LA PRIMERA PREGUNTA que se les formuló a los tres del podio en La Plata fue directa: “¿Qué habría que cambiar si es que este espectáculo vuelve a realizarse?”.

Leonel Pernía, el ganador, insistió en una idea que había formulado con anticipación: “Esto debiera hacerse un viernes o un sábado como para ordenar la grilla de una carrera que el domingo tendríamos que correr en el Mouras o en el autódromo de Buenos Aires. No quitarle los puntos, darle una pequeña escala, cinco al ganador y así, que convoque al público y siga siendo un show, pero antes de una carrera”.

Agustín Canapino, que llegó segundo pese a caer en dos oportunidades, agregó: “Habría que trabajar la caja de cambios, tener una primera marcha más corta para poder llegar al corte, que la gente escuche mucho más el ruido, y de paso poder intentar meter la segunda marcha, para que se vean los fogonazos en el escape».

Néstor Girolami, que acabó tercero, abogó por hacer “una ronda de perdedores, para que nadie tenga que irse inmediatamente”.

Este periodista, que realizó aquella pregunta, insistió: ¿no habría que extender la duración de semifinales y final, los momentos más emotivos del espectáculo, para generar mayor interés?. Que en lugar de combatir poco más de un minuto, lo hicieran dos o tres, pasando varias veces por la línea de sentencia, para palpitar de manera más prolongada el enfrentamiento. Los tres coincidieron en ello.

 

Se define la cosa, el Chevrolet Cruze de Canapino "besa" las defensas y pierde; el Fluence de Pernía se encamina a la gran victoria
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Ya habían coincidido en algo más: después de tomarlo a la ligera, se habían entusiasmado en las rondas finales. “Es increìble la adrenalina que genera esa sensación de ganar o perder” reconoció Canapino. Cuando se separó la paja del trigo y quedaron los buenos de verdad (“es mentira eso de que puede ganar cualquiera” había dicho Pechito López cuando la tarde era muy joven), cuando las mangas comenzaron a definirse sobre la raya, la cuestión cobró interés, que se había ido perdiendo mientras transcurrían las primeros enfrentamientos y solo se veía más de lo mismo.

¿Qué no era una carrera de autos?. ¡Qué novedad! Se sabía desde mucho antes que ésto era otra cosa, y lo que cabía era interpretarlo como tal, como un show con autos de carrera. Partir desde otro lugar para intentar el análisis (“no es una carrera”, “los autos no van rápido”, “andan solo en primera marcha”, todas obviedades largamente conocidas, aunque no digeridas por muchos) parece una pérdida de tiempo. Y el que tuvo la ocasión de verlo en el estadio y, al día siguiente, por TV en un compacto, entendió perfectamente la diferencia.

El fruto más sabroso de este espectáculo fue comprobar que el SuperTC2000 puede efectuar largadas con sus autos detenidos sin que se afecte nada en particular. Es una larga discusión en la que también entra el factor seguridad, pero si esa preocupación puede mantenerse bajo control, y se sostiene la brújula en la búsqueda de mayor entretenimiento, entonces hay que incorporar ese tipo de largadas al reglamento deportivo del 2014 y no darle más vueltas al asunto.

Si el Super TC2000 va a repetir la experiencia, uno entiende que lo ideal sería hacerlo con 16 autos y los mejores pilotos, para que las mangas sean más competitivas y tengan mayor nivel; la menor cantidad de coches se compensa con la incorporación de una ronda de perdedores. Habría que atender a la necesidad de poder efectuar cambios durante las pruebas, como propuso Canapino, y si no cuaja la propuesta de hacer de este show una carrera clasificatoria, entonces transformarla en la fiesta de coronación de los campeones, sin puntos pero con un suculento premio en efectivo. Por ejemplo.

 

Por Pablo Vignone

Foto AIF

 

 

 

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