El Turismo Carretera es su gente.
Es el folklore, las cargadas, las hinchadas. Es el asado del otro lado del alambrado, o con la tele de por medio en casa. Es pasión de multitudes, como dice la expresión popular. Es una categoría construída por su público, que tiene su propia cultura. Dentro de esos modos de sentirse parte o expresar afecto y admiración hacia un piloto o la marca, encontrás a coloridos y habituales personajes que siguen al TC por el país año a año.
Y encontrás, como ha ocurrido en Paraná, donde TC y TC Pista avanzaron hasta la tercera de las cinco fechas para encontrar al campeón en la Copa de Oro Río Uruguay Seguros, a aquellos que en cada pista, montan sus espacios y venden gorras, remeras, banderas, autos de TC a escala, ropa, calcos, mates, chalecos que con avidez, buscan llevarse algo más que los identique con el TC.

¿Quién no ha tenido su bandera de Ford, Chevrolet, Torino o Dodge? ¿Quién no se calzó la gorra de su piloto favorito y luego fue al box para conseguir el anhelado autógrafo? ¿Quién no ha visto el hermoso auto de su ídolo, convetido en miniatura en manos de un niño feliz, otros caprichosos y enojados porque papá no les hizo caso? ¿Qué niño no se puso caprichoso ante la posibilidad de tener su maquetita o juguetito de un TC? ¿Y los calcos, para el mate, la carpeta del colegio, o el vehículo propio?
Y ahí está el popular Chufa, y desde años. Un entrañable personaje que recorre la Argentina, con su colorido puesto con todo lo buscado por los hinchas. Una historia de 50 años, de experiencias e innumerables anécdotas viajando junto al TC, en el autódromo que sea. Desde Buenos Aires a Misiones, San Nicolás, Viedma, El Calafate en el extremo sur. Todos los circuitos. Todo el país. Al stand nunca lo vas a vere vacío, ni por dentro ni por fuera. Explotado de mercadería, siempre hay fanáticos comprando o mirando y sorprendiéndose.
Recuerda el Chufa, hombre de la zona oeste del Gran Buenos Aires, en su infancia rogándole a papá o mamá que le compraran el autito de los ídolos del TC de la época, corporizados en la actualidad por Mariano Werner, Agustín Canapino, Matías Rossi entre otros, o bien quedarse con el simbólico sticker de la ACTC para el termo o el auto.
De eso y más, se trata esta historia. Pero como todo, tuvo un comienzo. Cuando el TC, sus recordados Grandes Premios, iban caminos, senderos mucho antes de volcarse a los autódromos. Chufa vendía “el programa de la carrera, la foto de los corredores y apenas unos gorritos”, recordó ante Visionauto. Y cuando la Máxima se modernizó y pasó a los predios cerrados, el Chufa siguió firme. Este histórico vendedor tan conocido en el ambiente, resumió al resultado de su andar como “todo lo más lindo, antes era caminar y caminar, y a medida que pasó el tiempo con mi yerno, montamos un stand y aumentó la actividad al disponer de más variedad de mercadería”.
Sintió y siente cada gorrita, cada remera, son “una identificación con las marcas tradicionales, con los corredores y cada uno con su ídolo”. Y al calzarse la indumentaria también hace sentirlos parte del espectáculo, del equipo, del piloto, como si el fana fuese uno más que empuja el auto. Tantos años dejando atrás rutas, ciudades, autódromos, provocaron encuentro con niños «clientes», quienes ante el paso del tiempo, se convirtieron en padres acompañados por sus hijos a las carreras. “El puesto y la gente significan una vida para mí. Es la vida de uno mismo, permanentemente trabajanando en las carreras de autos y conociendo a la gente. Eso es lo lindo. Hay un ida y vuelta, está muy bueno, y h hay mucho reconocimiento mutuo, entre la gente y yo».
Suele decirse que el público fue verdadero protagonista en 89 años del TC. Como una vuelta de tuerca, a la lógica de que quienes corren, son los que manejan los hilos de cada carrera. Ellos a su vez, tienen un lugar en el mundo del Chufa: “Tengo muy buena relación con los pilotos. Con todos y quieren tener la maqueta de su auto. Mientras tenga la oportunidad de hacerlo, se hará y sí, algunos demandan mas cosas otros”.
El repaso del trajinar de nuestro amigo el Chufa, lo llevó al Gálvez porteño y otros circuitos, «es una fecha especial en Buenos Aires, la más tradicional; un clásico, siempre va un gentío, algo parecido como se da en todos los circuios, y en especial en La Pampa y Paraná como se dio el fin de semana».
Olée, Olée, Olé. Olé: Chufa, Chufa. ¡Que personaje!
1-11-25.



















