ADVERTENCIA: SOBRE EL ESCÁNDALO DE LA ÚLTIMA VUELTA NO SE HABLA (DEL TODO) AQUÍ
Sería ocioso: las redes le prendieron fuego al ya de por sí bochornoso final de la Clase 3 del Turismo Nacional, como para volverse más cargoso con la cuestión. De todas maneras es interesante notar, como la indignación partió desde quienes habitualmente suelen seguir la actividad desde el borde de la pista, mientras los protagonistas entienden (si cabe el término) que lo ocurrido forma parte de las reglas del juego.
Un solo ejemplo: después de lo sucedido, Matías Rossi tuiteó: “Gran evento en el autódromo durante todo el fin de semana. Ganó la categoría pero gana el automovilismo en general. Por más eventos así”.
Pero bueno, vamos, dijimos que no íbamos a detenernos en eso de lo que ya todo el mundo habló, opinó y sigue haciéndolo. El problema es que ese suceso ensombreció todo lo que había venido ocurriendo en el fin de semana, le guste o no a los protagonistas. Tiñó el producto. El color de la tintura queda a gusto del observador.
Lo interesante es que mientras se mezclaban los ingredientes de la catástrofe, en visionauto debatíamos los alcances del domingo. Siempre nos llamó la atención –y durante años se escribió en estas páginas- que mientras sonaba a clamor popular esto de que el TN es la categoría más atractiva, ni los rating de TV ni la concurrencia parecían sostener ese postulado. Esta vez, en cambio, las tribunas del Autódromo se vieron satisfactoriamente colmadas, como en las mejores (y pretéritas) épocas del TN en los años ’70.
Se podrá argumentar que las entradas eran gratuitas, y que la atracción que suponía la exhibición del Dallara-Chevrolet IndyCar del Juncos-Hollinger Racing en manos de Agustín Canapino, podía funcionar como un poderosísimo imán para atraer la concurrencia.
Pero, nobleza obliga, como en las puertas del Autódromo nadie firmó una declaración jurada admitiendo el verdadero motivo de su presencia (¿las entradas gratuitas? ¿El Indycar?, ¿los 200 Pilotos y la promesa duplicada del chapa-chapa?). Lo sucedido en el Gálvez hasta la vuelta 19 de las 20 vueltas de la final de pilotos titulares de la Clase 3, merece el elogio extendido, independientemente de los detalles. Si el tuit de Rossi se hubiera publicado en el momento en que anunciaban la última vuelta, entonces estaríamos completamente de acuerdo.
Los periodistas tenemos estas cosas: usamos herramientas para nuestro trabajo cuya utilidad no necesariamente explicamos. Las comparaciones y los juegos numéricos forman parte de nuestra panoplia profesional. Por eso desde hace tanto tiempo VA ha publicado a fin de año el Top-10 de pilotos de cada temporada. Una comparación que es posible bajo ciertos parámetros, aunque las comparaciones parezcan odiosas y muchos protagonistas no estén de acuerdo, pero, vamos, tampoco hacemos esta páginaweb para conformar a los protagonistas del espectáculo: normalmente, intentamos entretener a quienes lo sostienen, como esos miles que se treparon nuevamente al cemento de las tribunas del Autódromo porteño.
Y en esas comparaciones –en las que algunos ven vocación maligna, complots destructivos o simplemente mala leche- normalmente se juega la valoración. Son mucho más que la descripción de un acontecimiento, como suele ser una crónica. Vienen cargadas de un juicio subjetivo, que no por ello es parcial. Subjetivo e imparcial: de eso se trata el valor particular.
Y justamente veníamos discutiendo cuánto se parecía esta carrera de los 200 Pilotos con el Indycar como anabólico a aquellos 200 Kilómetros del TC2000 (antes de que se cambiara el nombre), que convocaba multitudes y podía tener hasta un Fórmula 1 girando para asombro de los fanáticos.
Las conclusiones eran dos: (a) qué lejos quedó todo aquello y (b) qué bueno que, de alguna manera, se pudo rescatar algo de ese espíritu, aún con el uso repetido y probablemente innecesario del “200”…
De esa conclusión surgió inmediata la comparación, cuando –se insiste- el final todavía era una incógnita. Cuánto mejor se nota en este momento el Turismo Nacional que el TC2000.
Durante años, la categoría que fue el refugio de las fábricas (hasta que la ACTC le pegó un golpe en el corazón anunciando la creación del TC PickUp), ocupaba con comodidad un lugar de privilegio en la atracción del fanático del automovilismo. Inclusive, hubo una época lejana (finales de los ’80, principios de los ’90) que le peleó el escalón de la popularidad al TC, cuando la categoría genuinamente convocante vivió un profundo proceso de transformación.
El TN, en cambio, pese a competir con modelos y motores originales, no lograba esa convocatoria empresarial: se la veía más como una categoría de promoción de pilotos y no concertaba la atención de los más dotados. Desde ese lugar, siempre fue una especie de complemento en el calendario mensual, que precisaba carreras todos los domingos para completar el programa televisivo. Después vino –hace ya una década- el Automovilismo para Todos y la situación comenzó a cambiar.
Adónde llegamos, ya lo saben todos los fanáticos. El automovilismo fiscalizado por la CDA del ACA se encuentra varios pasos atrás del gestionado por la ACTC. Y el TC2000 es la categoría que más ha sufrido ese desequilibrio. Las salidas de Chevrolet y, a consecuencia de ello, de Agustín Canapino, representan un rudísimo golpe para una especialidad que viene siendo castigada por el desinterés. Señalarlo no es ensañamiento, sino una obligación periodística, no importa cuántos estén de acuerdo.
En eso estábamos, maravillados por el domingo turista, cuando Castellano y subsecuentemente Pernía levantaron el pie del acelerador. Acaso muchos de los que concurrieron al Autódromo, atraídos principalmente por la exhibición del Indycar, no se hayan dado cuenta en su ingenuidad de lo que estaba ocurriendo. Pero barruntamos que la mayoría sí. Y solamente la sospecha ya es desagradable.
Fotos: visionauto