AHORA VIENE LO MEJOR

La amargura de Agustín Canapino tras el el abandono en las 500 Millas de Indianápolis tenía bastante justificación y, también, duración. “Trato de ver el vaso medio lleno pero no puedo”, decía en las horas posteriores a la magna cita de la IndyCar a quien quisiera escucharlo. En su sexta carrera en la categoría, en la competencia más famosa, una de los componentes de la Triple Corona, con 192 vueltas corridas y a ocho del final, el arrecifeño peleaba por entrar al Top-10 “con tipos que ya habían ganado las 500, como (Helio) Castroneves,  (Ryan) Hunter-Reay o Tony Kanaan”.

Y de golpe, el toque, el trompo, el muro, el choque. En apenas un instante.

Eso justifica la amargura, sin duda. Pero en algún momento quedará atrás. Este fin de semana habrá posibilidad inmediata de revancha, en el Grand Prix de Detroit, en la Motor City. Y seguramente vendrá, en las otras diez carreras que restan para cumplir del calendario, lo mejor.

La bronca le duraba pasado el domingo porque se sentía culpable, no de haber cometido un error, sino por no haber podido subsanarlo. “No fue un error mío, pero no pude controlar el auto. Espero que me sirva de experiencia”, se lamentaba.

Canapino -que se define como “un producto 100 por ciento del automovilismo argentino, que llegó a IndyCar gracias al automovilismo que tenemos, que es tan bueno”– siempre fue profundamente autocrítico con su producción deportiva. Eso le ha servido para avanzar, y este enfoque post-Indianápolis seguramente también lo hará.

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Precisa seleccionar lo bueno que le dejó la carrera y desechar lo malo una vez captada la enseñanza. ¿Lo bueno? Venía peleando por un lugar en el Top-10 a menos de 10 vueltas para el final de la Indy500, siempre se mantuvo en la vuelta de los líderes, se encontraba en condiciones prácticamente óptimas desde lo físico y también lo mental, conducía un auto muy bueno para óvalos, al final giraba muy rápido y sin achicarse y, lo más importante, había conseguido transplantar a una arena gigantesca como es el Indianápolis Motor Speedway su actitud de Titán, tan conocida en nuestras pistas pero que en Estados Unidos recién empieza a verse, pese a que ha sido muy bien conceptuado por el paddock de IndyCar.

Indy 500 ya fue.

“Cuando veo que Pato pega contra la pared empiezo a frenar, todo normal. Pero de golpe otro McLaughlin y Pagenaud se tocan justo delante de mí, porque McLaughlin levanta por la bandera amarilla originada a causa del accidente. Pagenaud frena y quedo envuelto en el humo de la bloqueada y por querer evitar el toque con Pagenaud, freno y pierdo el control del auto. No lo pude recuperar, me faltó una dosis de suerte o de habilidad necesaria para sacar el auto. No me salió. Me fui contra la pared y después ya sin visión, sin frenos ni dirección terminó pegando contra el auto de Pato”. Hasta ahí el relato de Agustín sobre el episodio de la vuelta 193.

Pero Indy 500 ya fue.

Ahora viene Detroit, un callejero, y luego Road America, probablemente la pista con mayor belleza natural de los Estados Unidos. Circuitos mucho más apropiados a la escuela que tuvo en la Argentina. Es momento de dejar atrás la amargura de Indy y mostrar al auténtico Canapino, al que los gringos todavía no conocen en serio.

No es una bravata: lo señala Agustín en la intimidad. Hasta la cuarta carrera, en Barber, apostaba por llegar al final. En el IndyGP de principios de mayo se sintió en condiciones de poder competir. En la Indy500 se decidió por hacerlo con actitud, la característica que advierte como más distintiva de la serie en la que está participando: “La locura de Indy no pasa solo por correr a 380 por hora, sino por la actitud agresiva con la que naturalmente se compite. Es un poco extremo todo”.

Esa condición, que al comienzo a Canapino le parecía forastera, lejana, de otro planeta, ahora la siente en la piel. Se siente capacitado para, en su escala, ejercerla. Los circuitos que vienen le permitirán hacerlo sin tanto filo. En la Indy500 se la pasó compitiendo rueda a rueda con el neocelandés Scott McLaughlin, otro múltiple campeón de autos de Turismo en Australia, que le lleva dos años de ventaja en la categoría. Eso fue tan importante como un Top-10 que al final lo esquivó sin piedad.

“Todavía me falta para sentirme en sintonía, a mis anchas, pero estoy empezando a animarme, por lo menos a proponérmelo”, asegura. No habrá más óvalos sino hasta finales de junio, casi un par de meses por delante. Después de Detroit y Road America llegarán otra hermosa pista en Mid-Ohio y el callejero de Toronto, trazados tradicionales de la IndyCar en los que Canapino puede seguir acumulando millas e intentando protagonizar pequeños momentos de brillo. ¿Un Top-10 en alguna de esas carreras? ¿Y por qué no? Sería deseable y no es imposible.

Eso es lo que tiene que ver. Está el equipo, el auto, parece que el dinero también. Indy500 ya fue. Y lo que viene, si Canapino deja la amargura atrás, seguramente será mucho mejor.

 

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1 COMENTARIO

  1. Gran artículo VA. Como dice Fito «lo importante no es llegar, lo importante es el camino» y bien descripto esta en la nota. Solo orgullo y agradecimiento al Titán por el profesionalismo que demuestra.

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