SUPIERON REIR EN LO MAS ALTO DEL PODIO, los dos juntos, y hoy comparten la tristeza más amarga que pueda soportar ser humano alguno. El automovilismo te da y te quita.

La situación de Emilio era insólita. Tenía dinero suficiente para correr en Fórmula 1, pero había llegado a destiempo: en su afán por superprofesionalizar la F-1, Bernie ya no quería más equipos privados. El mexicano Héctor Rebaque alcanzó a meterse en Brabham, casualmente el equipo de Bernie. El español Emilio, en cambio, atravesó una situación impensada: tener que derivar su presupuesto a otra categoría.

La situación de Guy era más cómoda. Había corrido con Lola en F-1, seis años antes, y desde entonces se había transformado en una especie de gurú del presupuesto (llegó inclusive a escribir un libro muy apreciado sobre el particular) de manera que sabía dónde estaba el filo. La casa de Eric Broadley había producido el T600 para el flamante Grupo C pero ningún equipo oficial le había echado el ojo, así que con ese dinero del Banco Occidental que Emilio había usado en 1980 para correr su propio Williams Fw07, y que ahora debía encontrar mejor destino, Guy Edwards y Emilio De Villota conformaron una pareja fiel para el Mundial de Endurance de 1981, las 24 Horas de Le Mans incluidas.

El destino les sonrió en dos ocasiones. Primero en las 6 Horas de Pergusa (Italia), frente a una oposición no demasiado consistente, y luego, sobre fin de año, en los 1.000 Kilómetros de Brands Hatch, en Inglaterra, ahora sí, delante de la crema de la larga duración.

El día en que ganaron en Brands Hatch con el Lola, María tenía un añito; Sean ni siquiera había nacido. Con el tiempo, ambos retoños, forjados en la estela de pasión desplegada por sus padres, se transformaron en pilotos de competición, con mayor o menor éxito, no viene al caso. Ambos, en menos de una semana, dieron su vida a causa de esa insobornable debilidad por los fierros.

María De Villota era la hija de Emilio. Sean Edwards era el hijo de Guy.

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Aquellos que compartieron el escalón más alto del podio, hoy comparten una pena insoportable. De la que no se vuelve.

El automovilismo te da, y te quita.

Por el equipo de VA

 

 

 

 

 

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