras ya era entonces una leyenda.

Veinte años atrás, el 22 de noviembre de 1992, el Chevrolet blanco y azul que conducía el múltiple campeón de Carlos Casares detuvo su marcha enloquecida mientras el conductor adquiría la invencibilidad del mito. Las Michelin XWX estaban ya gastadas cuando el auto, que dirimía la punta de la carrera contra el Dodge de José María Romero, se despistó yendo a golpear con violencia contra un inoportuno talud de tierra.

Hace algunos años que el camino asfaltado que une las rutas 205 y 41, la recta sobre la que se accedía al solar de los boxes del circuito, está cerrada con un talud de tierra: se usaba para andar en karting y en motos hasta que varios accidentes sentenciaron su suerte.

 

Pero Lobos es el alto de las múltiples caravanas de fanáticos de la Chevy, de la marca, del piloto o simplemente del TC, que rumbea a Carlos Casares, la ciudad que vio nacer a Roberto Mouras el 16 de febrero de 1948. El acceso a la ciudad, por el cual tantas veces transitó la autobomba que iba a buscarlo a la ruta 5 cada vez que ganaba en TC, ahora se llama Roberto Mouras, lo mismo que la Casa del Niño, a la que ayudaba con tanta vocación como sigilo. La fe de los peregrinos clama dos destinos. El Museo Roberto Mouras de la avenida 9 de Julio y el panteón familiar en el cementerio local, dónde reposan las cenizas del ídolo caído dos décadas atrás.

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“Es uno de los argumentos turísticos de Casares”, acuerda Marco Aurelio Idiarte, todavía director periodístico de El Oeste, el periódico de la ciudad, como hace 20 años, cuando gozaba de la amistad cercana de Roberto. “Era un tipo austero, no un bon vivant ni un playboy aunque era pícaro con las mujeres…”.

La justicia le reconoció tres hijos. Roberto, el fruto de su amor con Viviana Rubira (hoy tesorera del Museo) es el único chico al que doña Inés Serrani (que vive recluida en el chalet de la avenida San Martín) reconoce como nieto. Robertino Mouras, el hijo de María Angela Marrocco, nació en Agustín Roca, partido de Junín, en 1990, y es futbolista: juega como delantero en Villa Belgrano de Junín, que participa en  el torneo del Interior. Además, Natalia Soledad Sozzi Mouras, la hija de Alicia Sozzi, nacida en 1987, es porteña y se dedica a la actuación. En 1999, pocos días después de que la justicia reconociera la paternidad de Roberto sobre Natalia, doña Inés ordenó cremar los restos de su hijo, para evitar más reclamos de ADN, lo que le valió una condena judicial.

La gloria de Mouras, eterna, pasó de manos. “Nunca lo ví correr –concede Matías Rossi, que tenía 8 años cuando el Toro cayó en Lobos y denota su desconocimiento- ¿Murió después que el Pato Morresi o fue antes?”.

Pero Mariano Altuna, nacido en marzo de 1982 y ahora piloto de Chevrolet en TC, sí sabe. “Yo tenía 6, 7 años, me gustaba Chevrolet porque corría mi viejo (Francisco Altuna), y como era de Lobería pero no era hincha de Oscar Castellano, me hice hincha de Mouras porque le ganaba. El ni sabía quien era yo, pero alguna vez hablamos, me dio una gorra… Mi viejo tenía que irme a buscar siempre al box de Mouras. En una carrera en el semipermanente de La Plata, me escapé de los boxes y caminé unos cientos de metros hasta la última curva para verlo ganar, mi papá había puesto a un tipo para que me cuidara y me le escapé”. Cuando la tragedia de Lobos, Francisco Altuna ya había dejado el TC. “Me enteré de la tragedia en el campo de mi abuela. Me compré una linda foto de Roberto, que todavía tengo guardada, y durante unos años pinté mi karting con sus colores, trompa blanca y pontones azules”.

“En el Museo cobramos entrada, pero nadie se queda sin verlo: el que no tiene plata para pagar, entra igual” ,aclara Rubén Panizzo, a cargo del enprendimiento desde hace 15 años. Tiene un horario limitado, pero si alguna caravana de hinchas llega de improviso a Casares, van a buscarlo para que abra el acceso. “Estoy al toque, aquí se trata de mantener viva la memoria de Roberto, que era mi vecino”, aclara Panizzo calcula que los 24 mil habitantes de Casares “pasaron todos por el Museo, así que los visitantes mayoritariamente vienen de afuera” y que representan un caudal de entre 600 a 700 fanáticos por mes. “Acá llegan de todos lados, hasta del Sur. De Bariloche, de Río Gallegos, de Río Grande vienen…”. Mantener ese espacio les cuesta alrededor de 5.000 pesos por mes “y no tenemos subsidios de ninguna especie” aclara.

¿Qué sería Mouras hoy? Difícilmente siguiera corriendo a los 64 años. “Habría sido dirigente, sentado a la mesa directiva dela ACTC con voz y voto” asegura Carlos Staffolani, que era la mano derecha de Roberto. “No sé si se hubiera acostumbrado a esta era profesional del automovilismo” se pregunta Panizzo. “Casares sigue respirando Mouras como el primer día” opina. “Yo no le puedo decir otra cosa” sugiere Staffolani. “Lo extraño, ¿qué le parece? A mí me falta un hermano. Roberto nos hizo conocidos en el mapa, fue el ídolo más grande que tuvo esta ciudad”. Para Idiarte, “Mouras es un ícono de Casares, un sinónimo de este lugar. No habrá otro igual”.

Foto gentileza Museo Mouras

 Por Pablo Vignone

(Extracto de la nota publicada en «El Gráfico» de este mes)

 

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5 COMENTARIOS

  1. Gran nota Pablo, como siempre escribiendo desde ángulos desconocidos o muy poco conocidos y destacando lo realmente importante. Gracias por compartirla.

  2. Siempre valiosas las notas tuyas.A proposito de Matias Rossi,seria bueno que por lo menos conozca algo,no digo mucho,de la historia del TC:este muchacho ignora si Juan es mas ganador que Oscar Galvez,esto que menciona de Morresi y el Toro,etc.
    Yo no te pido que seas hincha de nada ni nadie Matias,pero por favor trata de respetar la HISTORIA del TC…

  3. Hermosa nota. Mi mama es amiga de Inés, la mama de Roberto. Les cuento que su hija Natalia es tambien reconocida por Doña Ines, tienen un trato cotidiano a pesar de la distancia. Una pena ese error en la nota.
    Saludos

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